Mi mano ha envejecido y aún sigue posada en los libros, como si jamás se hubiese retirado de allí. Demorada en una interminable caricia, toca la cara proteica de la literatura.
Los más bellos trazos arrugan sutilmente la piel de mi mano derecha que la luz sesgada agiganta cuando roza el ratón de la PC para que yo pueda leer un texto de Onetti.
Texturas del grabado de un genio. Las de Onetti, las de mi mano, los rombos perfectos engarzándose unos a otros en el tejido de la piel, en el tejido del texto.
(Por Marta Ortiz)
2 comentarios:
!Que esas manos liberen muchas palabras!
Un abrazo fuerte desde el Caribe brumoso,
Marta
que esas manos se llenen de luz...
Publicar un comentario