OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

jueves, 21 de junio de 2012

Wallace Stevens (*)




La casa estaba en silencio y el mundo en calma

La casa estaba en silencio y el mundo en calma.
El lector convirtióse en el libro; y la noche estival

era como el ser consciente del libro.
La casa estaba en silencio y el mundo en calma.

Las palabras fueron dichas como si no hubiera libro,
fuera de que el lector inclinado sobre la página

deseaba inclinarse, deseaba ser
el erudito para el cual su libro es real, para el cual

la noche estival es como una perfección del pensamiento.
La casa estaba en silencio porque debía estarlo.

La quietud era parte del significado, parte de la mente:
el acceso de la perfección a la página.

Y el mundo estaba en calma. La verdad en un mundo en calma,
donde no existe otro significado, él mismo

es calma, él mismo es verano y noche, él mismo
es el lector inclinándose hasta tarde y leyendo allí.

 
El hombre de la guitarra azul, fragmento

I

El hombre inclinado sobre su guitarra,
un sastre de mala muerte. El día era verde.

Le dijeron: «Tienes una guitarra azul;
tú no ejecutas las cosas como son».

El hombre replicó: «Las cosas como son
en la guitarra sufren un cambio".

Y entonces le dijeron: «Pero toca, debes hacerlo,
un aire que nos trascienda y que a la vez sea nosotros,

un aire en la guitarra azul
de las cosas exactamente como son».
 
IV
¿Es esto la vida, pues, las cosas como son?
En la guitarra escoge su camino.

¿Un millón de personas en una
Sola cuerda, y en ella todo su ademán,

Y todo su ademán, incierto y cierto,
Y todo su ademán, violento y delicado?

Los sentidos invocan loca y astutamente,
Como un zumbar de insectos en el aire de otoño,

Y eso es la vida, pues, las cosas como son,
Este zumbar de la guitarra azul.

V
No nos hables de la grandeza de la poesía,
De antorchas alumbrando el subterráneo,

De la estructura de las bóvedas en un punto de luz.
En nuestro sol no hay sombras,

El día es deseo y la noche es sueño.
En ningún lado hay sombras.

En nosotros la tierra es lisa y simple.
No hay sombras. La poesía,

Excediendo la música, tomará su lugar,
Su vacío firmamento y sus himnos,

Con poesía nosotros su lugar tomaremos,
Y aún con el rasgueo de tu guitarra.

XXII

La poesía es el tema del poema.
De esto nace el poema y a esto

Vuelve. Entre ambos,
Nacimiento y retorno,

Hay una ausencia de realidad,
Las cosas como son. O así lo decimos.

¿Pero están separados? Es una ausencia
Para el poema, que recibe

Así su verdadera faz, verde de sol,
Rojo de nube, tierra que siente, cielo que piensa.

De éstos toma. Tal vez da
En reciprocidad universal.

Las traducciones pertenecen a Alberto Girri ( en: W. Stevens"Domingo a la mañana y otros poemas",fascículo 33, Centro Editor de América Latina,1988)

(*)Wallace Stevens (1879, Readiing, Pennsylvania / Hartford, Connecticut, 1955)


miércoles, 20 de junio de 2012

SANTOS Y DESACROSANTOS (Enrique Butti)

 Reseña a Santos y desacrosantos cuentos de Enrique Butti (colección Narrativas Contemporáneas, dirigida por Gloria Lenardón y Marta Ortiz, para Editorial Fundación Ross)

 
 
LITERATURA. 
NUEVA PUBLICACION DE EDITORIAL FUNDACION ROSS

Gesto estético posmodernista

Santos y desacrosantos es el nuevo libro de cuentos del escritor santafesino Enrique Butti, que cifra la genealogía de su obra en el primer libro escrito en Santa Fe, una hagiografía fechada en 1775 por el ermitaño Francisco de la Rosa.

Por Beatriz Vignoli
 
Personajes escurridizos, inasibles, con destinos tan singulares como anónimos; locos y fantasmas, monstruos híbridos, solterones, raros entre la vida y la muerte; viajeras en trance, solitarios y ermitaños, chivos expiatorios: tal la corte de los milagros que desfila en los arrabales extraños de Santos y desacrosantos, el nuevo libro de cuentos del escritor santafesino Enrique Butti (Santa Fe, 1949; autor de novelas como Aiaiay e Indí) que la colección Narrativas Contemporáneas de la Editorial Fundación Ross publicó en Rosario.
Sin fecha de presentación a la vista, Santos y desacrosantos reúne doce cuentos en dos grupos de seis; la primera sección lleva el título del volumen y está compuesta de relatos inéditos, mientras que la segunda sección, titulada "Solfeo", es la primera reedición en Argentina de un libro de cuentos publicado en México en 1993.
Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo, es el título del primer libro escrito en Santa Fe: una hagiografía, ilustrada con treinta dibujos a la acuarela, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Una reseña inédita sin firma que Butti "desde su clausura santafesina" envió a sus editoras rosarinas consigna este dato como antecedente de su obra y enumera los temas de Javier de la Rosa: "El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones".
Cifrar la genealogía de la propia obra en un incunable dieciochesco es un gesto estético posmodernista digno de Butti, quien rescató algunas perlas de la época colonial como ilustraciones del suplemento Cultural de El Litoral que él editaba a fines del siglo pasado: un siglo que desde el expresionismo y otras vanguardias exploró los cruces literarios entre la realidad y las pesadillas, entre el hombre y la máquina. Al abrir Santos y desacrosantos (o aún antes, al toparse con la cita del libro que constituye toda la contratapa) viene a la mente Odradek, aquel personaje arrinconado que describe Kafka en "Preocupaciones de un padre de familia" y que no pertenece (¿animal, duende, cosa?) a ningún reino clasificable. Como ambos, los seres de Butti habitan en las grietas. "Se trata de una criatura que trepa como una lagartija o como una cucaracha cualquier altura y que como gato o rata se introduce por cualquier rendija y agujero". Así comienza "Senderito de piedras", revelando pocas líneas más abajo la utilidad de esto que además es un niño, Adolfo, un chico de la villa: "Es capaz de introducirse en cualquier edificio, desactivar alarmas, buscar lo que se quiera o facilitar el acceso a los encargados del saqueo".
También la elusiva Gorda de "Claroscuro", la bella viuda histérica de "Su nombre dorado" o el linyera y los huérfanos de "Paso a nivel" existen en un territorio furtivo de agenciamientos a la intemperie, viven como intrusos aun en la propia casa. "Ramón, santo patrono de los vendedores al pie de la ruta" es un mercachifle nómade ya desde el título, y una especie de Santa María Goretti al revés: un mártir de la pasión carnal honesta que renuncia a las materialidades más elevadas con que lo tienta su diabólico hermano. Pertenece al mismo santoral con "La Santa de la Cocina": el más barroco de todos los cuentos del libro, acerca de una cocinera loca que salva las almas de los animales y los vegetales con una serie de rituales inventados. "Imaginaba... su representación hagiográfica: el torso exuberante surgiendo de una montaña de vajilla y electrodomésticos, alardeando en una mano sartenes y cuchillos, y en las cinco yemas de los dedos restantes toda la flora y fauna, doméstica y comestible, en minúsculos brotes y piadosos engendros". En clave más intimista y autobiográfica, el antihéroe de "Inmensa et innumerabilia", un peregrino que retorna a Roma para fracasar en la búsqueda de quien hubiera sido, parece una versión ítalo latinoamericana del Crack Up de Scott Fitzgerald. En resumen, parece decir con humor grotesco, el extraño es uno mismo.

link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-34315-2012-06-20.html

domingo, 17 de junio de 2012

Alicia Steimberg (1933-2012)

 
Mi pequeño homenaje a una gran narradora y MAESTRA de escritores.

Dos fragmentos de Músicos y relojeros:

  Mi abuela conocía el secreto de la vida eterna. Consistía en un conjunto de reglas tan simples, que era increíble que nadie más que ella las conociera y las practicara. A veces nosotros participábamos del ritual, asegurándonos así, si no una inmortalidad completa, por lo menos una buena dosis de inmortalidad.
   Una de las ceremonias de ese culto consistía en hervir acelgas y comerlas inmediatamente, chorreando el jugo de la cocción, y rociadas con el jugo de dos limones grandes. En la forma más perfecta de esta práctica las acelgas se hervían debajo de un limonero. Una vez listas, se hacía una incisión en dos limones que colgaran del árbol sobre la olla, para que el jugo que cayera sobre las acelgas conservara intactas sus vitaminas. Así se evitaba "comer cadáveres".
   Decía mi abuela que el noventa por ciento de los males del hombre provenían del estreñimiento. En casa lo padecían todos, y había un continuo ir y venir de recetas para combatirlo. A pesar de su sabiduría al respecto, mi abuela lo padecía más que nadie. Cuando lograba mover el vientre, andaba un rato con una gran sonrisa, se lo contaba a todo el mundo, y hasta era capaz de hacer algún chiste, o acordarse de la primavera en Kiev.
   Esas eran primaveras, después de unos inviernos que también eran verdaderos inviernos. Cuando ya parecía que el frío y la nieve iban a ser eternos, una mañana cualquiera ella corría las cortinas y veía pasar torrentes por su ventana. No bien se escurría el agua, bajo un sol repentino, todo estallaba en flores y los bosques se llenaban de cerezas. Cerezas dulces, no como las de aquí. Y así era al día siguiente, y al otro, y al otro. No como aquí, en estas primaveras que no se sabe lo que son.
   Así hablaba mi abuela de su país natal, cuando la marcha de sus intestinos la ponía de buen humor.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Mi pierna. Recostada en la cama a la hora de la siesta, con un libro abierto sobre la almohada, he de­jado de leer para observar mi pierna con curiosidad, casi con fascinación. No sólo ha crecido, sino que ha cambiado notablemente. Está más torneada, con la pantorrilla llena, el tobillo más fino por comparación. Veamos las dos piernas juntas. Ahora estoy sentada en la cama con las piernas recogidas, las plantas de los pies bien apoyadas en la sábana. Estas que hasta ayer eran piernas de nena, no muy diferen­tes de las de un varón, aptas para el triciclo y el monopatín, para la mancha y la rayuela, ahora están adquiriendo esas sinuosidades típicas de las piernas de mujer. Esto es algo que me sucede, claro, yo no he hecho nada en especial para que ocurra. Sin em­bargo esta tarde de otoño, en el silencio de la casa, bajo el rayo de sol que entra por la puerta de la pieza y baña mi cama, me asombro y me fascino ante estas piernas que no parecen mías. Las miro de frente, de costado, me paro de espaldas al espejo del ropero y tuerzo el cuello para ver la parte de atrás: es cierto que ahora las pantorrillas se han redondeado. ¿Qué hago? Tengo once años, once años en el otoño de 1944. Es posible que haya algo malo, monstruoso, pecaminoso en la forma en que han cambiado mis piernas. Si no, ¿qué me impediría ir corriendo a comunicar mi gozoso descubrimiento? ¡Miren, miren mis piernas! ¡Ya no tengo piernas de nena! ¡Estas son piernas de mujer! Todavía seguirán cambiando, claro. Dentro de unos años, si puedo evocar mis piernas tal como las descubro ahora, me reiré, por­que en realidad aún no son nada: no son piernas de nena ni de mujer. Pero, miren,¡miren qué cambio! De ahora en adelante andaré en monopatín por el patio; si lo hago por la calle la gente se reirá vien­do a una mujer grande que anda en monopatín. Pero no importa. Esto es cosa mía. Es cosa mía y nadie me la quita.
Pero, ¿por qué está mal?
Bueno, ya he pasado mucho tiempo en la cama, en estas horas después del mediodía. No me permiten mucho ocio. Debo ponerme ya mismo a hacer algo útil. Los deberes, ordenar ni cuarto, lustrar mis za­patos, cualquier cosa. De lo de mis piernas ni una palabra. Me pongo los zoquetes y los zapatos guiller­mina, y antes de salir del cuarto echo una mirada de reojo a mis pantorrillas en el espejo, tanto como pa­ra corroborar mis observaciones. Sí, es cierto.
Salgo al patio. En las baldosas hay una franja de sol, y otra de sombra que proyecta la galería. Qué extraña modorra. ¿Modorra, yo? De veras es raro, porque soy incansable. Pero con gusto volvería a la cama, a leer, a no leer, a mirar mis piernas desde un ángulo y desde otro, en distintas posiciones. Pero eso es ocio, y el ocio está mal. ¿Por qué está mal?
Atravieso el patio y el vestíbulo y entro en la habi­tación más atractiva de la casa: el escritorio. En el escritorio está la colección de los Diccionarios En­ciclopédicos Hispanoamericanos, en veintiocho to­mos, edición de 1912. Hasta hace poco todo lo que hacía era abrir un tomo al azar y buscar las páginas ilustradas: flores, frutos, peces, banderas de todos los países. Pero hace algún tiempo he encontrado en ellos una veta mucho más interesante: la de las pa­labras prohibidas. No sé cuál fue la primera; pro­bablemente, "prostitución". Luego una palabra me llevó a la otra; en cada artículo correspondiente a una palabra prohibida figuraban otras no menos prohibidas que yo buscaría después en el tomo correspondiente del Diccionario, y así me enteraría, aunque el material y el estilo estuvieran algo pasados de época, del significado de la palabra "coito", de "masturbación", "parto" (obsérvese que todas las palabras prohibidas no tienen contenido erótico): "ninfomanía", "satiriasis", "polución" (aún ahora no deja de darme cierto escozor que la gente hable con tanta libertad de la "polución del ambiente", en aquel entonces los habría tomado por deslen­guados).
Pubertad. La sola palabra era pecaminosa, con re­miniscencias de otras palabras prohibidas. Un día Nélida faltó al colegio, y cuando volvió traía un jus­tificativo escrito por su papá, que era médico. Decía: "Mi hija Nélida estuvo ausente el día... por padecer molestias vinculadas con el desarrollo de su puber­tad". Insólito. Claro que el padre de Nélida era mé­dico, y los médicos están autorizados a decir cual­quier palabra... Miré a Nélida con admiración y en­vidia, pero sin entender.
No me había faltado la información mínima nece­saria sobre el advenimiento de la menstruación. Me fue comunicada en términos estrictamente técnicos y formales, y no me sorprendió porque ya conocía el hecho por conversaciones con compañeras de cole­gio. Así supe también que en otros hogares se habla­ba con más libertad de ese acontecimiento fisiológi­co, a pesar de que se trataba de hogares religiosos donde el pecado era pecado y no había vuelta que darle.
El tiempo, inexorable, siguió cambiando mi cuer­po. La ropa infantil, los zoquetes y los zapatos guillermina lucharon denodadamente por disimular los cambios, por aplastarlos, por conservar la loca ilusión de una niñez que se iba para siempre. Pero fi­nalmente venció mi cuerpo. Y hubo quienes no me lo perdonaron nunca.

(de… Músicos y relojeros (Edit. Planeta, Buenos Aires, 1993)


(*) Alicia Steimberg (Buenos Aires en 1933-2012). Estudió en el Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas. Fue Directora del libro en la Secretaría de Cultura de la Nación entre 1995 y 1997. Es traductora del inglés al español y organiza talleres literarios y cursos de lectura de textos en inglés.
En 1971 publicó su primer libro, Músicos y relojeros, en el Centro Editor de América Latina (Buenos Aires), que también resultó finalista en los concursos de ese año de las editoriales Seix Barral (Barcelona) y Monte Avila (Caracas). En 1998 fue traducido y publicado en los Estados Unidos por Latin American Literary Review Press, con excelentes críticas de Publishers’ Weekly y Kirkus. Siguieron La Loca 101 (Premio Satiricón de Oro de la revista Satiricón), Su espíritu inocente (1973), y una colección de cuentos de carácter intimista, Como todas las mañanas (1983). Paralelamente ha ido publicando cuentos en periódicos y revistas argentinas y latinoamericanas. Su última novela, El árbol del placer (1986) es además una crítica a ciertos métodos de «salvación» de nuestros días, como el psicoanálisis o la homeopatía.
Aunque escribe para adultos también apela a lectores juveniles como en sus obras El mundo no es de polenta, publicado en 1990 y Una tarde de invierno un submarino en 2001.
En 1983 obtuvo la beca Fulbright y participó en el encuentro de escritores International Writing program, en Iowa.
Ha recibido numerosas distinciones y fue traducida a varios idiomas.

jueves, 14 de junio de 2012

CARLOS PICCIONI (*), POETA INVITADO

Marc Chagall (Vitebsk, 1887 - Saint-Paul de Vence, 1985). Las tres y media (El poeta). (Trois heures et demie [Le poète]), 1911. Museo de Arte de Filadelfia: The Louise and Walter Arensberg Collection, 1950.

POETAS DE ROSARIO XXVI
 
Apuntes, poetas
                                      “Quiero que la literatura
                                                                me duela y me fascine”
                                                                           Herta Müller

Ocupantes GOLOSOS
de literatura

estos discípulos
del arte,
andan flirteando
en sus aledañas
maneras
del ser-estar, etc.

de la viñeta etrusca
del esplendor
que los ampara,
para atenuar
nuestras desgracias.

(a Claudia Caisso)


Calveyra

Arnaldo,
como cuando
éramos chicos,

hagámoslo así

yo te cambio
las ciruelas, que me ofreció
William Carlos Williams,

por el budín
que compartiste con Rosa

en el camino de Mansilla
a  Buenos Aires.

(A Juan Carlos Coria y Griselda Calveyra)


cruzamientos

“abriendo el aire para que
entrara tu visitación” /
tu habitación van gogh
entendí del comentario
LXIII de gelman

entendí tu habitación
van gogh  / 
entendí tu habitación
y la silla
y la mesa
y el amarillo de tu habitación    
y lo entendí a gelman – o traté  - /
      como quiero entender
en los bisontes de Juan José Arreola
a esa “tempestad al ras del suelo”
y a los dibujos de Altamira

y que la definitiva
locura
por las palabras y los colores
esté enloqueciendo
la inteligencia y
el corazón de los poetas

como vos van gogh
“que lo tocás con tu grandeza?”
dice gelman
dice dice gelman
dice van gogh.
           
(a Ramiro González)


Elba

Me contaron
Carla y Violeta
que fueron
a visitarte
a Ibarlucea.

Había, yo, olvidado
que te habías mezclado
con la tierra y el aire.

Me dijeron
también
que pudieron
compartir
        contigo,
la brisa y el sol
de esa tarde,
aun, con las estrellas apagadas.


(a Elba, en memoria)


La pensión de Angelita

             De lentejas
             y tardanzas,
la pensión de Angelita

              aun en la brevedad
de los horarios,
por decirlo así
festejábamos la cuadratura de la mesa,
             y renegábamos de la dictadura de Onganía,
             de la basura
             ancestral de las dictaduras.

             Nos reunía también
             algún poema de Aldo, 
que, seguramente, se dispararía
en el tiempo,
             el nuestro, el tiempo de todos,
       de rubén, juan carlos, alfredo, alberto.
          
 
             Como enharinados textos vallejianos
             nos correspondía esa mesa, esa pensión,
             ese énfasis.


(para rubén oliden lópez, juan carlos coria, alberto tudurí, alfredo reinaldi, en memoria)     

      
Pizarnik
“una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta”.
alejandra pizarnik

Pizarnik
no te conozco
en verdad
no te conozco

se dice / se dice de vos /
se dicen
tantas cosas

pero ese FUROR,
la ocurrencia
que tuviste
de arrimarte
a esa mierda
de la muerte

te convierte,
me parece,
en heroína,
QUIZÁS 
de la tristeza

pero, sí, CABALMENTE
en la amante gozosa
de esas
malditas y preciosas
palabras
que nos reclama la poesía.

hasta siempre,
amiga.
 

                                                también “a la delicada urgencia del rocío”
                                                            ofrezco este poema.


(*) Carlos Piccioni (Tostado, Santa Fe, 1945). Estudió Historia en Rosario, UNR. Ejerció la docencia. Publicó (poesía): Las palabras de todos (1981), Paisaje (1983), y El sueño de las lluvias (1984). Este último obtuvo en 1987, el premio provincial José Pedroni. Desde el agua y el aire (2000) obtuvo el premio municipal de poesía Felipe Aldana.

martes, 12 de junio de 2012

Enrique Butti: Santos y desacrosantos.






 Letra Cosmos

 link: http://www.letracosmos.com.ar/novedades/santos-y-desacrosantos-de-enrique-butti/

Santos y desacrosantos 

         por  Enrique Butti

 ˑ

Editorial: Editorial Fundación Ross
Colección: Narrativas Contemporáneas
Género: Cuento
Año: 2012


Fotografías de tapa y contratapa: Cecilia Lenardón


El primer libro escrito en Santa Fe, escrito y dibujado, es la hagiografía “Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo”, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Ilustrado con magníficos treinta dibujos acuarelados, el texto abunda en virtuosismos estilísticos e imaginativos. El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones. Doscientos cincuenta años más tarde, en tiempos de inevitable incredulidad, cínicas befas del mal, prestigio absoluto de todas las transgresiones y minimalización de toda fantasía narrativa ¿quiénes se entronizarían santos y conjurarían desacrosantos? Enrique Butti, en su clausura santafesina, ensaya algunas nuevas canonizaciones, honrando virtudes heroicas y martirios acordes a una hégira de solapadas persecuciones y dopados sufrimientos.
Como en el tiempo en que los santos eran aclamados popularmente, por vox populi, Butti se arroga el derecho a postular causas de beatificación y santidad, y a practicar exorcismos de sus malditos enemigos, con asumido nihilismo contemporáneo y a la vez profunda credulidad, con el estupor de la inocencia escandalizada, y con el inocente humor irreverente de quien desatiende la reverencia a las ortodoxias, correcciones varias y otras yerbas.
Este volumen de cuentos incluye también seis textos de “Solfeo”, libro de relatos de Enrique Butti publicado en México, en 1993, y que no tuvo difusión en la Argentina.



Sobre “Narrativas Contemporáneas”

“Narrativas Contemporáneas” intenta la selección de una diversidad de voces, tanto las más destacables e instaladas, como las menos visibles y las emergentes. Para ello investiga la región relevando nuevos corpus narrativos, región que no duda en trascender cuando se advierte un paso necesario y enriquecedor. Persigue una actualización de las tendencias, formas y contenidos en permanente evolución.

Un prontuario admite catar, valorar más esto que esto otro; resaltar, sobre la materia que aquí se presta -la colección de Narrativas Contemporáneas-, algunos puntos:
la oferta del había una vez,
la diversidad de escrituras,
las ideas que se agregan y sus pretensiones,
el fenómeno de lo que va y viene,
su registro en el idioma.
La transgresión de lo cotidiano:
un libro para hoy y otro para mañana.

Gloria Lenardón – Marta Ortiz
(directoras)

Títulos publicados:
Mi madre sobre todo, AAVV
El río en catorce cuentos, AAVV
Tirabuzón, Angélica Gorodischer
Santos y desacrosantos, Enrique Butti

Póximos títulos:
Shopping, Gloria Lenardón
Colección de arena, Marta Ortiz

martes, 5 de junio de 2012

AMY CUTLER (New York, 1974)

La alteración de la línea argumental conocida. Belleza.


Above the Fjord, 2010


 


 
Campsite, 2002

 
 Futile fleet, 2003

Trial, 2003




sábado, 2 de junio de 2012

Entrevista para Letra Cosmos / Talleres literarios Ópera Prima

Letra Cosmos

 Letra Cosmos conversa con Marta Ortiz sobre los talleres de lectura y escritura
link: 
 http://www.letracosmos.com.ar/entrevistas/letra-cosmos-conversa-con-marta-ortiz-sobre-los-talleres-de-lectura-y-escritura/

Texto completo: 

-Contanos la historia de Ópera Prima. ¿Cómo y cuándo surgió?

-Abrir un espacio de taller ya existía entre mis proyectos cuando recibí (año 2003) la propuesta de la escritora Marcela Atienza –a cargo entonces del Café de la Ópera, anexo al teatro El Círculo-, de coordinar grupos en ese ámbito, lo que explica el nombre Ópera Prima, elegido por los talleristas. Empezamos en abril y se ofrecieron dos instancias: el taller de Lectura y Escritura y el taller de Lectura.
El 2004, marcado por la expectativa en Rosario del II Congreso Internacional dela Lengua Española, reportó la primera mudanza. Los tres grupos (dos de lectura y escritura y uno de lectura) alcanzábamos nuestra mesa de trabajo eludiendo boquetes, escombros, zanjas; aferrados a pasamanos, sobre tablones, seguíamos los carteles indicadores que diariamente modificaban el ingreso al Café. Imposible olvidar el polvillo invasor que respirábamos, pisábamos y tocábamos. Asistíamos a la destrucción constructiva de una esquina emblemática de la ciudad (Mendoza y Laprida) en tanto se desplegaba el cauce de la literatura. Polvorienta o no, ella marcaba y defendía su territorio. La calle asfaltada volvió a ser de tierra y se colocó el “nuevo” adoquinado; como en un sueño, la calzada retrocedía cien años para renovarse… Y la mutación urbana nos empujó a un nuevo hogar ad-hoc, a solo media cuadra del Café de la Ópera, donde por un misterio atribuido a préstamos temporarios, usamos las mismas sillas que usaron los miembros dela RAE, José Saramago y Sábato y Jorge Edwards y Ernesto Cardenal y tantos otros escritores durante las sesiones del Congreso habidas en el teatro.
En diez años de actividad hubo otros puntos de reunión, siempre bares. Alguna vez la errancia nos desbordó: en 2007, por ejemplo, cambiamos tres veces de domicilio. “No es buena para el hombre la vida errante”, se lee en La Odisea, que paradójicamente cuenta las peripecias de un destino errante. El modelo mítico ayudó: elegimos apropiamos de las historias derivadas y minimizar la ausencia de hogar fijo. ¿Cuánta experiencia hubiera pasado des-apercibida, des-preciada, des-vivida, si algo hubiese frenado la estrella itinerante de Ópera Prima? Finalmente, y desde 2011, el taller se reúne en librería Ross (¿Ítaca? Quién pudiera leer el futuro…)  ya no “en” el bar pero siempre a mano del imprescindible café.

-¿Qué es para vos un taller de lectura?

-Un espacio pensado para lectores que no se sienten inclinados a transformar en escrituras sus experiencias, aunque leer sea una modalidad peculiar de la escritura. Lectores que buscan en el libro un viaje que de un modo u otro desestabilice o trastorne su paisaje interior. Se sabe que la lectura no es un acto pasivo, que el lector interpreta, devela la línea oculta, asocia, se apropia de, agrega, retiene, olvida, opina, asiente o disiente. En definitiva, un trabajo intenso que construye. Somos en alguna medida y entre muchas otras cosas, la suma de lo que hemos leído. “A veces creo que los buenos lectores son cisnes aún más tenebrosos y singulares que los buenos autores”, escribió Borges en el prólogo a su Historia Universal de la infamia; donde incluso afirma que leer es una actividad “más resignada, más civil, más intelectual”.
Los recorridos propuestos en el taller son a veces temáticos, otras por elección de autor o género. Si la hay, incorporamos también la versión cinematográfica. Hicimos incluso la riquísima experiencia de leer clásicos universales (El Quijote, La divina comedia, Las mil y una noches, entre otros). La lectura compartida recupera, además de la cadencia y la modulación de la voz, una vieja práctica oral nunca desaparecida y siempre mágica.

-¿Y un taller de escritura?

-Una reunión de gente nada ortodoxa unida por la misma pasión, locura, adicción, deseo, o como quieras llamarlo, cuyo único material de trabajo es la palabra. Y la imaginación, que entreteje los hilos de la fantasía con la experiencia vivida.
Lo asimilo a la posibilidad de aportar nuevas miradas. Los temas y conflictos en la escritura de ficción se repiten, pero cada ojo registra a su modo, cada subjetividad aporta lo suyo y sale de la galera el texto flamante que siempre parecerá y en algún sentido “es” un nuevo texto.  Sí o sí partimos de la lectura –primer gran disparador de nuevas escrituras‒, el texto busca y seduce a su lector. Luego la reflexión sobre lo leído, el asombro renovado y el deseo inmediato de experimentar qué giro adoptará mi propia voz, en qué inflexiones se distancia de lo conocido, hasta qué límite voy a llegar con mi escrito, ni más ni menos que una vía privilegiada de acceso al conocimiento, certeza que expresó claramente Marguerite Duras en su bello texto Escribir: “La escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que vamos a escribir. […] Si se supiera algo de lo que se va a escribir, antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la pena.”
Importa romper estereotipos, la búsqueda de la voz propia y el aprendizaje constante de la corrección, este punto es tan importante como partir de la lectura para despertar nuevas escrituras. Abelardo Castillo habla de una ética de la forma, coincide con Paul Valéry (y yo coincido con ambos) en considerar a la corrección de un texto no como a una tarea retórica o estilística sino como una empresa espiritual de rectificación de uno mismo.

-Ha sido muy compartida –aunque con los años se fue diluyendo bastante-, una visión negativa, entre algunos escritores sobre todo, sobre la utilidad de un taller. ¿Qué pensás vos que sos autora y tallerista?

-Los talleres literarios son espacios de pertenencia y de resistencia donde los grupos buscan reunirse con sus pares para compartir experiencias. No creo en recetas ni en moldes, la creación literaria y sus secretos son poco transmisibles, más allá de algunas consideraciones formales y consejos expertos. No creo tampoco en espacios muy estructurados ni demasiado light. Sí, se puede transmitir y compartir una pasión creando el clima favorable a la reflexión en torno al objeto o al deseo común que engloba por igual el trato con la literatura y la idea de asumir un destino si visualizo que es el mío (el del escritor/a), y para este objetivo sí es útil, o propicio, me gusta más la palabra, un taller de escritura. De hecho participé en dos espacios afines nada convencionales, por cierto: el de Imelda Ferrero y los grupos de reflexión de Angélica Gorodischer, como también participé y sigo haciéndolo, en múltiples grupos de trabajo. Siempre son enriquecedores.

-¿Cuáles son las cosas que más te han gratificado como tallerista?

-La mística y el vínculo de amistad crecidos al calor de la palabra. Sentir que aprendo en el intercambio tanto como compruebo la evolución de los talleristas. La publicación en 2010 de Debe Haber Cuentos, un libro que firmaron Marta Rodríguez y Oscar Tartabull (ambos miembros de Ópera Prima), este último, un buen amigo y colega a quien siempre extrañaremos. La edición de 6 números de la revista de cuentos Ópera Prima. El libro en proceso de edición “Canon a nueve voces” concebido y editado en su totalidad por un grupo de autoras del taller. Y muchas pequeñas y grandes epifanías, derivas azarosas de la práctica, imposibles de reproducir acá.