La mitad de la tarde. En el espejo soñoliento, el rosal reclina sus flores hacia un crepúsculo sólo por él imaginado. "Puesto que ya no queda nombre en el espejo", oigo que dice, "entraré en la pieza para buscarme en él".
Espejo que por poco desaparece bajo las begonias del patio.
Y el espejo, del que cuentan maravillas, empieza a quedarse dormido, las imágenes del día absortas en su tinta, el rosal que oscurece busca refugiarse en su diamante.
¡Espejo observado por la muerte y memorias tuyas y suyas en esta hora de nacie! ¡Premura de las palabras que muy pronto se convertirán de nuevo en mentiras! A tus horas las adensa
(de Apuntes para una reencarnación)
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