OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

domingo, 23 de mayo de 2010

DOS POEMAS


Oráculo


A mi abuela Iti

…el recuerdo es el pliegue y el olvido la urdimbre.

Walter Benjamin

I

Esa mujer trenzaba un rodete en la curva de la nuca.

Un suburbio de agua,

su retrato

abruma mi ciudad de olvido.

La mirada aguda interpela el vacío.

Hubo glicinas

tardes de mimbre

sombrillitas chinas

muñecas Marilú,

las voces niñas de las otras nietas

desenterraban

el único hueso escamoteado para mí:

el mito,

silencio de camafeo.

II

No la abuela que no conocí,

la que bebió del cactus en el desierto

el agua

la que pisó corajuda el fortín

a contramarea de la patria

vulnerada y venerada

en mi ciudad de amnesia.

No la que murió

loca de vieja y asmática

en el confín,

del que un día

no bajó más

altillo des-aireado

solo fatiga y asfixia.

Para que se cumpliera

cada línea y entrelínea,

el oráculo

al pie de mi cuna cifrado:

su mirada nunca encendería la mía.

Solo puentes.

Voces tendidas en el tiempo.

_______________________

Cada tanto el eco

supura, gotean

el cansancio aquella noche

el hotelito de mala muerte

cerca de Tandil abría la boca

succionándonos

no olvido los ojos velados

la mirada cruda del conserje.

Veníamos del mar

el equipaje cargaba el viento marino

el olor a sal,

Tears in heaven garuaba en los rincones

-Clapton sube la escalera con nosotros –, dijiste.

¿O quizás su hijito aún vivía y no era Clapton?

Puerta número seis

la llave relumbraba entre tus dedos.

Había un florero de cristal

(sonreíste porque dije cristal)

un ramito de fresias.

Dormimos allí

velamos mi febrícula mi dolor de cabeza

que obligaron a la pausa

a buscar el albergue al menos limpio

un comedor presentable:

conejo a la cazadora, el menú del día

y el sabor salvaje acidulado

nos acompañó toda la noche

hablamos hasta secarnos la lengua

de casi todo

dos aspirinas mediante

y té de limón azucarado.

Lo de siempre

los proyectos el futuro

el filo de los libros

yo era de comunión diaria

con libros como hostias

las voces me habitaban

en ese tiempo eran Julio

y Alejandra desvelada

pasajera de la noche.

Oía tus párrafos,

un oleaje lejano:

que la economía

que la base filosófica

que había un sentido oculto…

Me dormía

arropada en la monocordia.

Columpios,

así se oía tu voz de madrugada.

Por Marta Ortiz (de Diario de la plaza y otros desvíos)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los poemas de Marta, que había leido en su libro...me parecen de una madurez sin inocencia; donde el despojo de las vanas expresiones, revaloriza la desnudez del sentimiento. Un abrazo.susana rozas

Marta Ortiz dijo...

Gracias Susana, tu lectura de poeta, siempre generosa, tu calidez...