Marta Ortiz. Foto: Luciana Giacomelli |
COLECCIÓN DE ARENA (Editorial Fundación Ross, col. NARRATIVAS CONTEMPORÁNEAS, Rosario, 2013)
enlace a El LITORAL:
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2013/08/29/arteyletras/ARTE-01.html
Fotos de Cecilia Lenardón para la tapa y la contratapa de “Colección de arena”.
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La cuasi novela de la bordadora
Por Tona Taleti
Marta Ortiz, “Colección de arena”, de Marta Ortiz. Editorial Fundación Ross. Rosario, 2013.
En el año 2006, Marta Ortiz publicó EL vuelo de la
noche, libro de cuentos, y en el año 2009, su primer libro de poesías al
que denominó Diario de la plaza y otros desvíos. Colección de arena, su
nuevo trabajo, se muestra como una selección de cuentos, una serie
narrativa, pero, su título -colección- subraya la idea de unidad, de
completud.
Accedemos a una obra que aparenta ser una sucesión de
narraciones aunadas por elementos que habilitan la noción de fusión.
Desde la superficie, quedan expuestos indicadores que muestran la
coherencia textual y el enlace entre cuento y cuento. Estas marcas
indiciales dejan entrever la interioridad de la estructura que los
unifica. Desde esta mirada, podemos considerar que Colección de arena se
instala, con fragilidad, en el terreno de la novela, se constituye en
una cuasi novela, sostenida por una voz narradora que se despliega en
distintos soportes de la enunciación.
El punto de vista prioriza una posición de
interioridad del sujeto que lo sostiene desde donde es posible construir
un monólogo que evalúa aquello que la mirada del personaje rescata del
espacio circundante y reconstruye con lenguaje poético. El relato
parcelado en cuentos, más que descripciones de personajes o acciones,
erige en centro de atención a la voz narradora que se desplaza, aunque a
menudo privilegia mimetizarse con el tono de algunas mujeres que
transitan estas historias. Una suma que dibuja un perfil femenino de
clase media que viste sus sueños con trajes de moaré para cubrir con
suavidad sus inseguridades. Un mundo adulto, inestable, incierto,
contrapone la dureza de lo externo con una interioridad sensible,
confirmada en lecturas. La voz narradora puede variar de género, varón o
mujer, pero nunca renuncia a un rasgo de identidad que los unifica: el
de ser lectores.
Abundan los capítulos, cuentos, que establecen un
entorno social pudiente, adinerado, cuyos miembros, con una rápida
mirada detectan al advenedizo, con más facilidad, con más saña si se
trata de una mujer. La narradora señala la desdicha de la no ubicuidad,
la desdicha de sentirse “apartada del cielo de la rayuela”. El tema de
la no-pertenencia, de la exclusión es traído a escena en episodios
diversos, donde los sujetos están presentes exteriormente pero, con el
pensamiento en otro lugar, en otro momento, como molestos por la
situación en la que se encuentran, como si estuvieran en el lugar no
deseado del que se huye hacia recuerdos de infancia.
Colección de arena es un homenaje a los libros
leídos, a las obras de arte contempladas, a la música preferida, a las
películas vistas, en síntesis: una enciclopedia cultural que tamiza la
construcción de los personajes y sus historias. De la biblioteca que es
posible conformar en la lectura de esta obra se destaca En busca del
tiempo perdido de Marcel Proust como soporte modélico, cañamazo que
permite a Marta Ortiz, bordadora aplicada, transitar Por el camino de
Swann, para dejar sobre la superficie expuesta un pulcro y delicado
diseño, mientras el envés con sus nudos ata: “... la sensación de
ausencia a medias, de aquello que percibo como imprescindible pero que
nunca estuvo o que estuvo a medias y que por alguna razón debo reponer
en algún sitio, la ausencia que cada día me empuja al papel blanco (a la
pantalla) como forma del vacío a rellenar...”.
Desde los epígrafes, la autora enlaza significantes
para construir una nueva acepción: la arena, escritura, es vida
ficcionalizada. La vida convertida en relato encuentra algún sentido y
final que la organiza y justifica, y aunque “nada nuevo latía bajo el
sol, nada que contar en realidad”, se insiste en el bordado, en el
tejido, en arropar, en escribir, porque “me había quedado solo, como
quien acaba de leer una novela hospitalaria en cuyo mundo logró perderse
y el imprevisto final lo arroja nuevamente al vacío”.
En el último cuento o capítulo final, el personaje
protagónico, voz narradora, emerge del caos y logra el final feliz de El
cielo que propone toda rayuela. Alcanza, en un mundo futuro, el deseo
expresado a lo largo de tantos renglones: accede desde el espacio-bar
que lo contiene a la “alucinación, el vértigo y la fantasía... que le
brinda leer y escribir” y que le confieren una identidad que no puede
consolidar fuera de las páginas de un libro.
Marta Ortiz, en Colección de arena, ha desafiado la
partición en géneros literarios y con su propuesta reactiva la discusión
sobre esta temática.
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