Notas a Cadencias (Valeria Cervero, Bs Aires, 2011)
Por Marta Ortiz
· La imagen de tapa es una escalera
que baja (o sube) a puro vértigo un piso y otro y otro, como también la lectura
de los poemas lleva a subir (o bajar) los umbrales temáticos que propone Cadencias,
poemas que
en pocas páginas condensan el intenso recorrido de una vida.
· Nacer nos arroja inconsultos al laberinto (la escalera que subimos y
bajamos sin saber adónde nos lleva, subir o bajar), metáfora de la vida que se
percibe inhóspita, difícil de absorber, de aprehender; el yo lírico reconoce
que no supo leer (no supo seguir) los rastros de calandrias y de espejos caídos,
la credibilidad se ha perdido: “ya no hay dóndes / para venir a ser / con las
ganas del parto"
Rimbaud
agregó a su célebre afirmación Yo es otro:
“peor para la madera que amanece violín”; ya no identidad fija, somos una
interioridad expandida en el tiempo, que el otro funda. Espejo, ida y vuelta que crea el sentido. Aquí el yo que hilvana el
poema se mira en los espejos que le dieron forma, ancestros o raíces: el
latido, el recuerdo: “tras la pupila ciega del ausente, imagen-precipicio /
para nacer / en el nuevo espacio no llorado”
El agua es también espejo de ausencias, tumba
sobre tumba, “el agua en su ofrecer de finales”.
· Pero existen formas, emanaciones de
Ariadnas que señalan el camino a seguir. La primera, la madre: “la madrevoz te
advierte / te apunta te reclama”; la otra guía es el futuro al que se apunta
como siguiendo la estela de luz de un faro, pero faro engañoso, el camino se tiende
pero su línea temporal no es creíble; inexorablemente las Ariadnas empujan a la
transgresión: “y decidís tu cuerpo/ aunque desmadre”; “el camino: /¿futuro o
recuerdo? / ¿rastros de olvido o nada? /sin huellas que / tranquilicen o
apremien / cada espera / cada lugar”
· No obstante la certeza de la nada que aguarda,
el camino ofrece abrigos como
paradores o árboles al costado de la ruta donde guarecerse y descansar,
despliegues que entretienen el andar: el color del limonero, “la dicha de
habitar la poesía”. El juego es
parte de ese abrigo e incluye la lengua,
que en tanto sucede el humano caminar, busca (a veces tartamudea) un modo
expresivo propio. Lengua virgen, al tanteo del yo que escribe, de fijarla en la duración, en el tiempo. La conclusión
solo reafirma la condición laberíntica del ser en el mundo, una búsqueda
circular que lleva siempre al mismo sitio: nada nuevo bajo el sol, la lengua
travestida afirma su mensaje: “apenas partimos / y casi creemos decir lo nuevo
/ pero solo decimos / nuevamente”
dos poemas de Cadencias:
el
tiempo se esmera
en la
cicatriz
del
rumbo
como
si creara esa marca
en el
esfuerzo
tal
vez
olvidamos
cada madrecita
de
extendida
lengua
la
humedad transformada
el
arranque
apenas
partimos
y
casi creemos decir lo nuevo
pero
solo decimos
nuevamente
y tal
vez la travesía vuelva a decir
y a
pesar de todo
demuestre
que
puedo esperar
(aun otra
la mirada en el mundo)
casa
en una casa
luz
en la luz
la
dicha de
habitar
la poesía
(*) Valeria Cervero, Buenos Aires, 1972. Integró el grupo de poesía Abriendo la boca y el consejo directivo de la primera época de la revista Boca de sapo. Publicó en revistas, murales, plaquetas y en la web.
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