Georgia O´Keefe, From the lake, 1924
Desde una hoja de la infancia
Una tos carraspea
al otro lado de la historia
aventurado regreso hacia el
conocimiento
mi infancia se revuelve
semiasmática
recuperar fragmentos
desvaídos del recuerdo
acunarse en las palabras
rellenas de anécdotas
esa voz asciende entre las ramas
dolidas
de mi propia persona:
espada en mano luchando con
dragones
convertidos en respaldos de
sillas
travesía de travesuras
iban rumbo a pintar sonrisas
en hilados que cosechan
canas
las arrugas se amontonan
bajo
esas almohadas que guardan
tanto ratón oculto
Los retratos se encubren
en el espejo oxidado
mientras las aguas se mueven
a través
de esta marea que puede
depositar en el río
plateado y húmedo de brumas
reacción por cualquier
recuerdo
boca a boca
temperatura de agreste
invierno
reconciliado con el sol que
cae
en el durazno ojeroso del
verano
los mentolados y altos
eucaliptos
continúan depositando aroma
en ciertas noches bajo uñas
mordidas y perdidas
en otros años mucho más
tiernos
Se mueve ondula
el barro
del fondo de ese río.
(en Susurros de la memoria, 2006)
Dos ventanas
Afuera
profundidad del foso del
paisaje
posible por el marco del
cuadro
choca la mirada
con los dientes aserrados y
verdes de palmeras
una brisa juguetea con alas
de gaviotas
planean entre el infinito y
cualquier pez
rayos solares humedecen la
piel de los paseantes
dentro
la penumbra envuelve cobija
con ternura
gotas de sudor crean
llovizna
los dos cuerpos giran tejen
agigantan la arboleda
amorosa
tañen pieles en el silencio.
La salamandra observa
cabizbaja
el quehacer de los insectos.
(de Como el mar que nos habita, 1999)
Las
palabras
VI
La llave es siempre
el recuerdo de una puerta.
Juguetear con una o varias
es tener entre los dedos
una taza de café o té
transformada
en conversaciones de
descanso.
Miles de índices
señalan mojones
en la vida tranquila
de tanta gente en familia.
Dulce con almendra
pastel de manzana
preceptos mosaicos
enseñanzas coránicas
tristezas entre los dientes
las llaves
que guardan amantemente
en cajones alcanforados
o latas de galletas
y sacan por las tardes
los judíos de Toledo
Salónica o Berlín
junto con los árabes
de Haifa, Tul Karem
o toda Palestina.
Son llaves tristes
que no pueden abrir
sino recuerdos
llaves que no pueden
perderse
indicios de exilio.
Repletas de añoranzas
por el momento simple
giratorio
de crear el sonido y la
acción
de abrir una puerta.
Enmohecidas
llenas de recuerdos
agigantándose
en la tragedia.
Gritos y calambres
ventanas saltando juguetonas
al llamado del fuego
la explosión
las piedras
el fusil y el insulto.
Crean mapas en las pieles
búsqueda de tesoros
isla perdida y encontrable
vida de náufrago en tierra
barco a la deriva
timón entre las manos
atadas
Mientras las ratas
invaden brincan huelen
mordisquean
toda esta esquirla
diminuta e inmensa
de una llave
que ha perdido su puerta.
(de Los tiempos mezquinos,
1992)
(Los poemas aquí publicados pertenecen al libro AVATARES DE LA MEMORIA, antología poética 1979-2006, UNAM, México, 2010)
(*) Eduardo Mosches (1944)
Mexicano de origen argentino. Nació en Buenos aires en 1944. Vivió
desde 1963 a
1970 en Israel. Estudió Ciencias
Sociales en la Universidad Libre de Berlín, Alemania (1970 a 74), y Cinematografía en la UNAM. Reside en
México desde 1976. Es coordinador
editorial de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Fundador y director de la revista literaria Blanco Móvil, desde 1985. Ha publicado los poemarios Los lentes y Marx,
Los tiempos mezquinos, Cuando las pieles
riman, Viaje a través de los etcéteras, Como el mar que nos habita, Molinos de
Fuego y Susurros de la memoria, Avatares de la memoria (antología poética 1979-2006)
y el libro de prosa Caminos sin ruta. Ha colaborado en periódicos y
revistas en México, Argentina, Alemania, Brasil, España, Estados Unidos, Israel, Italia, Chile, entre otros. Ha recibido
varios premios nacionales como poeta y editor de revistas literarias. Ha sido
traducido al alemán, italiano,
portugués, hebreo e inglés.
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