OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

domingo, 8 de febrero de 2015

BAILE DE CARNAVAL



 
 

BAILE DE CARNAVAL



 por Marta Ortiz

Se detiene en los detalles, le ayudarán a reconstruir ese fragmento de infancia fijado en la fotografía en blanco y negro que sostiene entre los dedos ‒la gota de resina que atrapó al insecto convirtiéndolo en fósil‒. Ella, en primer plano con otras dos niñas, disfrazada de aldeana, no recuerda.

La foto en blanco y negro tiene un reborde decorativo, dentado. Encaja sus cuatro puntas en una base de cartulina rectangular con tapa, como una tarjeta de cumpleaños o de Navidad. Cartulina de textura rústica amarillenta, cosas del paso del tiempo. A Portrait Study, palabras impresas en la portada (se usó una tipografía artística con exceso de curvas y repliegues enlazadas entre sí), revelan el origen extranjero del papel. Una lámina extra de papel de seda transparente, papel araña, protege la fotografía tomada en un club de barrio, noche de carnaval. Fotógrafo Social R. L. Martínez, dice el sello de autoría.

Detrás de la mesa que ocupa el grupo completo, los caños gruesos y el recuerdo impreciso revelan una cancha posiblemente de básquet. En su perímetro interior se distribuyeron mesas y sillas. Los adultos, en la línea del fondo, sonríen a la cámara. Algunos, usando un cocoliche de sello propio, se ven ridículos. El primero a la izquierda, en el último plano de la toma, eligió una careta con gran nariz, bigote mostacho y anteojos redondos unidos a unas cejas hiperpobladas. El disfraz se completa con un sombrerito hongo, de paja, y un moño de payaso abrochado al cuello. Lleva del brazo a un hombre corpulento, su máscara exagera rasgos faciales de mujer, viste un  batón floreado, cartera blanca y collares multicolores. 

 

En la segunda línea, sentadas a la mesa, las cuatro mujeres de la familia que no es la suya, miran atentas y expectantes a la cámara. No llevan disfraces. Ella no ve a nadie de su familia, se trata de una familia vecina. En la primera línea, exhiben la amplitud de sus faldas, posando para el fotógrafo, las tres niñas también sentadas: Yita es la bailarina (tutú de color oscuro, parece terciopelo, volado de seda y brillo de lentejuelas); Carlita la hawaiana abre las hebras de rafia que cuelgan de su pequeña cintura de tela a rayas; y ella, Dalia, la aldeana de delantal blanco almidonado y cuidadosamente planchado, y un mini corset con lentejuelas en la cintura. Un gran moño también con lentejuelas, alas de mariposa, enmarcan su cabeza.

La noche de carnaval, esa noche precisa que ella sostiene entre sus manos, no se sale del marco de la fotografía, no expande la visión salvo por el auxilio de la memoria que emparcha huecos con recuerdos prestados; haciendo uso de esos parches puede  entonces ver la cancha transformada en pista de baile, baile familiar. Ve guardas de papel de barrilete y farolitos chinos. Hay mucha gente, es difícil caminar. No alejarse, no perderse. Mascaritas y mascarones. Sabe que el Carnaval es una fiesta que estimula la inversión social, los pobres se sienten ricos y los ricos prueban la libertad de sentirse pobres. Todos travestidos.

Pero todo se borra cuando una nueva imagen sube, nítida, desde las profundidades y se superpone a todas, a las propias y a las prestadas: la ve a su madre todavía joven, activa, en el gesto de acercarle un figurín de modas abierto en la doble página con modelos de disfraces para febrero. Esas revistas antiguas que sugerían la moda con dibujos, más que con modelos de carne y hueso. Para niños y adultos. Le pide que elija uno, los señala  ¿cuál te gusta más, de indiecita, de aldeana, de odalisca, de princesa, de…?

No sabe por qué, aquella niña cree que será feliz vistiendo el traje de aldeana. Éste, dice, y lo señala con el índice, quiero que sea igual. Y la madre sonríe satisfecha y cierra el figurín pensando ya en las telas, la tafeta, las lentejuelas, las medidas. Espejadas una en la sonrisa de la otra, son cómplices, todo es juego. Esa misma tarde irán a la tienda a comprar los materiales para confeccionar el disfraz. El mismo que ella luce en la fotografía tomada una noche de carnaval, hace muchos años, en un club de barrio. 

febrero de 2015