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Intento describir cómo “me” sucede (o sucede en mí) el proceso de escritura ‒proceso, mejor que procedimiento, si atendemos a que no se trata de una sucesión de variables que se repiten, sino de una idea de desarrollo, de marcha encaminada a un fin, en este caso bastante borroso, dependiendo del estímulo y el género abordado‒. Diría que cada texto puede esbozarme algunos aspectos de su propio proceso creativo (complejo, subjetivo, inclasificable), cuando ha logrado dar con una forma intransferible que lo define.
El disparador suele ser una emoción intensa, generalmente ligada al
impacto de una imagen, un hilo musical, una obra de arte, el timbre de
una voz, alguna de esas llaves proustianas con sabor y olor, una
historia contada, escenas ligadas al cine o al teatro, una catástrofe,
–cualquiera sea su procedencia: externa o interna, propia o ajena,
material, leída o soñada, y mejor si dicha imagen carga con una zona de
silencio a decodificar‒. En otras palabras, lo que escribo es tributario
de la experiencia, argamasa tan sutil y maleable como escurridiza. El
estímulo toca algo de mí que permanece opaco (más o menos consciente),
que lo recepciona y aloja, lo deglute, podría decir, se apropia de su
contenido, y si está destinado a convertirse en carne de papel se vuelve
obsesión: volcarlo en la página es el único antídoto posible, de lo
contrario, algo de mí quedará frustrado. Existe una frase de Joseph
Brodsky que expresa claramente el doble movimiento que para mí marca el
acto de creación: "Uno nunca sabe qué engendra qué: una experiencia un
lenguaje, o un lenguaje una experiencia."
Incorporada entonces la materia prima, el proceso de elaboración puede
extenderse más o menos tiempo. Una primera idea, una primera versión, un
primer verso es sólo el comienzo de una relación amorosa (no exenta de
ambigüedades, de ansiedad, de angustia, de…), que implica la preparación
y avance del viaje por la página blanca, que a la corta o a la larga me
va a sorprender con la aparición de un nuevo paisaje capaz de cerrar el
círculo que abrió la conmoción inicial.
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