OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

domingo, 7 de abril de 2013

HUGO FRANCISCO RIVELLA

Paul Klee, Peces mágicos































OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS (*)

 
He nacido aquí



A mi pueblo: Rosario de la Frontera


He nacido aquí, cuando septiembre deja una huella en

los lapachos y el río suelta los peces con un murmullo

líquido.

Me ha signado nacer en esa casa de horcones de

quebracho y de anchas maderas de algarrobo (recuerdo

mi niñez con los ojos del fuego en mi garganta) y el horno

con muñequitos de harina azucarada.

Las primeras palabras de amor a medialengua y andar

entre los días tropezando.

Ese será el sitio exacto de mi muerte.




He sido una gardenia en un retrato viejo



a Hilda


He sido una gardenia en un retrato viejo y el silencio

del piano en la voz del jazzista.

Fui una caracola en el océano donde naufragaba el galeón

del pirata,

la palabra obstinada por entrar en la noche del poeta que

baila a la luz de los tigres y va por la cintura de la mujer

aquella que una vez deshizo su tristeza.

En tu vientre,

madre,

seguí siendo el niño que desterró a los ángeles del cielo

y soñó con los peces de tus ojos lavados,

luego nací a la vida como un milagro.





He de morir del modo en que he vivido




He de morir del modo en que he vivido. No seré como

el cóndor que tiene un solo amor y se deja morir cuando

la muerte se lleva lo que amó como un soplido.

Vuela, se eleva y se deja caer desde la altura cuando pliega

sus alas y en el aire es una ráfaga que ya no pertenece a

tanta muerte.

Bendito cóndor, agua sublime.

He de colgar del árbol como Judas pues traicioné la senda

y la mirada del hijo que he soltado de la mano. Fui un

pirata en los mares del sur, crujía mi calavera cuando mi

espada atravesaba el alma de algún náufrago, y fui un

ladrón en las garras del tigre.

Tendré mi muerte así, pura y desnuda.

Escribiré un poema en el ocaso, garrapateado en la

sombra del hombre que fui,

tal vez,

de ese modo se recuerde mi nombre a la luz de una

lámpara.






Es fría la muerte, madre

a Margarita Rivella



Ahora es fría la muerte, madre.

Yo cerré tus ojos sobre la cama en que yacías: en ella

te dormiste para siempre, mientras Tina calentaba agua

para el mate.

En esa casa, madre, por última vez soñaste los lapachos,

la lora con sus verdes lloriqueos y el piar de las gallinas

contra el cielo.

Luego tiré una sábana desteñida sobre tu cuerpo que

también dormía.

Ahora camino por la casa, madre, y siento que todavía

anda tu corazón entre las buenas noches, las alegrías del

hogar y las dalias.

En esa casa,

madre,

viviste los duraznos, las granadas y las noches en que

hacías empanadas para matar el hambre. Fuiste feliz

conmigo, con los nietos, con la risa más clara de Leonor

y la flor memoriosa de los días.

En esa casa, madre, fuiste el amanecer y el adiós con

sus lágrimas.

Ahora es fría la muerte, madre.

Te mueres en un hospital como un fantasma y en la Sala

Tal de la Casa mortuoria cuatro luces fosforescentes

parpadean sobre tu cadáver.

 
(en: Piedra del Ángel, Universidad Autónoma de México, Toluca, México, 2011; Prmio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada, edición 2010)



 (*)Hugo Francisco Rivella (Rosario de la Frontera, Salta, 1048). Poeta y músico ha merecido premios a nivel provincial, nacional e internacional. Ha publicado: Caballos en la niebla; La carretera y otros poemas (2001); Zona de otos días (2007); Yo, el Toro (2008); Centro de tormentas (2010); Piedra del Ángel, Universidad Autónoma de México, Toluca, México, 2011; Prmio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada, edición 2010. Ha participado en numerosas antologías.