
domingo, 30 de mayo de 2010
domingo, 23 de mayo de 2010
DOS POEMAS
Oráculo
A mi abuela Iti
…el recuerdo es el pliegue y el olvido la urdimbre.
Walter Benjamin
I
Esa mujer trenzaba un rodete en la curva de la nuca.
Un suburbio de agua,
su retrato
abruma mi ciudad de olvido.
La mirada aguda interpela el vacío.
Hubo glicinas
tardes de mimbre
sombrillitas chinas
muñecas Marilú,
las voces niñas de las otras nietas
desenterraban
el único hueso escamoteado para mí:
el mito,
silencio de camafeo.
II
No la abuela que no conocí,
la que bebió del cactus en el desierto
el agua
la que pisó corajuda el fortín
a contramarea de la patria
vulnerada y venerada
en mi ciudad de amnesia.
No la que murió
loca de vieja y asmática
en el confín,
del que un día
no bajó más
altillo des-aireado
solo fatiga y asfixia.
Para que se cumpliera
cada línea y entrelínea,
el oráculo
al pie de mi cuna cifrado:
su mirada nunca encendería la mía.
Solo puentes.
Voces tendidas en el tiempo.
_______________________
Cada tanto el eco
supura, gotean
el cansancio aquella noche
el hotelito de mala muerte
cerca de Tandil abría la boca
succionándonos
no olvido los ojos velados
la mirada cruda del conserje.
Veníamos del mar
el equipaje cargaba el viento marino
el olor a sal,
Tears in heaven garuaba en los rincones
-Clapton sube la escalera con nosotros –, dijiste.
¿O quizás su hijito aún vivía y no era Clapton?
Puerta número seis
la llave relumbraba entre tus dedos.
Había un florero de cristal
(sonreíste porque dije cristal)
un ramito de fresias.
Dormimos allí
velamos mi febrícula mi dolor de cabeza
que obligaron a la pausa
a buscar el albergue al menos limpio
un comedor presentable:
conejo a la cazadora, el menú del día
y el sabor salvaje acidulado
nos acompañó toda la noche
hablamos hasta secarnos la lengua
de casi todo
dos aspirinas mediante
y té de limón azucarado.
Lo de siempre
los proyectos el futuro
el filo de los libros
yo era de comunión diaria
con libros como hostias
las voces me habitaban
en ese tiempo eran Julio
y Alejandra desvelada
pasajera de la noche.
Oía tus párrafos,
un oleaje lejano:
que la economía
que la base filosófica
que había un sentido oculto…
Me dormía
arropada en la monocordia.
Columpios,
así se oía tu voz de madrugada.
Por Marta Ortiz (de Diario de la plaza y otros desvíos)
viernes, 14 de mayo de 2010
LIBRO DE LAS CERTEZAS, Patricia Severín, poesía

Patricia Severín (*), Nuevohacer, Buenos Aires 2009 (Mención Especial del jurado, Premio Macedonio Fernández 2008)
Dos o tres notas al margen
Por Marta Ortiz
Suerte de libro de almohada, el poemario se despliega en el fragmento de tiempo que abarca un año, desde marzo (El otoño / trae el reflejo / de un hombre / desconocido) a febrero del año siguiente: (III me buscó / para cumplir su destino / tomar / y dejar. IV su carta/ el abrazo y la bala). Cabe entre esos dos momentos el universo, interregno que dibuja un espacio íntimo de amor y dolor (:el amor eterno dura poco tiempo).
Se interpela la posibilidad de la certeza: ¿Cuál es la certeza, certeza, de la vida? Se arriesga: se me han terminado las certezas. Se explora: las certezas que apretamos para sentirnos poderosos/ para agitar en el aire pensamientos/ ideas/ vanos dogmas.
Siguiendo un orden aparente continúa la serie de poemas que registra las visiones del agua, presencia constante que fija un amor de agua, una tierra siempre húmeda, agua que se derrama en diluvio o huracán tanto como en mínimas gotas, lágrimas o lloviznas, y la intensa sed que provoca su ausencia.
El agua se escurre y da paso al apartado siguiente que remite al tiempo cotidiano repartido en la semana de siete días y luego en el número mismo o cantidad, que limita la serie en el poema "Siete". Representación de un ciclo u orden completo, el número siete es también símbolo del dolor -séquito inevitable cuando de la vivencia de la "felicidad" se trata-. Luego la casa, la propia y la ajena, hábitat cotidiano que aquí es también tierra, llanura inmensa, campo (El Resero), y la hoja en blanco y el lápiz (las manos/ hundidas en la tinta) ese otro espacio o casa imprescindible que Patricia Severin habita desde siempre y donde ha levantado (entre otras) las sensibles paredes de su Libro de las Certezas.
Territorio de palabras sorprendentes, esta poesía inscribe un orden formal transgresor, nada convencional. Quedará flotando la sensación de inutilidad de cualquier ilusión de certeza, pero también la inquietante presencia de una cifra ordenadora del caos: “hay un orden secreto bajo el orden turbulento”, se dice, cifra que solo el ejercicio de la escritura poética será capaz de penetrar y descifrar. A falta de certezas, existen los milagros, se sube la apuesta.
Un poema de Libro de las certezas:
Séptima certeza
El mundo ha quedado huérfano
:en la madrugada que abre al este
empujan las tinieblas lo oscuro de la tierra
los pastos en las sombras/tenues hebras/
rocío brotando entre palmeras/
el puente despega maderas sobre el río
su cauce de aguas turbias
huelo el fresco fulgor de la mañana/
la húmeda escarcha de la niebla/
las garzas en su hueco de plumas
se derraman en los charcos
detrás de mí la parábola del sol
roja estela sobre el polvo
últimas estrellas sobre la garganta de luz
impaciente/ el mundo/ quiere amanecer
pero ha quedado huérfano
no puede nacerme en la mañana del campo
si tus dedos no respiran mi nombre
allí/al oeste/donde todavía duerme la noche
domingo, 2 de mayo de 2010
Poemas de Katherine Mansfield (Wellington, N.Z., 1888-1921)
