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por Beatriz Vignoli
"Sumo al
anaquel / mi casa de viento: // escribo". Así comienza Casa de Viento,
el segundo libro de poesía de Marta Ortiz, recientemente editado en
Córdoba por Alción Editora. El libro, que este año en Salamanca (España)
fue finalista del II Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández
Labrador, se presenta este viernes a las 18 en el salón de lectura de la
planta baja de la Biblioteca Argentina (Presidente Roca 731) con la
autora, junto a sus colegas Susana Szwarc, Alejandra Méndez, Diego
Colomba y Juan Maldonado, y un cierre musical por Ariel Isern.
Marta Ortiz nació y vive en Rosario (Santa Fe). Profesora y
Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Rosario, es una
generosa militante de la literatura que colabora en antologías,
participa en festivales y lecturas, coordina talleres y reseña obra de
otros poetas en su blog Vuelo de noche
(http://marta-ortiz.blogspot.com/), llamado así por su libro de
narrativa El vuelo de la noche. Este obtuvo el premio de cuento en la
Bienal Internacional Puerto Rico 2000 y salió en 2006 por La Editorial
de la Universidad de Puerto Rico. También publicó Diario de la plaza y
otros desvíos (poesía, El Mono Armado, Buenos Aires 2009) y Colección de
arena (cuentos, Editorial Fundación Ross, Rosario, 2013).
Casa de Viento se abre con un regreso mediante la palabra poética a
la patria personal de la felicidad: la casa de la infancia. El retorno
es imposible, pero la memoria no vuelve con las manos vacías. Aquella
dicha inocente no es reencontrada; se ha perdido para siempre y desde
siempre. No obstante, en su lugar la autora construye un espacio para la
belleza, donde la imprecisión de la imagen recordada ofrece margen a la
metáfora: "'Pétalos de cerezo caen:/ ¿es belleza o ilusión?'// Cifra de
infancia y juventud,/ gotea/ el árbol/ la breve vía láctea/ cubre el
piso".
Las citas literarias (como los dos versos sobre los pétalos de
cerezo, un haiku del poeta japonés Saigyo) ayudan a hacer pie en una
materia casi inasible. La siguiente sección ancla en el presente, con
disparadores bien precisos: un sismo, una inundación, y una conversación
en el Museo Estévez con uno de los poetas invitados al Festival de
Poesía. Los estremecedores poemas "Caña de bambú" (leído en el festival
Grito de Mujer Rosario 2011) y "Flores ácidas" son homenajes a dos
jóvenes víctimas de femicidios legitimados por no tan remotas
sociedades.
La sección "clausura" afronta otro desafío: la evocación de una
hermana fallecida, bajo la forma de un diario lírico de apuntes en
presente donde la niñez (una vez más y por otro camino, mezclada con una
agonía casi propia) parece volver. Le sigue un quinto tramo final de
Condensados, instantáneas evanescentes de alta densidad: "sobre la chapa
roja/ las flores de noviembre// decide no tocarlas// gira la llave de
contacto/ pone el cambio y arranca// diminutas grageas en el asfalto/
alilan lo oscuro". La de la poeta rosarina Beatriz Vallejos, nombrada en
uno de los epígrafes, pareciera ser una influencia posible.
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