Píntame un cuadro del sol – para colgar en mi cuarto – y hacerme creer que siento calor cuando otros lo llaman “¡qué día!”
Dibújame un tordo – en una rama – para que lo oiga, soñaré, y cuando los huertos cesen su canción – retira la simulación – mía –
¿Dime si realmente – hace calor a mediodía – si es el botón de oro – que se desliza – o las mariposas –que florecen? Sacude – entonces –la escarcha –del prado – y arranca el paño bermejo –del árbol – y deja que juguemos – eso es lo que nunca sucedió.
La araña sostiene una pelota de plata
en desapercibidas manos – y danzando suavemente sobre sí misma
su hilado de perlas – desovilla –
aplica nudo tras nudo – en insubstancial labor – suplanta nuestro tapiz con el suyo – en la mitad del tiempo –
una hora en cultivar
sus continentes de luz – luego penden de la escoba del ama de casa – sus confines – olvidados –
(tomado de Poemas, Emily Dickinson, Selección y traducción de Silvina Ocampo, Tusquets, 1997)