OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

lunes, 27 de febrero de 2017

De consulta imprescindible: "EL INFINITO VIAJAR", Revista Virtual de Arte y Poesía.

 http://elinfinitoviajar.blogspot.com.ar/

El viaje siempre recomienza, siempre ha de volver a empezar, como la existencia, y cada una de sus anotaciones es un prólogo; si el recorrido del mundo se transfiere a la escritura, éste se prolonga en el traslado de la realidad al papel -tomar apuntes, retocarlos, borrarlos parcialmente, reescribirlos, desplazarlos, variar su disposición. Montaje de las palabras y las imágenes, captadas desde la ventanilla del tren o cruzando una calle y doblando la esquina. Sólo con la muerte... cesa el status viagiatoris del hombre, su condición existencial de viajero. Viajar, pues, tiene que ver con la muerte... pero también es diferir la muerte, aplazar lo máximo posible la llegada, el encuentro con lo esencial, tal como el prefacio difiere la verdadera lectura, el momento del balance definitivo y del juicio. Viajar no para llegar sino por viajar, para llegar lo más tarde posible, para no llegar posiblemente nunca.
Claudio Magris

Idea y dirección: Selva Dipasquale.
Edición, diseño y redacción: Rita Krastman, Luis Bacigalupo y Selva Dipasquale.
Columnistas: Rita Kratsman, Andrés Bohoslavsky, Luis Franc, Ana Adjiman Gache, Catalina Boccardo, María Mascheroni, Luis Bacigalupo, y Helen Turpaud Barnes.

Invitada a reflexionar la relación escritura-cuerpo, se pueden leer mi texto y algunos poemas en el enlace:


http://elinfinitoviajar.blogspot.com.ar/search/label/Marta%20Ortiz





 Intento describir cómo “me” sucede (o sucede en mí) el proceso de escritura ‒proceso, mejor que procedimiento, si atendemos a que no se trata de una sucesión de variables que se repiten, sino de una idea de desarrollo, de marcha encaminada a un fin, en este caso bastante borroso, dependiendo del estímulo y el género abordado‒. Diría que cada texto puede esbozarme algunos aspectos de su propio proceso creativo (complejo, subjetivo, inclasificable), cuando ha logrado dar con una forma intransferible que lo define. 

El disparador suele ser una emoción  intensa, generalmente ligada al impacto de una imagen, un hilo musical, una obra de arte, el timbre de una voz, alguna de esas llaves proustianas con sabor y olor, una historia contada, escenas ligadas al cine o al teatro, una catástrofe, –cualquiera sea su procedencia: externa o interna, propia o ajena, material, leída o soñada, y mejor si dicha imagen carga con una zona de silencio a decodificar‒. En otras palabras, lo que escribo es tributario de la experiencia, argamasa tan sutil y maleable como escurridiza. El estímulo toca algo de mí que permanece opaco (más o menos consciente), que lo recepciona y aloja, lo deglute, podría decir, se apropia de su contenido, y si está destinado a convertirse en carne de papel se vuelve obsesión: volcarlo en la página es el único antídoto posible, de lo contrario, algo de mí quedará frustrado. Existe una frase de Joseph Brodsky que expresa claramente el doble movimiento que para mí marca el acto de creación: "Uno nunca sabe qué engendra qué: una experiencia un lenguaje, o un lenguaje una experiencia."

Incorporada entonces la materia prima, el proceso de elaboración puede extenderse más o menos tiempo. Una primera idea, una primera versión, un primer verso es sólo el comienzo de una relación amorosa (no exenta de ambigüedades, de ansiedad, de angustia, de…), que implica la preparación y avance del viaje por la página blanca, que a la corta o a la larga me va a sorprender con la aparición de un nuevo paisaje capaz de cerrar el círculo que abrió la conmoción inicial.


texto completo en....

http://elinfinitoviajar.blogspot.com.ar/search/label/Marta%20Ortiz


 

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