Un bello texto que releo cada fin de año. El poeta ruso recibía el Año Nuevo en Venecia.
Siempre he compartido la idea de que Dios es tiempo, o al menos que Su espíritu lo es. Quizá esta idea sea incluso de mi propia factura, pero ahora no lo recuerdo. En cualquier caso, siempre he creído que si el espíritu de Dios aletease sobre la superficie de las aguas, éstas deberían reflejarlo. De ahí mi atracción por el agua, sus pliegues, arrugas y remolinos, y –como soy del norte – por su color gris. Sencillamente, creo que el agua es la imagen del tiempo, y cada víspera de Año Nuevo, conforme a un rito un tanto pagano, hago lo posible por encontrarme cerca del agua, preferiblemente cerca del mar o del océano, para contemplar la emergencia de una nueva porción, de una nueva taza de tiempo. No busco una doncella desnuda avanzando sobre una concha; busco una nube o la cresta de una ola que rompa a medianoche sobre la orilla. Eso es, para mí, tiempo que emerge del agua, y me quedo mirando el encaje que deposita en la orilla, no para interpretarlo como los adivinos, sino con un sentimiento de ternura y gratitud.
Por Joseph Brodsky en Marca de agua, Siruela, Madrid 2005
Por Joseph Brodsky en Marca de agua, Siruela, Madrid 2005
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