Patricia Severín (*), Nuevohacer, Buenos Aires 2009 (Mención Especial del jurado, Premio Macedonio Fernández 2008)
Dos o tres notas al margen
Por Marta Ortiz
Suerte de libro de almohada, el poemario se despliega en el fragmento de tiempo que abarca un año, desde marzo (El otoño / trae el reflejo / de un hombre / desconocido) a febrero del año siguiente: (III me buscó / para cumplir su destino / tomar / y dejar. IV su carta/ el abrazo y la bala). Cabe entre esos dos momentos el universo, interregno que dibuja un espacio íntimo de amor y dolor (:el amor eterno dura poco tiempo).
Se interpela la posibilidad de la certeza: ¿Cuál es la certeza, certeza, de la vida? Se arriesga: se me han terminado las certezas. Se explora: las certezas que apretamos para sentirnos poderosos/ para agitar en el aire pensamientos/ ideas/ vanos dogmas.
Siguiendo un orden aparente continúa la serie de poemas que registra las visiones del agua, presencia constante que fija un amor de agua, una tierra siempre húmeda, agua que se derrama en diluvio o huracán tanto como en mínimas gotas, lágrimas o lloviznas, y la intensa sed que provoca su ausencia.
El agua se escurre y da paso al apartado siguiente que remite al tiempo cotidiano repartido en la semana de siete días y luego en el número mismo o cantidad, que limita la serie en el poema "Siete". Representación de un ciclo u orden completo, el número siete es también símbolo del dolor -séquito inevitable cuando de la vivencia de la "felicidad" se trata-. Luego la casa, la propia y la ajena, hábitat cotidiano que aquí es también tierra, llanura inmensa, campo (El Resero), y la hoja en blanco y el lápiz (las manos/ hundidas en la tinta) ese otro espacio o casa imprescindible que Patricia Severin habita desde siempre y donde ha levantado (entre otras) las sensibles paredes de su Libro de las Certezas.
Territorio de palabras sorprendentes, esta poesía inscribe un orden formal transgresor, nada convencional. Quedará flotando la sensación de inutilidad de cualquier ilusión de certeza, pero también la inquietante presencia de una cifra ordenadora del caos: “hay un orden secreto bajo el orden turbulento”, se dice, cifra que solo el ejercicio de la escritura poética será capaz de penetrar y descifrar. A falta de certezas, existen los milagros, se sube la apuesta.
Un poema de Libro de las certezas:
Séptima certeza
El mundo ha quedado huérfano
:en la madrugada que abre al este
empujan las tinieblas lo oscuro de la tierra
los pastos en las sombras/tenues hebras/
rocío brotando entre palmeras/
el puente despega maderas sobre el río
su cauce de aguas turbias
huelo el fresco fulgor de la mañana/
la húmeda escarcha de la niebla/
las garzas en su hueco de plumas
se derraman en los charcos
detrás de mí la parábola del sol
roja estela sobre el polvo
últimas estrellas sobre la garganta de luz
impaciente/ el mundo/ quiere amanecer
pero ha quedado huérfano
no puede nacerme en la mañana del campo
si tus dedos no respiran mi nombre
allí/al oeste/donde todavía duerme la noche
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