- DE LA DIVERSIDAD DE LOS BORDES EN LOS RELATOS DE MARTA ORTIZ, por Roberto Retamoso , en Agencia Paco Urondo (APU), 24 de noviembre de 2024
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DE LA DIVERSIDAD DE LOS BORDES EN LOS RELATOS DE MARTA ORTIZ
En el borde (Alción, 2023) es un título
que, al nombrar, significa. Significa un lugar, un espacio, un ámbito, que es
el de la propia escritura.
Digámoslo así: la
escritura bordea, hace borde, se vuelve fronteriza (border).
Por ello, separa
tanto como une; opone, tanto como identifica. Una escritura fronteriza es una
escritura donde las cosas se mezclan. Las cosas son y no son lo que son,
aparecen, parecen, desaparecen.
El borde del título
es ontológico -remite al ser de las cosas- pero también es simbólico: remite al
lenguaje y sus formas. Por ello, el título expone las cuestiones dilemáticas
con las que se enfrenta todo escritor, cualquier escritor, y que podrían
resumirse de este modo: “¿y qué se hace ahora con esto?”... Donde
“esto”, claramente, es el mundo, y “se hace” es escribirlo.
Lo cual supone una
serie de problemas que son tanto conceptuales como prácticos, ya que esa
pregunta pone en juego, por una parte, la cuestión de “la percepción” y por
otra, la del lenguaje.
Porque estos
relatos de Marta Ortiz, en su mera acaecer, nos obligan a preguntarnos: “¿qué
percibimos?... ¿cómo percibimos?... ¿cuán fiable es nuestra percepción de las
cosas?”...
Como nunca sabemos si “lo que percibimos” se
corresponde “con lo que genera nuestra percepción”, si lo que vemos, oímos,
sentimos es real o es puramente imaginario, si “estamos en presencia de
personajes y eventos auténticos o todo transcurre en el terreno de lo
fantástico u onírico”, los relatos transcurren sobre una indecibilidad
ontológica que requiere de una correspondencia expresiva.
Por tal razón,
estos cuentos se sitúan, además, en el borde de los géneros.
En el borde que
separa -aunque conectándolos-, el dominio del relato realista y el dominio del
relato fantástico.
La escritura de
estos textos, también sinuosa y por lo mismo border, no opta por un
modelo o por otro, por un género narrativo en desmedro o en contra de otro. Lo
que hace, en todo caso, es hilvanar, “zurcir”, si se quiere, materias
textuales, sustancias narrativas, para producir una suerte de collage genérico,
en el que el realismo no es más que el reverso indispensable del fantástico, y
la invención imaginaria un modo posible de simbolizar la realidad.
Todo lo cual
está sostenido por una voz femenina que, al tiempo que narra, duda,
vacila, se rectifica, tanto como disfruta y goza. De lo que mira, de lo que
encuentra, de lo que imagina, tanto como del acto de contarlo, es decir, de
escribirlo.
Y que acaso por ello se permite bascular,
libremente, entre el orden de la fantasía y de los sueños, y el de la más cruda
realidad. Entre la percepción de estatuas decapitadas y extrañas metamorfosis,
y el espectáculo de un niño que amaba jugar con soldaditos de plomo, hasta
transformarse después en ese general que provocó una masacre de soldaditos
reales, llamado Leopoldo Fortunato Galtieri.
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