Andy Warhol, “Colored Campbell’s Soup Cans” (1965)
POESÍA DE ROSARIO XXIV
Todos los poemas aquí publicados pertenecen a Góndola (El ombú bonsai, Rosario, 2011)
SIRENAS
La solución quizás sea sentarse
en lo alto de la góndola
y esperar. Pasarán
los cadáveres de nuestros enemigos
empujando sus changuitos
por el pasillo de sopas y conservas.
Me encantan las sirenas,
silenciosas y kafkianas.
Calladas se defienden.
Ahí está el peligro:
no vienen a mí: yo voy hacia ellas.
Derivo del billete a la moneda,
al papel, al plástico. La metonimia
perfecta:
una foto, tu firma y cuántos meses
para que el miedo pierda interés.
Miro sus bocas sin oírlas, sé de lejos
el precio de lo que ofrecen y lo que
vale:
humilde esperanza humana de vivir para
pagarla.
DOMINGO
Lindo día para ir al supermercado.
Temprano. Para pasear.
Las mujeres se pierden
en góndolas de amor y arroz.
Desde cada estante
las voces reclaman
a los prevenidos paseantes.
Murmullo de sopas vegetales.
Seductora voz masculina
en las tres hojas de corte diamante.
Risas infantiles
en el dulce de leche
y un rumor beligerante
en la sección limpieza.
Armas químicas caseras
para masacrar bacterias.
No vinimos a buscar la vida eterna
y sin embargo…
el mundo entero se nos ofrece,
se exhibe posible
a mano
listo para llevar.
No quiero una piel nueva.
Esta relata mi vida
como los anillos de un árbol.
El pan se endurece, la carne
se pudre, la verdura
muere y lo demás vence.
La lucidez de la necesidad
saca al pasillo mi lado salvaje
y festejo mi maravillosa vida
en su feliz degradación.
LÓGICA DEL MENDIGO
El mendigo pide de memoria aun dormido
repite reclama bajito
no es cuestión a veces dice cuánto
y por qué para qué el mendigo
escucha las razones
por las que se le niega la limosna
y agradece siempre. Un horizonte
de sorpresa es el límite de la
limosna.
Cada quien es mendigo y sabe
que aunque espere no va a ser suficiente
y habrá de mostrar la mano pidiendo el
resto.
Haremos del cuerpo el umbral la plaza
y con mucho cuidado
elegiremos las dos o tres
palabras para mendigar.
Y aún dormidos repetirlas la mano
estirada
los ojos largos. Jamás preguntar
por qué agradecemos lo que no hemos
pedido.
ÁLBUM
El alma de tanto retrato inesperado
es la última ilusión
de un tiempo reversible.
Si fuera cierta la idea loca del regreso
y quedarse un poco
concentrando la fuga estancada
en el detalle que se descubre después
de hojear el álbum
diez mil veces
paso el dedo por mi álbum
de almas perdidas
después de una foto sin avisar
paso el
dedo y se van muriendo
como el reseco souvenir
de un mágico momento entonces y ahora
se ha olvidado uno de para qué lo guardó.
Repetidos y sin orden, galpón kiosco
bazar subiendo y bajando
paquete caja cinta para embalar
civilizadamente dejar que se lo lleven
todo.
Lo contrario es resistir el absurdo
como si el tiempo se plegara
un tiempo de hojaldre
amasado hasta lo invisible en miradas
superpuestas, condensadas,
abiertas en cientos de hojas.
Mi madre dice que entre las cosas
heredadas
de mi abuela había un vestido sin
estrenar.
ELEGÍ
Elegí el fuego, por supuesto, más que las
voces
la sangre o el amor elegí el fuego.
Pensaba los objetos como un fuego compacto contenido el envión de la mano
en alto
para tocar la voz del cielo. Pensaba
no hay dolor en el fuego, una quemadura
de adentro hacia fuera: la fe, por
ejemplo.
Pero no estaba lista para elegir, me
quedé
en la hipnosis del rojo en la madera,
el fulgor del metal, el cristal
caprichoso.
A salvo para siempre en la agonía
de una muerte explicada. Sospechar del
fuego
hasta no saber si así es el fuego.
Sospechar del cuerpo que ya no quiere
nada
y mucho menos otro cuerpo. Elegir otra
vez
el fuego y ser ceniza al primer viento.
El viento no distingue una ceniza de la
otra.
DE GIRA
Superficies ajenas, luces, olores,
ruidos de un lugar que quizás ya no se
visite.
Un sitio sin recuerdos. Un cuerpo sin
recuerdos
se acomoda fácil a lo desconocido.
Pero sacarle los recuerdos al cuerpo
es más difícil que evitar un sueño.
Vuelvo en sueños a los lugares que no
visitaré.
Solo así puedo ver tu casa. Saber si
estás.
Dónde. Cómo. El agua. La comida. Tu ropa.
El techo de aburrirse, el patio de la
primera estrella,
la pared triste, esa ventana que cuida tu
árbol.
Estar entre tus cosas hasta la claridad,
cuando rápido juntemos los disfraces.
PIEDRAS
Es como haber encontrado una piedra
maravillosa y rara
sin fecha de origen más allá de mi mano.
Una piedra cuyo corazón desconozco
y guardo,
cuidando que no se rompa.
Apretada en mi mano
conservo un calor diferente
del mío, una noción de la belleza basada
en lo incomprensible.
No ser otra para estar con otro.
Una piedra tiene su propio destino
no pienso engarzarla
ni colgármela en el cuello.
Me basta tocarla en el bolsillo
saber que es mía por un tiempo
sin pensar cuánto,
recorrer sus manchas sus estrías
saber que no soy la primera
ni la última en tenerla.
Formará un ábaco o un castillo
con todas las piedritas
que fui recogiendo en mi vida.
Será el amor la misma
piedra. La misma piedra. La
misma piedra.
(*) Andrea Ocampo (1968)
Vive en Rosario. Coordina talleres de
escritura. Periodista. Columnista de literatura en Radio Universidad de
Rosario. Poemarios: Lo bueno breve (1998); Dale brazos (2001); Segunda edición
y sueltos (2003), Góndola (2011)
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