Frank Benson, La lectora, 1910 |
OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS (*)
todos los poemas aquí transcriptos pertenecen al libro La epigrafista (hilos editora, Bs. Aires, 2012)
Esa
mujer (tierna, inestable)
va
detrás de la sombra de un perro más
viejo que el mundo
y
escribe la historia del vendedor de escobas
como
si fuera un ensayo sobre la noche.
Esa
mujer tiene a veces
un
brillo de tornasol sobre su nuca.
Sólo
a veces,
porque
los días lo esfuman durante el destierro,
durante
la derrota,
la
derrota que se enciende puntualmente
entre
las columnas jónicas –imaginadas–
ala
hora en que el sol se cae,
en
que el sol parece caerse para siempre.
(La
última vez que nos vimos
Ibas
a contarme una historia, dice)
TALLER
DE PINTOR
Para Ariel
Mlynarzewicz
La
ciudad duerme, y si no duerme, se ha callado.
“La
sospecha, como el murciélago,
sólo
vuela en la oscuridad”.
Hacia
el oeste crece una luna violeta
y
asombrada de su propio poder
(he
convertido mi mesa en un taller de pintor)
y
hacia el sur, en foco a mi amanecer,
avanza
un olvido como una marea.
La
soledad es esta indefensión,
el
temor a mi propio desierto
donde
el único árbol –casi furtivo–
sólo
dé olvidos como fruto.
La
mañana vendrá, la luz vendrá,
pero
mi vieja tristeza envuelta en trapos
carece
de la sabia lentitud
de
los escribas.
Tiene
la furia de los muertos, el amarillo
de
los muertos.
Espero
el oscuro azul como a una llave.
Esta
habitación huele a pasado:
el
diálogo, el tronco enorme del árbol enfermo
del
otro lado de la ventana.
Un
sueño llegará al anochecer
(ah,
vieja coleccionista de crepúsculos de seda)
y
cuando llegue, le abriré al viento sur
que
empuja los cerrojos.
La
huella que deja la melancolía
puede
ser tan feroz como ella misma.
Un
pozo de agua donde flotan las certezas
como
aceite sucio.
La
poesía siempre tendrá ojos de perro perdido,
siempre
dará luz a lo imposible.
Se
preguntará por qué puerta escapó nuestro amor
y
en qué muelle está el barco que me lleve
al
olvido (al olvido de todos los muelles).
Siempre
será una flor asfixiada en una cripta
oliendo
a resina y a desesperación.
Incendiaron los puentes por la noche
y conseguí pasar.
Pero del otro lado me ordenaron volver
no lo hice, no lo hice y pagaré mi
precio:
escribir en esta “soledad sonora”,
en este cuarto precario y con goteras
por el que pago en la casa del
lenguaje.
La
poesía siempre será perder lo que consigo nombrar,
dentro
de una maleta roja.
y
una fiebre idéntica a la belleza (en su explosión).
Recordar, encerrada, tus cartas que
sonaban
a un saxo lastimero en el Hotel
Chelsea.
Soñar con tu mano sobre el golpeteo de
mi pecho
(la coraza colgada en un museo).
La
poesía: ruina de ruinas,
la
luna iluminando un descampado
y
otra vez el perro que persigo y me persigue.
Toda
la crueldad del mundo en sus ojos ardientes
(remedo
de los míos en una tierra que danza).
La
chiquilla leía sus cuentos de hadas,
el
sapo se convertía en príncipe, nunca al revés.
Hormiga
viajera persiguiendo una luna
Sobre
el río.
No
importa cuál río, importa
La
desolada contemplación de la naturaleza muerta
arrojada
sobre la cama de hotel:
un
mapa, una lata, una naranja, ese mirador
austero
para un mundo listo para ser enmarcado,
y
el vértigo como sensualidad.
(Añoraré
caricias pero aún no lo sé)
¿En
nombre de qué culpa uso el escape
como
símbolo?
¿En
nombre de qué abandono?
que envuelva el paisaje escarchado.
Ojalá nevara en esta ciudad, dije,
como una amante caprichosa, y se cumplió.
Nievan tus recuerdos diminutos
en una oscuridad tan opaca como los bordes opacos
de la noche.
Y la escritura alambra el territorio,
me encierra en mi cárcel lírica
donde juego con mi melancolía como si ella fuera
mi muñeca de trapo (mi muñeca de miedos).
Me sostuve del alambrado para ver mejor
y ahora tengo las manos vendadas.
¿El rojonegro de la sangre, escondido
en la venda es el color del ritual?
(*) Paulina Vindermann: Buenos Aires, 1944. Publicó diez libros de poesía, entre ellos: La balada de Cordelia, El muelle, Bulgaria, Bote negro. Participó en numerosas antologías. Obtuvo numerosos premios, entre ellos, Premio Cittá de Cremona, Italia, al conjunto de su obra y Premio Academia Argentina de Letras a su trayectoria y a su libro Hospital de veteranos. Parcialmente traducida a varios idiomas, tradujo a su vez a Sylvia Plath (Tulipanes), entre otros poetas en lengua inglesa.
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