Publicación del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Colorado (USA) |
La belleza de lo que pide ser
revelado
Estos poemas repartidos en cuatro secciones dentro del
libro se ocupan de lo cotidiano: el simple acto de rallar una zanahoria, la irrupción
de lluvia descontrolada, la vida en un geriátrico, un arroyo, figuritas infantiles, las
intrincadas y sugestivas peripecias de los sueños nocturnos, la belleza de un quinoto, sonidos de
patinetas en medio del silencio de la
madrugada, así como de lo menos tangible: la pérdida del amor o el deleitable
acto de leer y el de escribir en su carácter de tarea especular.
En
el texto inicial que abre el volumen con el título “Profecía” aparece ya un
definitivo indicio: lo que se encuentra
allí adelante resulta inaprensible. En la literatura de Marta Ortiz este rasgo
no es sorprendente, ya que existe una correlación entre su mundo narrativo y su
producción poética, emparentados ambos por la búsqueda de una mirada que
encuentra misterio en el mundo, la riqueza de lo variado, causas de fascinada
indagación que suelen dejar flotando lo aprehendido. Ese rico espacio exterior
que es motivo de la captación y de la atención poética se muestra como un ámbito
cautivador y atrapante. Luego, en el primer tramo que agrupa los poemas bajo el
título de “Ilación de la ausencia”, surge una ausencia cargada de presencia. El
proceso de duelar al ser querido supone, inevitablemente, la reaparición de lo
que ya no está: lo poseído es lo mismo que aquello de lo que se carece, de
manera que nos topamos con una ambigüedad, una incerteza, un área fronteriza.
En el poema que abre el libro surge una imagen vibrante: las dos caras de una
moneda. Derecho y revés en tensa oposición, lo muy visible y lo que se
encuentra entre bastidores oscilando en su intermitente aparición. A partir de
a aquí ya está trazado el rumbo estético de este conjunto de poemas.
Apenas se ingresa en Fuera de foco
puede observarse que estamos frente a una poesía que valoriza lo rítmico
y la experiencia perceptiva. Musicalidad e imagen ensambladas en un movimiento
que no admite notorias disonancias. Aún así el ritmo suele apoyarse en lo
entrecortado, cuya función consiste en enfatizar, entre otras características,
el recorrido de la mirada y el contraste necesario que algunas temáticas
plantean. Una poesía que da la sensación de introducirse en el interior de las
cosas y los seres para desentrañar sus
secretos y, desde ese hondo interior, rescatar el detalle sutil de lo que,
escondido, relumbra. Una poesía que expresa el panorama de lo indecible, acaso
de lo más indecible, lo oculto, lo que pide ser revelado. Ese aspecto del mundo
secreto que sobrevuela en los poemas de este libro desgrana sus sutilezas y
vuelve a replegarse. La voz que va hilvanando estos versos dala impresión de
extraer el punto nodal de lo más preciado para dejarlo allí, encapsulado, ante
la vista de todos. Podría afirmarse que se trata de una poesía de la belleza de
lo oculto que produce el desocultamiento en detallado y cuidadoso proceso. Hay
un detenimiento en el detalle que logra alcanzar un toque de epifanía, de
aparición momentánea y fugaz. Y la fugacidad da lugar a la pérdida en la que
con cierta frecuencia el sujeto se abisma o trastabilla.
A medida que se avanza en la lectura de Fuera de foco
se hace necesario plantearse la relación que la poesía de Marta Ortiz ha
establecido con un silencio que desnuda los matices de su voz. Cada verso va recorriendo el borde
del silencio y ya sabemos que el silencio es ese lugar privilegiado que potencia el
alcance de cualquier enunciado, sin duda para el género poético es el germen
donde quedaron encerrados los grandes interrogantes. Al jugar por los bordes,
haciendo que la palabra se sitúe también en ese límite, gracias a la necesaria
ambigüedad se acentúa su poder de evocación y, al mismo tiempo, se enriquece la
mirada. Desde el silencio que enmarca los poemas nace el rescate de lo
focalizado mediante un trabajo de filigrana y aguda observación. El acto de
dilucidar lo escondido se presenta como un proceso continuo que eleva la mirada
del sujeto de la enunciación y a la vez habla de su condición de testigo y de
su capacidad de descubrimiento, poniendo de manifiesto un mundo enjoyado que alguna
vez se replegó para que ahora, con un gesto casi ceremonial, se realice el
camino inverso y se despliegue. No casualmente el título del poemario Fuera de foco nos remite al
ejercicio de mirar, en este caso haciéndolo de un modo desenfocado, como si el
minucioso trabajo residiera en realizar un corte transversal para escapar de la
rutina de la observación automatizada. Se hace necesario recordar el precepto
de los formalistas rusos de principios de siglo XX que proponían la
desautomatización de la
percepción como premisa básica ante el inicio creativo
de una obra artística. El acto de mirar en el contexto de la obra de Ortiz es una
práctica arriesgada que puede conducir al quiebre del sujeto, atravesado por su estar en el
mundo, porque aquello que es mirado moviliza toda la afectividad del ser en su condición
de vulnerable humanidad. Lo que se desencaja aquí abre la posibilidad de ver como un
vidente a la manera de Rimbaud, un vidente que rompe esquemas y modelos prefijados. Quizá
por tal motivo muchos poemas dan
la sensación de que la mirada no se desliza desde afuera hacia adentro sino al
revés, que el punto focal se sitúa en
el interior de lo observado y se desplaza hacia un afuera como se
evidencia claramente en el poema “Ralla la zanahoria”
(pag. 57).
Las cuatro
partes en que está dividido el volumen intentan ordenar lo inasible de ese desmenuzamiento del mundo y organizan así un
microcosmos en el que la ausencia del ser amado abarca la primera mirada con un alto grado
de intensidad lírica y conduce a la reflexión o eleva el nivel de comprensión: “entendí/
que la fuerza de tu sonrisa/ venía de las astillas perdidas/ de la inmortalidad” (pag 16).
En la segunda parte se reúne una serie de misceláneas donde los espacios parecen ocupar el
primer plano. En la tercera hay un predomino de la temporalidad, cierto rasgo onírico y
en el último, tal como su nombre lo indica, impera lo dialógico, de esta forma la
culminación del entrañable recorrido de la mirada se vuelve sobre otras escrituras literarias con
el mismo fervor con que antes se buceó en la propia interioridad o se
desplazó el punto de atención hacia el afuera. Las palabras claves para abordar la poesía de
Marta Ortiz podrían ser ambigüedad, intensidad e inasible. Este nuevo libro se suma al trayecto iniciado con Diario de la
plaza y otros desvíos y Casa de viento para seguir
delineando un compacto y sugestivo universo poético.
No hay comentarios:
Publicar un comentario