Copio aquí la excelente y sensible reseña que la Profesora y Licenciada en Letras
Aída Albarrán, dedicó a mi libro de cuentos
“Colección de arena.
Publicada en ALBA DE AMÉRICA (revista anual del Instituto Literario y Cultural Hispánico –ILCH-; ISSN 0888-3181); volumen 34, octubre de 2014, pág. 317 (Aída Albarrán, “Arena de Voces”; Marta Ortiz, Colección de
Arena).
Arena
de voces
Marta Ortiz: “Colección de arena”, Editorial
Fundación Ross –colección Narrativas Contemporáneas–, Rosario, Argentina, 2013.
Por Aída Albarrán
“Colección de arena”, antología de cuentos de Marta
Ortiz, suma otro título de excelencia a la ya reconocida Colección “Narrativas
contemporáneas” que publica Editorial Fundación
Ross y dirigen esta narradora junto con
Gloria Lenardón.
¿Se puede coleccionar arena?, ¿trasegar la
desmesura del desierto?; en el desierto “no hay escaleras que subir, ni puertas
que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso”,
expresa el narrador en uno de los relatos de Borges. (1) Atentos a la orfandad
del personaje concluimos que no hay artificios que lo resguarden de la nada,
está solo en su laberinto, pero al concluir el relato una cita remite a otro
relato del mismo autor en una serie que no tiene fin porque nada se agota
cuando entra a tallar la ficción que restituye, pesca, selecciona, rescata y da
forma a los “trastos inútiles” que arroja el tiempo, una marea que desgasta pero que también deja sedimentos en
la orilla. En el borde de la nada trabaja el lenguaje.
En “Colección de arena”, el hilo discursivo
transita la metáfora; no trata de ceñir o aprisionar la arena, no es conveniente; la metonimia puede resultar
irrisoria si no se adecua al hilo narrativo que deja escurrir las historias
y desenvuelve en filigrana evocaciones
sutiles, exentas de inocencia. Los pasos
precavidos, la mirada cautelosa no admiten la seducción del pasado, la escritura no acepta caminar a ciegas, sabe
“que la memoria ofrece caramelos donde hay mierda” (2). Es un buen comienzo. La hoja en blanco espera.
En estos cuentos, Marta Ortiz se reafirma como
una narradora exquisita; explora diversos registros con naturalidad; la mirada
funda lo observado, le otorga sustancia, lo interroga, lo expone: “el súbito
recorte de mi figura en el marco de la puerta (…) atrajo el brillo curioso de
las miradas…” (23); “…los ojos de la mujer son opacos, parecen atravesados por
el desierto, ojos de piedra que ella no quiere ver porque son una tortura”(37);
“le mostró el dibujo terminado al padre, pero él ni siquiera la miró a ella y
menos miró el dibujo” (49), las citas pueden ser innumerables. La mirada se
apropia del otro, lo deja en la oscuridad que ignora o en el brillo que
desnuda. Por el contrario, las palabras, el lenguaje, se adhieren a las
grietas, a los quiebres de la luz cuando sólo quedan las cenizas: arena de la
memoria.
Los relatos van hurgando en los restos sin
condescendencia; transitan lo íntimo y lo público, dan cuenta de otros relatos,
incrustan con precisión de orfebre en la filigrana del discurso el eco de otros
textos pero jamás adhieren a ríos o corrientes
pasajeras porque parafraseando a Camus “el arroyo y el río pasan. El mar pasa y
permanece. Así sería menester amar siendo fiel y fugitivo” (3) La escritura de
Marta Ortiz es un acto de amor hacia la literatura, -fiel y fugitiva- “se queda con la mar”; crea historias, inventa
nombres, concibe un nombre y un espacio:
“La Desolación”.
Lo habita con palabras, le da nuevo sentido, de eso se trata, el acto de
escribir, implica soledad, hay que cultivar en la arena y afianzar los retoños
a fuerza de trabajo y empecinamiento; siempre hay un oasis en medio de la nada.
En el discurrir de la marea, los relatos van y
vienen de lo público a lo privado. “Zapatos
de fiesta” es un cuento que aborda la
historia reciente de un modo despiadado,
-merece el párrafo- la narradora despelleja el tiempo de la dictadura con una
lucidez y honestidad intelectual pocas
veces apreciada en otros narradores argentinos. Hay que exponer el alma para
desnudar una época sin conmiseración ni subterfugios. Si las historias -como
expresa el epígrafe - comienzan a ras del piso, se elevan y adquieren alas
gracias a la maestría del narrador. Marta Ortiz tiene vuelo propio; con
sutileza dinamita todos los clichés sobre la memoria de un tiempo feroz en la
Argentina. La mirada –de nuevo la mirada- nos deja sin máscaras y sin excusas.
Los detalles nimios, que a veces rozan lo naif agigantan la presencia de lo
soterrado que sólo se sospecha pero que se aparta como si fuese un obstáculo
para la felicidad; las imágenes son confusas, ¿se trata de un sueño o de una
pesadilla?; de repente la memoria pisa
el vientre fétido de una araña y se desprenden una multitud de arañuelas, el
vientre expulsa la cizaña. El huevo de
la serpiente anida en la conciencia, la
escritura es perversa cuando escarba en los lugares incorrectos y pone sus
garras donde no debe. Con naturalidad
brutal la narración se mete con nuestro silencio, se mete en nuestra conciencia,
es políticamente incorrecto y se
constituye en una de las mejores ficciones que aborda un tiempo que muchos
quisieran olvidar.
“Coser, enhebrar, pulir, aderezar”, Marta
Ortiz enumera verbos que explicitan su labor; la narradora zurce los colgajos
de algo que fue y se vuelve fantasmagórico y la escritura borda, se somete al rigor de la
puntada fina, pule, pero no quiere lograr el brillo que enceguece; a menudo
prefiere la penumbra porque difuma los bordes y los vuelve inquietantes como
esas historias que parecen sujetas a un
costumbrismo demodé, cuando de repente suelta amarras, da un golpe de timón y navega sobre la
rémora, escarba en la anodina felicidad de
la vida familiar y de la sociedad; la ironía y el humor corrosivo son otras de
las características de sus historias que ofrecen una visión corrosiva de la
realidad.
Un
desierto de arena: la hoja en blanco; cuando el autor acepta el voluptuoso
diálogo que le impone la hoja emprende una travesía en la mayor soledad; el
acontecimiento es la ficción, si la ficción permite el goce de la lectura la
arena se esparce sobre la libertad del lenguaje y adquiere forma. Celebramos este
libro de imprescindible lectura.
(1)
Jorge Luis Borges, “Los dos reyes
y los dos laberintos”, El Aleph,
Obras Completas, Emecé Editores, Buenos Aires, 1972
(2)
Marta Ortiz, “Zapatos de fiesta”,
antología citada
(3)
Albert Camus, Diario de a bordo, “El verano, Bodas”, Ed. Pocket, Edhasa, España
1980.
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