"EL LÍMITE DONDE NACEN HISTORIAS", POR LILIAN ALBA, PUBLICADA EN ROSARIO12 (PÁGINA12) , el 7 DE ENERO DE 2024
EL LÏMITE DONDE NACEN HISTORIAS
TEXTO COMPLETO:
El límite
donde nacen historias
Marta Ortiz, En el borde (cuentos,
Alción Editora, Córdoba 2023)
©Lilian Alba
La escritora rosarina publicó 18 relatos con una prosa siempre poética
que mixtura lo onírico, lo fantástico y lo real.
***
En el Borde es un libro de cuentos que se
sitúa entre lo onírico, lo fantástico y lo real, un viaje destinado a recorrer
emociones, a sacudir contradicciones y dejar a quienes lo leen en un estado de
desconcierto. Los personajes y la escritura de Marta Ortiz están en el borde de
los dieciocho relatos que lo conforman. Los relatos pasean por distintos
escenarios y personajes, historias que parecen no tener un eje pero que se
entraman desde la imposibilidad de pensarlos como reales, a pesar de que la
autora cuenta las anécdotas que superan la realidad y que dispararon cada
cuento.
“Decapitadas” es el primero, pone en juego las
estatuas de la plaza Pringles y la cabeza de quien las observa, Marta Ortiz
aclara a este diario que “las mujeres tienen muchos dichos relativos a su
cabeza, tenés pajaritos en la cabeza, dónde tenés la cabeza, no pierdas el
tiempo leyendo, cosas que una recogió de chicas, eran comunes. Lo de adentro no
importaba”, como esas estatuas decapitadas que muestran la cáscara de las
mujeres. Más adelante se encuentra “El
cuaderno rojo”, un relato inverosímil dedicado a su hija, en el que un
mundo mágico envuelve a la pareja protagonista de la historia, los trasmuta y
los devuelve sanos y salvos al camino perdido. Un cuento de terror se presenta
de la mano de un helecho serrucho en “Crónica
de arborescencias”, una planta desmesurada y amenazante que
devora silenciosamente la tranquilidad del hogar y la seguridad del hijo.
Dos relatos
nos llevan a la memoria reciente, “Río
Lúgubre” que rememora a Bruno Gentiletti y su búsqueda infinita por
parte de su familia, y “Soldaditos”,
inspirado en la pieza teatral Carne de
juguete de Gustavo Guirado, traza un paralelismo cruel entre el juego de
los soldaditos de plomo, la guerra de Malvinas, la embriaguez ante la decisión
de la guerra y la figura del niño futuro Teniente Coronel.
Una segunda parte del libro propone Bordes
vintage, tres cuentos color sepia que navegan entre el dolor, la crueldad y
lo heroico. Narraciones descarnadas que hablan sobre la infancia, los duelos,
la inocencia y los afectos.
Marta Ortiz es rosarina, profesora y licenciada en
Letras (UNR), publicó dos libros de cuentos y tres poemarios, escribió reseñas
críticas y textos de creación en distintos medios culturales argentinos e
internacionales. Edita el blog Vuelo de noche. Según la autora, su
escritura “está toda centrada en la experiencia, ¿qué podemos inventar que no
hayamos visto u oído? Hay gente que tiene una literatura realista, copio eso
que está pasando, y esa experiencia también es propia, lo que estoy mirando, lo
que estoy viendo. En mi caso todo se mezcla, la realidad, lo que soñé, que es
parte de lo mismo si se quiere, lo que me imagino. Creo que hay depósitos de
sentido en la cabeza de una, está yuxtapuesto, la vida real y lo que tenés
adentro producen esos cruces y sale lo que sale, ese es el misterio. Es como
que uno es la contraparte del otro”, y recuerda que Carson Mc Cullers se
pregunta “¿Pero hay algo más íntimo que la propia imaginación? La imaginación
combina memoria con intuición, combina realidad y sueños". Este libro está
en ese borde, entre lo real y lo increíble, “es como que el borde se ejerce en
la escritura misma” dice Marta y aclara que realmente no sabe dónde está el
borde porque la escritura es misteriosa.
La autora escribe poesía desde la adolescencia, al
principio, según sus propias palabras, “eran malos en general, era todo lo que
los chicos de esa edad escriben. Después empecé con cuentos, pero mi escritura
es una escritura poética, se debe mucho a lo poético si vos la mirás.
Paralelamente arranqué a escribir poemas, y en un momento dado tenía un libro
de poesía, y fue mi primer libro”.
Las experiencias producen para Marta embriones de
escritos que dan vueltas en su cabeza hasta poder escribir una o dos líneas y
de allí se transforma en un poema o un cuento, en un objeto distinto al que se
dispara, por eso también la posibilidad de asombrarse a releer algunos de sus
trabajo, “¿quién escribió eso? ¿Lo escribí yo? Está bueno reconocerse, sale eso
que también te ayuda a entender por qué lo querías escribir o qué te estaba
pasando para llegar a escribir eso”.
La escritora dice no escribir para un o una lectora
específica. “Creo que cada uno lee con todo lo que ya tenemos leído, cada uno
le saca lo suyo de acuerdo a las lecturas que tiene, son muy valiosas. A veces
son cosas que yo no pensé, mandan cositas, pequeños escritos, que les gustó tal
cuento porque tal cosa y bueno, fantástico. No es lo que yo pensé pero la
palabra es polisémica y de ahí estalla, sale. Y tiene que ser así, porque así
cada quien aprovecha y saca lo que puede. Hay lecturas que son muy livianas,
muy llanas, muy fáciles de comprender y hay otras que son más sinuosas y te
llevan a pensar más. Si leíste a Faulkner tenés que avanzar y retroceder, por
eso no sé cómo puede ser un lector ideal, tal vez Borges, que se las sabía
todas, que haya leído todo para poder entender todo”.
La idea de un cuarto propio de Virginia Woolf se
presenta cuando la autora habla sobre su proceso de escritura y el cruce con
las maternidades, no siempre puede sentarse a escribir cuando lo necesita. Los
tiempos laborales no son los mismos para un escritor que para una escritora,
muchas de estas molestias fueron cobrando forma en los talleres de Angélica
Gorodischer sobre género y escritura, a partir de la lectura de autoras.
"Ahí me relacioné mucho con la escritura de mujeres, antes no porque en la
facultad había una lista larguísima de escritores para lecturas y eran todos
varones, menos Virginia Woolf que era la última, por orden alfabético. Ahí me
di cuenta de la infinita cantidad de mujeres que no conocía, algunas había
leído, pero la mayoría no. Angélica sacaba autoras de la galera, algunas eran
amigas de ella o conocidas. Tenía todo un trabajo hecho previo y creo que
inclusive influyeron mucho en mi propia escritura, muchas de ellas, sobre todo
cuando empecé a publicar, Katherine Mansfield, Clarice Lispector. Me relacioné
por ese lado, empecé a entender un montón de cosas que no era que no me las
había planteado, sino que no las podía entender.” Ortiz se considera feminista,
apoya y comparte todas las luchas y activa en La palabra colectiva, grupo de
escritorxs, editorxs y correctorxs centrado en activar contra las violencias
machistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario