
Edward Hooper, Halcones de la noche (1942)
OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS (*)
Poema I
No estoy aquí.
Ya lo sabía.
Sospechaba de mí
desde hace un tiempo.
Un extraño temblor
me desvía la mirada
hacia puntos oscuros
y lejanos.
No sé aún
si es temor o desconfianza.
Pero apenas me observan
me incomodo.
Empiezo a repasar
cada una de mis cosas,
las prendas de vestir
y los muebles de la casa.
No consigo saber
si ya he salido
o si estoy por regresar
al mismo sitio.
Poema II
En este silencio
que almidona las palabras
edifico otro silencio
más severo.
Más duro y cerrado
que las piedras,
más viejo
que algunos pasatiempos.
Sumergido en el agua
de sus días
sólo alcanzo a nadar
cuando me duermo.
Fatigas
La bruma
de un sedoso pasatiempo
se disuelve entre fatigas.
Nadie puede pensar
modestamente
en armar su descanso
en otro sitio.
Esa vaga sensación
que filtraba nuestras voces
es ahora un oscuro sedimento.
Un recuerdo vidrioso
en cada noche
apretando
nuestros párpados cansados.
Paisaje
Alcanzaron
espinosos horizontes
que apretaban
en su mente.
Mentalizados
como tales
anduvieron después
por las orillas.
Ciudades capitales
y campos arrasados.
Troncos secos
pegados al camino
en medio de la niebla.
Pasajes que ocuparon
la mirada
Hasta entrar en el alma
del viajero.
Observador oculto
Oculto en la escalera
observa los escasos movimientos:
el hombre que sonríe de mañana
la mujer que agita su plumero
o aquél que entre vagas intenciones
se decide a saludarlo.
Las palabras tropiezan
y acarician sus oídos.
La radio del vecino
murmura sus ásperas noticias:
informes apretados por el miedo
oscuros pasatiempos que se olvidan
y una leve tendencia
a creer en lo increíble.
El cielo apagado del domingo
se escurre finalmente en su memoria.
La casa
Vincenzo Cardarelli
La casa estaba en la esquina de los peces. Un lugar donde ellos se encontraban para poder reconocerse. El agua se enturbiaba con frecuencia debido a la presencia de otros seres. Pero ellos continuaban, pese a todo, llevados por su afán de subsistencia.
La casa no tenía ni puertas ni ventanas. Apenas un borroso contenido, similar a las casas de otros tiempos. Los peces entraban y salían, sin que nada consiguiera detenerlos. Las noches y los días tamizaban los recuerdos. Ese frágil sostén de la vida de otros seres que los peces rozaban suavemente.
(en “Los años anteriores”, Botella al Mar, Buenos Aires, 2009)
(*)Horacio Laitano (Pergamino, 1955). Reside en Buenos Aires. Publicó: “Pensado en otoño”, “Diálogos con la lluvia”, “Memorias de la noche”, “La mandrágora secreta”, Los apuntes del Sr. Quq”, “Humores familiares”. Participó en antologías de poesía y publicó en diarios y revistas literarias nacionales y extranjeras.