OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

sábado, 16 de marzo de 2024

PRESENTACIÓN DE "EN EL BORDE" (CUENTOS, 17/ 11/2023) REGISTRO GRÁFICO


Mi tercer libro de cuentos presentado en el Complejo Cultural Atlas en Rosario (Santa Fe), el 17 de noviembre de 2023. 






Registro fotográfico. Ph: Pedro Mariotti







Imelda Ferrero (presentadora)

Roberto Retamoso, (presentador)




Olga Suárez t Federico Rodríguez (lecturas)





Miriam Falchini y Javier Vilas



de izquierda a derecha: Federico Rodríguez, Roberto Retamoso, Marta Ortiz, Olga Suárez, Imelda Ferrero

con  Pablo Racca

Con Adriana Wilson y Agustin Bianchi




de izquierda a derecha: Ezequiel Orso, Marta Ortiz, Miguel Rodríguez Vallejo, Beatriz Kohlstedtd

con Orlando Valdez y Noemí Correa Olivé

Con Ana Juia Saccone, Orlando Valdez y Noemí Correa Olivé

Miriam Falchini, Javier Vilas, Pablo Racca, Sergio Marqués





            Texto de contratapa 

                 ©Celia Fontán

    Como Dalita y Dalmiro, jóvenes extraviados en los confines del mundo, los dieciocho relatos de En el borde transcurren en la frontera entre sueño y vigilia, apariencia y realidad. Con destreza narrativa, sin abandonar el pulso poético de su escritura, Marta Ortiz construye un territorio ligeramente perturbado al que accedemos por atajos o desvíos. Algo atraviesa lo cotidiano ‒más allá de la atmósfera apenas azul, de la presencia minuciosa del detalle‒, dejando entrever una zona oscura, como si la lógica del sueño se impusiera con disimulo. Hechos y objetos parecen estar fuera de foco o alcanzados por la visión hiperbólica de algún personaje propenso a perderse en la hondura de los libros y nos acerca, desde lo imprevisto, a la verdadera naturaleza de los hechos.

     Todo borde, como velada amenaza, convoca al desborde; y si bien cada relato funda su propia trama, refleja estados de extrañamiento que suelen replicarse  en los sueños. Así lo afirma, citando a Saer, la narradora de “Escenas con relámpagos”: …por la misma grieta por la que él ha vuelto a la realidad, el sueño también se ha filtrado en ella y ahora contamina el universo entero.    

                                                          

 

viernes, 1 de marzo de 2024

Marcela Rosales: EL SILENCIO DE ENERO

Marcela Rosalers El silencio de enero, Alción Editora, Córdoba 2022


Apuntes de lectura:

Un camino en común para avistar estrellas

 ©Marta Ortiz

 Desde la portada, el silencio es protagonista. Yacimiento del que nace la lengua, aquí lengua poética, “lengua otra”, la que es capaz de escuchar “la mínima extensión / de lo que calla” y abrir la boca para decirlo, lengua que cae sobre el papel como música de lluvia para “Escribir un libro de aguas”, de muchas formas del agua, en tanto fluye el diálogo de la poeta con el epígrafe inicial de John Deane.

      Construir un libro con palabras de esa lengua única que nos hermana (más allá de los idiomas), palabras que dirán el hambre, el encierro y otros derivados de la pandemia; líneas que exponen el sonido de un mundo que se ha callado: “oyendo la muerte pasar”, tiempo de edificios quietos “La lengua se estrella / en sus cristales”. Poemas que escriben la otra orilla del mundo donde otras guerras arden y “la muerte se estrella” y que además dirán el amor, la soledad y también la fusión de mujeres familiares con el agua, una tarde de lluvia y lágrimas y gotas terapéuticas.

      “El silencio es el “único árbol / de mi exilio”, escribe Marcela. Y es allí donde la poeta encuentra el poema que como un guante se ajusta al título elegido: “me arden los ojos en el silencio  / de enero / (el nombre de este libro necesitaba un poema, pienso)“

      Un entretejido que se trama conversando con epígrafes ad hoc; un lenguaje ceñido que brilla polisignificante. De verso en verso un paisaje, una reflexión se empecinan en develarnos la huella de vida que es la escritura y deja temblando la interrogación: “¿Es entonces un libro un objeto / un nombre / la palabra / -o la ciudad- / de un silencio anterior / destinado al viajero / que aún no llega?”.

      Sin dudarlo, es todo eso y es mucho más. Con agradecido deleite recorremos estas páginas, un bello emergente de ese “camino en común / para avistar estrellas”.


Algunos poemas de El silencio de enero






miércoles, 28 de febrero de 2024

DOS POEMAS DE ALFREDO LEMON (DE SU LIBRO "23")


Dos poemas de Alfredo Lemon, tomados de su hermoso libro 23, publicación reciente de editorial Barnacle (Buenos Aires 2023)



                                      a Alejandra Pizarnik

 

 La niña de las lilas.

 La princesa abandonada a la ceremonia del lobo.

 La palabra como un puñal sobre su corazón a medianoche.

 Aprenderá a dormir como los pájaros.

 A morir con sed bajo la lluvia.


...................................................................

 

Llueve esta noche en Iruya

Y en medio de los cerros al norte de mi patria

la palabra celebra exultante

Salud arlequines de la inspiración!

En altares profanos bailan su sabiduría los ancestros

Cerca de las laderas de Santa Victoria ningún mal temeré

Avanzo a riesgo de equivocarme

La fragilidad mueve montañas!

Quisiera latir con la unión invisible de toda la creación

Fluir en la extrañeza


Alfredo Lemon, Córdoba, 1960. 

Obra poética: "Eclipses, arritmias y paranoias" (1983); "Cuerpo amanecido" (1988); "Humanidad hecha de palabras" (1991); "Sobre el cristal del papel" (2000);  "23" (2023). 

 




CELIA FONTÁN,: LA GUERRA EN LOS JARDINES



Mi reseña a La guerra en los jardines de Celia Fontán, publicada el 1/12/23 en El Mirador provinacial de Santa Fe, suplemento del diario Clarín:


 

 

Texto completo:

Un aire a secreta nostalgia

©Marta Ortiz

Fontán, Celia, La guerra en Los jardines (La mariposa y la Iguana, Buenos Aires, 2023)

 

Anteponiendo los prefijos micro o mini o nano a los sustantivos relato, cuento o ficción (y otras variantes discursivas), ríos de tinta corrrieron entre teóricos y amantes del género brevísimo, tratando de dar con una etiqueta que englobe sus modalidades. Misión imposible, como suele ocurrir cuando de encorsetar la escritura literaria se trata.

Celia me dijo en una oportunidad: “yo no sé si alguna vez me propuse escribir un microrrelato, creo que nunca; para mí son textos que aparecen y piden decirse en formatos breves atravesados por la ficción”.

No soy adicta a  las etiquetas ni intento definir un género que cuenta con múltiples aproximaciones. Elijo la claridad de una imagen como la que tomé de una entrevista a Esther Andradi, escritora santafesina residente en Berlín: “Es el árbol que no se va por las ramas, la hoja para leer el bosque”. Sigo estas palabras y suscribo: los “textos” de Celia son ficciones mínimas donde nada sobra ni falta, donde lo no dicho puede ser estruendo y el impacto de su lectura, asombroso y perdurable; en La guerra en los jardines, cada relato es la “hoja del árbol” que permite leer el bosque, abordar situaciones cotidianas o fantásticas, naturalmente subordinadas al sello, al tono, a la estética dominante en los libros de poesía de su autora y, más cercano en el tiempo y en el género, a su Herbarium, publicado también por editorial La Mariposa y la Iguana, libro de ficciones breves que despliega, al modo de los naturalistas de los siglo XVII-XVIII, un mundo para ellos desconocido, un herbario de rarezas.

El epígrafe inicial  ‒tomado de la escritora Alicia Kozameh‒, esboza una teoría de la percepción de aquello que se presenta como origen o germen textual: “se perciben formas”, “un mínimo movimiento, una especie de balanceo”; palabras que claramente asociamos a la mirada de Celia, quien recoge esas mínimas percepciones para transformarlas luego en textos a veces misteriosos o irreales o absurdos en el intento de recomponer un recuerdo, un desenlace que no es tal, el retazo, lo inconcluso, lo incómodo.

Si bien muchos relatos conectan metafóricamente a situaciones palpables, también leemos anomalías, curiosidades. La presencia de animales entretejidos a un micromundo de hilos temáticos que compendian la vida en buena parte de su variedad y complejidad, expone un pequeño bestiario: elefantes soñados que son tierra, un hombre lobo que se parece a un caballo viejo, el búho de los campanarios al que no importa tanto ver sino ser visto por él; el caballo blanco que salta a una calle céntrica desde las páginas de un libro de cuentos infantiles; sirenas emergiendo en las orillas de  arroyos o riachos más afines a nuestra geografía local que a la épica grandiosa que las vio nacer en nuestra literatura occidental; un animalito no identificado que late en la palma de la narradora, el quetzal solo visible en la fotografía de quien lo mira, lombrices enroscadas en los patios; gallinas, ocasionales compañeras de juego de quien narra. Todas estas ficciones construyen un mínimo catálogo con anclajes ciertos en la realidad, deconstrucción de mitos y desenlaces en su mayoría inesperados. Leyéndolos, mi memoria lectora actualizó un acápite leído hace tiempo en Los animales salvajes, libro de cuentos de Griselda Gambaro publicado en 2006, que dice así: “No haber nacido animal, es una de mis secretas nostalgias”, tomado de Agua viva, de Clarice Lispector. Por yuxtaposición, por ósmosis ‒quién puede saberlo‒, el acápite que Celia elige para “Las gallinas”, también pertenece a Lispector: “…pues el olor de la gallina viva no es cosa de broma”. Y en los nudos de dicha trama de lecturas y escrituras, volví a respirar ese aire de añoranza de un reino animal remoto que nos precede, ya respirado en la lectura del libro de Gambaro. Dice Celia: “No acostumbro a contar que me crié entre gallinas, menos aún que las extraño”. Así comienza. Y en la misma línea, concluye: “Aun hoy, después de tantos años, suelo sentir ese leve cloqueo de las aves en su acomodamiento nocturno […] y me dejo envolver por el olor tibio de sus plumas”. No hace falta decirlo porque lo sentimos, es la poeta quien ‒sumadas a la nostalgia explícita‒, bosqueja esas imágenes sensoriales que sin escalas remiten al pulso de la poesía.

Y si de brevísimos catálogos hablamos, se ofrece también el de los jardines. Una suerte de jardín de invierno crecido en la frágil memoria de los internos en un geriátrico, momentos de “…alegría ligera, parecida a la que provoca una copa de licor”, se dice.  Un segundo jardín  se cubre de nieve en la memoria de la exiliada aun cuando ese jardín perdido se ubica en una ciudad donde la nieve es solo un deseo o un recuerdo fugaz. El tercero relata una guerra entre bandos infantiles a la hora de la siesta, hora emblemática del escape de los niños a la vigilancia de los durmientes adultos. “La guerra en los jardines”: único texto que por su extensión excede a la etiqueta del microrrelato. Imposible no volver a las secretas nostalgias que sobrevuelan estas páginas, aterric sin escalas a mi infancia, tiempo en que los jardines y huertas de las casas vecinas sobre todo en los barrios, estaban separados por alambrados fáciles de saltar, alguna rotura o agujero lo facilitaba; tiempo en el que la atención de chicos y chicas no estaba centrada en celulares, no existía internet, no había plataformas, apenas algunos televisores en blanco y negro. Un jardín donde los juegos y rituales de infancia más o menos crueles, se inventaban en el momento.  

Entre realidad e irrealidad hay una delgada línea que Celia sortea con naturalidad; el tránsito sutil  de la lucidez a la alucinación, el deslizarse sin preámbulo a la lógica disparatada del sueño, tal como ocurre en “Los disfraces”. Y en esta línea caben también esos misteriosos y sueños de raíz literaria con trenes rusos que indirectamente nos remiten a Tolstoi, a su muerte en una estación de ferrocarril, a  un país, Rusia, del cual se dice que está hecho “a la medida de los trenes, una estética fundada en el contraste entre la oscuridad de las locomotoras y el resplandor de las estepas”. La imagen es de raíz literaria y cinematográfica (no en vano se nombra el crudo contraste entre los blancos y negros que lograba Eisenstein en la edición de sus películas). En la urdimbre de palabras que describen el sueño del personaje que se derrumba en un vagón (ha empezado a nevar como en Rusia) y alucina la imagen de su padre envuelto en un capote, es posible leer un parentesco no solo con Tolstoi o con Gógol (El capote), sino también con Dahlman, el personaje de Borges que escapa en tren hacia el Sur, alucinando para sí una muerte heroica a la que está muy lejos de acceder.

 Recapitulando entonces, además de un bestiario y jardines vistos desde diferentes ángulos con diferentes brillos, encontramos las formas de las emociones, anécdotas simples, recuerdos que rozan lo inmaterial. Hay, por sobre todo, una narración que puede, desde el asombro inagotable, adoptar la voz de una niña, o la neutralidad que se pretende ingenua de quien narra sin tomar partido, exenta de opinión y de ese modo, el juego escritura-lectura ofrece espacio al trabajo del lector, quien podrá suponer, reponer, sentir, creer, descreer, todas las posibilidades abiertas. Se ha dicho, refiriéndose a la técnica de estas brevedades, que se trata de tallar sobre la primera versión del texto o piedra en bruto, hasta obtener el brillo de un diamante facetado. Celia Fontán ha facetado pacientemente estos textos hasta su versión final amorosamente editada por La Mariposa y la Iguana. Un tesoro para el buen ojo lector, ese que bucea en la interlínea. Cisne, en palabras de Borges, a veces más tenebroso y singular que los buenos autores.





domingo, 17 de diciembre de 2023

CALEIDOSCOPIO GORODISCHER, dossier homenaje

 "Caleidoscopio Gorodischer", dossier-homenaje (coordinado por la escritora santafesina residente en Berlín Esther Andradi) en reconocimiento a la vida y obra de nuestra querida Angélica Gorodischer en el que tuve la alegría de participar, se puede leer en línea :

Revista Hispánica de Cultura y Literatura:

https://languages.colostate.edu/confluencia/past-issues/


 Volumen 38 número 2, spring 2023-(Universidad de Colorado, USA, DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS HISPÁNICOS)).

Cliquear "Current Issue 38.2" para acceder al índice completo de la revista y al pdf del Dossier. 

Recorriéndolo en las voces que lo componen, se abren como espejitos de colores las incontables facetas que modelaron la vida y obra de la escritora emblemática que es la querida Angélica.


Escribí este texto ficcional que cierra el dossier:







lunes, 27 de febrero de 2023

IMAGO MUNDI (11 TERRITORIOS)



 

Imago Mundi 11 Territorios, Editorial Ciudad Gótica, Rosario, 2022


Un hilo secreto orientó la búsqueda a un espacio que nos desplegó su universo sorprendente. Habitantes crónicos de la geografía de la palabra y sus texturas, salimos a conquistar paisajes. Traspasada esa frontera imaginaria que los antiguos romanos llamaron “limes”, sucedió el encuentro: un sitio desconocido donde todos somos extranjeros y la letra hace la hospitalidad: Imago Mundi: once miradas, lugar de pertenencia.


TEXTO DE CONTRATAPA

      En “Augurios de inocencia”, William Blake escribió: Ver un Mundo en un Grano de Arena / y un Cielo en una Flor Silvestre; / tener el Infinito en la palma de tu mano / y la Eternidad en una hora. Como un espejo de ese grano de arena, de esa flor silvestre, Imago Mundi aspira a captar, en el recorte de los once territorios que le dan cuerpo, una imagen posible de la totalidad.

      Mapa plural, confluencia de historias recogidas tanto a la vera del Paraná, como en la médula de la ciudad. Episodios donde el azar cósmico arbitra encuentros imposibles, explosiones que destruyen iglesias, trenes que llegan a estaciones remotas, delicadas flores, un hotel fantasma. Crónicas y autoficciones reescriben la vida cotidiana. La emoción  se escribe, se borra y se vuelve a escribir. Ni más ni menos que la acción rizomática de la escritura. Su expansión horizontal echando raíces, brotes que se propagan, palabras que se aparean, su belleza despertando la imaginación.

     Once escritorxs ofrecen once modos de estar en el mundo, o mejor, once modos de circulación entre el cielo y la tierra. Territorios interiores dibujan  una cartografía ficcional en la que (ya, tal vez ya), usted, que leyó esta contratapa, ha comenzado a internarse.


IMÁGENES DE LA PRESENTACIÓN. (17 de diciembre, 2022)






 













ENLACE AL VIDEO CREADO PARA LA PRESENTACIÓN:





Crónica de un día

©Miriam Falchini

 

Según la numerología, el 11 es el número del iniciado, el que ya emprendió un camino y el que tiene la misión de trasladar sus conocimientos a los demás. Además, es la base para lograr el 22, el número del constructor, el del nuevo comienzo, el iniciador del camino que debe recorrerse en beneficio de los demás.

      Hay días en nuestra vida que merecen contarse.

     Por lo general la monotonía de las horas se repite, transcurre con altibajos más o menos transitables sin que podamos remediar o modificar su curso.

Hay acontecimientos que compartimos todos los humanos. El nacimiento de un hijo, una boda, la muerte. Otros, menos excepcionales.

Publicar un libro junto a once escribientes amigos, no se compara con nada.

Todo empezó cuando las hojas en blanco se transformaron con las formas de las letras y el negro le fue ganando en color. Cuando crecieron en la emoción de sus contenidos y encontraron un ritmo, un tono. Fueron leídas y corregidas. ¡Tantas veces! Hubo alguien que supo comprender, coordinar, que con una paciencia infinita escuchó, alentó y se hizo oír. Que puso su talento al servicio del resto. Y el torrente hizo que el río desbordara y se saliera de su cauce para dar lugar a otros ríos, a otros mundos que se hicieron un poco más visibles.  El encanto surgió para dar lugar a la suma de páginas y la suma de mundos  -territorios- para convertirlos en libro.

Fue un proceso tranquilo, espontaneo. Surgió de modo natural. Solamente fue necesario imaginarlo.

Y hubo un día en que una antigua casa convertida en bar, espacio cultural, sede de actividades diversas, fue el lugar que el destino marcó para el evento. El hogar que en algún tiempo perteneció a una familia tradicional, avasallado por el paso del tiempo, con paredes desteñidas y muebles añejos. Un lugar que parecía oscuro se vio invadido por un grupo de personas que lo iluminaron. Algunos traían pretensiones de escritores, otros ya estaban consagrados. Todos ocuparon el mismo lugar, unidos por la fuerza poderosa de la palabra escrita.

Los once ocuparon la misma mesa y apoyaron su libro sobre un mantel también robado al pasado y la magia alrededor del fuego le dio calor y vida al lugar. Fue disfrute. Un poco de sorpresa tal vez. Se rompieron paradigmas y viejas estructuras discursivas fueron reemplazadas por la espontaneidad. Hasta hubo improvisación. Es que siempre sale bien lo que late dentro de nosotros.

Hoy, los once territorios comunicados por carabelas están en los estantes de las librerías, esperan ser leídos. Están a disposición de quien quiera alcanzarlos, y si es posible los convierta un poco en parte suya.

Y como no era suficiente con tanto, en pocas horas otros once jugadores salieron a la cancha para hacer su arte. El del fútbol en este caso. Y con gran esfuerzo, con sufrimiento, lograron un triunfo maravilloso. Gladiadores que lucharon hasta ganar lo que parecía imposible.  Ellos también tenían a alguien que los supo conducir. Llevaron luz al corazón argentino que se prendió de esta alegría para seguir latiendo. Los colores de la bandera se agitaron con tanta fuerza que, confundidos con el cielo, se extendieron por todos los continentes del mundo.

Será casualidad. O causalidad. Pero se dio al mismo tiempo.

Hay momentos que serán eternos. Fotos solo perceptibles a nuestros ojos que como en un desfile se perfilan para no borrarse jamás.