domingo, 24 de junio de 2012
jueves, 21 de junio de 2012
Wallace Stevens (*)
La casa estaba en silencio y el mundo en calma
La casa estaba en
silencio y el mundo en calma.
El lector convirtióse
en el libro; y la noche estival
era como el ser
consciente del libro.
La casa estaba en
silencio y el mundo en calma.
Las palabras fueron
dichas como si no hubiera libro,
fuera de que el lector
inclinado sobre la página
deseaba inclinarse,
deseaba ser
el erudito para el
cual su libro es real, para el cual
la noche estival es
como una perfección del pensamiento.
La casa estaba en
silencio porque debía estarlo.
La quietud era parte
del significado, parte de la mente:
el acceso de la
perfección a la página.
Y el mundo estaba en
calma. La verdad en un mundo en calma,
donde no existe otro
significado, él mismo
es calma, él mismo es
verano y noche, él mismo
es el lector
inclinándose hasta tarde y leyendo allí.
El hombre de la guitarra
azul, fragmento
I
El hombre inclinado sobre su guitarra,
un sastre de mala muerte. El día era verde.
Le dijeron: «Tienes una guitarra azul;
tú no ejecutas las cosas como son».
El hombre replicó: «Las cosas como son
en la guitarra sufren un cambio".
Y entonces le dijeron: «Pero toca, debes hacerlo,
un aire que nos trascienda y que a la vez sea nosotros,
un aire en la guitarra azul
de las cosas exactamente como son».
IV
¿Es esto la vida, pues, las cosas como son?
En
la guitarra escoge su camino.
¿Un millón de personas en una
Sola
cuerda, y en ella todo su ademán,
Y todo su ademán, incierto y cierto,
Y
todo su ademán, violento y delicado?
Los sentidos invocan loca y astutamente,
Como
un zumbar de insectos en el aire de otoño,
Y eso es la vida, pues, las cosas como son,
Este
zumbar de la guitarra azul.
V
No nos hables de la grandeza de la poesía,
De
antorchas alumbrando el subterráneo,
De la estructura de las bóvedas en un punto de
luz.
En
nuestro sol no hay sombras,
El día es deseo y la noche es sueño.
En
ningún lado hay sombras.
En nosotros la tierra es lisa y simple.
No
hay sombras. La poesía,
Excediendo la música, tomará su lugar,
Su
vacío firmamento y sus himnos,
Con poesía nosotros su lugar tomaremos,
Y
aún con el rasgueo de tu guitarra.
XXII
La poesía es el tema del
poema.
De esto nace el poema y a esto
Vuelve. Entre ambos,
Nacimiento y retorno,
Hay una ausencia de
realidad,
Las cosas como son. O así lo decimos.
¿Pero están separados? Es una
ausencia
Para el poema, que recibe
Así su verdadera faz, verde
de sol,
Rojo de nube, tierra que siente, cielo que piensa.
De éstos toma. Tal vez da
En reciprocidad universal.
Las traducciones pertenecen a Alberto Girri ( en: W. Stevens"Domingo a la mañana y otros poemas",fascículo 33, Centro Editor de América Latina,1988)
Las traducciones pertenecen a Alberto Girri ( en: W. Stevens"Domingo a la mañana y otros poemas",fascículo 33, Centro Editor de América Latina,1988)
(*)Wallace Stevens (1879, Readiing, Pennsylvania / Hartford, Connecticut, 1955)
miércoles, 20 de junio de 2012
SANTOS Y DESACROSANTOS (Enrique Butti)
Reseña a Santos y desacrosantos cuentos de Enrique Butti (colección Narrativas Contemporáneas, dirigida por Gloria Lenardón y Marta Ortiz, para Editorial Fundación Ross)

Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo, es el título del primer libro escrito en Santa Fe: una hagiografía, ilustrada con treinta dibujos a la acuarela, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Una reseña inédita sin firma que Butti "desde su clausura santafesina" envió a sus editoras rosarinas consigna este dato como antecedente de su obra y enumera los temas de Javier de la Rosa: "El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones".
Cifrar la genealogía de la propia obra en un incunable dieciochesco es un gesto estético posmodernista digno de Butti, quien rescató algunas perlas de la época colonial como ilustraciones del suplemento Cultural de El Litoral que él editaba a fines del siglo pasado: un siglo que desde el expresionismo y otras vanguardias exploró los cruces literarios entre la realidad y las pesadillas, entre el hombre y la máquina. Al abrir Santos y desacrosantos (o aún antes, al toparse con la cita del libro que constituye toda la contratapa) viene a la mente Odradek, aquel personaje arrinconado que describe Kafka en "Preocupaciones de un padre de familia" y que no pertenece (¿animal, duende, cosa?) a ningún reino clasificable. Como ambos, los seres de Butti habitan en las grietas. "Se trata de una criatura que trepa como una lagartija o como una cucaracha cualquier altura y que como gato o rata se introduce por cualquier rendija y agujero". Así comienza "Senderito de piedras", revelando pocas líneas más abajo la utilidad de esto que además es un niño, Adolfo, un chico de la villa: "Es capaz de introducirse en cualquier edificio, desactivar alarmas, buscar lo que se quiera o facilitar el acceso a los encargados del saqueo".
También la elusiva Gorda de "Claroscuro", la bella viuda histérica de "Su nombre dorado" o el linyera y los huérfanos de "Paso a nivel" existen en un territorio furtivo de agenciamientos a la intemperie, viven como intrusos aun en la propia casa. "Ramón, santo patrono de los vendedores al pie de la ruta" es un mercachifle nómade ya desde el título, y una especie de Santa María Goretti al revés: un mártir de la pasión carnal honesta que renuncia a las materialidades más elevadas con que lo tienta su diabólico hermano. Pertenece al mismo santoral con "La Santa de la Cocina": el más barroco de todos los cuentos del libro, acerca de una cocinera loca que salva las almas de los animales y los vegetales con una serie de rituales inventados. "Imaginaba... su representación hagiográfica: el torso exuberante surgiendo de una montaña de vajilla y electrodomésticos, alardeando en una mano sartenes y cuchillos, y en las cinco yemas de los dedos restantes toda la flora y fauna, doméstica y comestible, en minúsculos brotes y piadosos engendros". En clave más intimista y autobiográfica, el antihéroe de "Inmensa et innumerabilia", un peregrino que retorna a Roma para fracasar en la búsqueda de quien hubiera sido, parece una versión ítalo latinoamericana del Crack Up de Scott Fitzgerald. En resumen, parece decir con humor grotesco, el extraño es uno mismo.

NUEVA PUBLICACION DE EDITORIAL FUNDACION ROSS
Gesto estético posmodernista
Santos y desacrosantos es el nuevo libro de cuentos
del escritor santafesino Enrique Butti, que cifra la genealogía de su
obra en el primer libro escrito en Santa Fe, una hagiografía fechada en
1775 por el ermitaño Francisco de la Rosa.
Por Beatriz Vignoli
Personajes
escurridizos, inasibles, con destinos tan singulares como anónimos;
locos y fantasmas, monstruos híbridos, solterones, raros entre la vida y
la muerte; viajeras en trance, solitarios y ermitaños, chivos
expiatorios: tal la corte de los milagros que desfila en los arrabales
extraños de Santos y desacrosantos, el nuevo libro de cuentos del
escritor santafesino Enrique Butti (Santa Fe, 1949; autor de novelas
como Aiaiay e Indí) que la colección Narrativas Contemporáneas de la
Editorial Fundación Ross publicó en Rosario.
Sin fecha de presentación a la vista, Santos y desacrosantos reúne
doce cuentos en dos grupos de seis; la primera sección lleva el título
del volumen y está compuesta de relatos inéditos, mientras que la
segunda sección, titulada "Solfeo", es la primera reedición en Argentina
de un libro de cuentos publicado en México en 1993.Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo, es el título del primer libro escrito en Santa Fe: una hagiografía, ilustrada con treinta dibujos a la acuarela, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Una reseña inédita sin firma que Butti "desde su clausura santafesina" envió a sus editoras rosarinas consigna este dato como antecedente de su obra y enumera los temas de Javier de la Rosa: "El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones".
Cifrar la genealogía de la propia obra en un incunable dieciochesco es un gesto estético posmodernista digno de Butti, quien rescató algunas perlas de la época colonial como ilustraciones del suplemento Cultural de El Litoral que él editaba a fines del siglo pasado: un siglo que desde el expresionismo y otras vanguardias exploró los cruces literarios entre la realidad y las pesadillas, entre el hombre y la máquina. Al abrir Santos y desacrosantos (o aún antes, al toparse con la cita del libro que constituye toda la contratapa) viene a la mente Odradek, aquel personaje arrinconado que describe Kafka en "Preocupaciones de un padre de familia" y que no pertenece (¿animal, duende, cosa?) a ningún reino clasificable. Como ambos, los seres de Butti habitan en las grietas. "Se trata de una criatura que trepa como una lagartija o como una cucaracha cualquier altura y que como gato o rata se introduce por cualquier rendija y agujero". Así comienza "Senderito de piedras", revelando pocas líneas más abajo la utilidad de esto que además es un niño, Adolfo, un chico de la villa: "Es capaz de introducirse en cualquier edificio, desactivar alarmas, buscar lo que se quiera o facilitar el acceso a los encargados del saqueo".
También la elusiva Gorda de "Claroscuro", la bella viuda histérica de "Su nombre dorado" o el linyera y los huérfanos de "Paso a nivel" existen en un territorio furtivo de agenciamientos a la intemperie, viven como intrusos aun en la propia casa. "Ramón, santo patrono de los vendedores al pie de la ruta" es un mercachifle nómade ya desde el título, y una especie de Santa María Goretti al revés: un mártir de la pasión carnal honesta que renuncia a las materialidades más elevadas con que lo tienta su diabólico hermano. Pertenece al mismo santoral con "La Santa de la Cocina": el más barroco de todos los cuentos del libro, acerca de una cocinera loca que salva las almas de los animales y los vegetales con una serie de rituales inventados. "Imaginaba... su representación hagiográfica: el torso exuberante surgiendo de una montaña de vajilla y electrodomésticos, alardeando en una mano sartenes y cuchillos, y en las cinco yemas de los dedos restantes toda la flora y fauna, doméstica y comestible, en minúsculos brotes y piadosos engendros". En clave más intimista y autobiográfica, el antihéroe de "Inmensa et innumerabilia", un peregrino que retorna a Roma para fracasar en la búsqueda de quien hubiera sido, parece una versión ítalo latinoamericana del Crack Up de Scott Fitzgerald. En resumen, parece decir con humor grotesco, el extraño es uno mismo.
link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-34315-2012-06-20.html
domingo, 17 de junio de 2012
Alicia Steimberg (1933-2012)
Mi pequeño homenaje a una gran narradora y MAESTRA de escritores.
Dos fragmentos de Músicos y relojeros:
Mi
abuela conocía el secreto de la vida eterna. Consistía en un conjunto de reglas
tan simples, que era increíble que nadie más que ella las conociera y las
practicara. A veces nosotros participábamos del ritual, asegurándonos así, si
no una inmortalidad completa, por lo menos una buena dosis de inmortalidad.
Una de las ceremonias de ese culto consistía en hervir acelgas y comerlas inmediatamente, chorreando el jugo de la cocción, y rociadas con el jugo de dos limones grandes. En la forma más perfecta de esta práctica las acelgas se hervían debajo de un limonero. Una vez listas, se hacía una incisión en dos limones que colgaran del árbol sobre la olla, para que el jugo que cayera sobre las acelgas conservara intactas sus vitaminas. Así se evitaba "comer cadáveres".
Decía mi abuela que el noventa por ciento de los males del hombre provenían del estreñimiento. En casa lo padecían todos, y había un continuo ir y venir de recetas para combatirlo. A pesar de su sabiduría al respecto, mi abuela lo padecía más que nadie. Cuando lograba mover el vientre, andaba un rato con una gran sonrisa, se lo contaba a todo el mundo, y hasta era capaz de hacer algún chiste, o acordarse de la primavera en Kiev.
Esas eran primaveras, después de unos inviernos que también eran verdaderos inviernos. Cuando ya parecía que el frío y la nieve iban a ser eternos, una mañana cualquiera ella corría las cortinas y veía pasar torrentes por su ventana. No bien se escurría el agua, bajo un sol repentino, todo estallaba en flores y los bosques se llenaban de cerezas. Cerezas dulces, no como las de aquí. Y así era al día siguiente, y al otro, y al otro. No como aquí, en estas primaveras que no se sabe lo que son.
Así hablaba mi abuela de su país natal, cuando la marcha de sus intestinos la ponía de buen humor.
Una de las ceremonias de ese culto consistía en hervir acelgas y comerlas inmediatamente, chorreando el jugo de la cocción, y rociadas con el jugo de dos limones grandes. En la forma más perfecta de esta práctica las acelgas se hervían debajo de un limonero. Una vez listas, se hacía una incisión en dos limones que colgaran del árbol sobre la olla, para que el jugo que cayera sobre las acelgas conservara intactas sus vitaminas. Así se evitaba "comer cadáveres".
Decía mi abuela que el noventa por ciento de los males del hombre provenían del estreñimiento. En casa lo padecían todos, y había un continuo ir y venir de recetas para combatirlo. A pesar de su sabiduría al respecto, mi abuela lo padecía más que nadie. Cuando lograba mover el vientre, andaba un rato con una gran sonrisa, se lo contaba a todo el mundo, y hasta era capaz de hacer algún chiste, o acordarse de la primavera en Kiev.
Esas eran primaveras, después de unos inviernos que también eran verdaderos inviernos. Cuando ya parecía que el frío y la nieve iban a ser eternos, una mañana cualquiera ella corría las cortinas y veía pasar torrentes por su ventana. No bien se escurría el agua, bajo un sol repentino, todo estallaba en flores y los bosques se llenaban de cerezas. Cerezas dulces, no como las de aquí. Y así era al día siguiente, y al otro, y al otro. No como aquí, en estas primaveras que no se sabe lo que son.
Así hablaba mi abuela de su país natal, cuando la marcha de sus intestinos la ponía de buen humor.
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Mi pierna. Recostada en la cama a la hora de la
siesta, con un libro abierto sobre la almohada, he dejado de leer para
observar mi pierna con curiosidad, casi con fascinación. No sólo ha crecido,
sino que ha cambiado notablemente. Está más torneada, con la pantorrilla llena,
el tobillo más fino por comparación. Veamos las dos piernas juntas. Ahora estoy
sentada en la cama con las piernas recogidas, las plantas de los pies bien
apoyadas en la sábana. Estas que hasta ayer eran piernas de nena, no muy
diferentes de las de un varón, aptas para el triciclo y el monopatín, para la
mancha y la rayuela, ahora están adquiriendo esas sinuosidades típicas de las
piernas de mujer. Esto es algo que me sucede, claro, yo no he hecho nada en
especial para que ocurra. Sin embargo esta tarde de otoño, en el silencio de
la casa, bajo el rayo de sol que entra por la puerta de la pieza y baña mi
cama, me asombro y me fascino ante estas piernas que no parecen mías. Las miro
de frente, de costado, me paro de espaldas al espejo del ropero y tuerzo el
cuello para ver la parte de atrás: es cierto que ahora las pantorrillas se han
redondeado. ¿Qué hago? Tengo once años, once años en el otoño de 1944. Es
posible que haya algo malo, monstruoso, pecaminoso en la forma en que han
cambiado mis piernas. Si no, ¿qué me impediría ir corriendo a comunicar mi gozoso
descubrimiento? ¡Miren, miren mis piernas! ¡Ya no tengo piernas de nena! ¡Estas
son piernas de mujer! Todavía seguirán cambiando, claro. Dentro de unos años,
si puedo evocar mis piernas tal como las descubro ahora, me reiré, porque en
realidad aún no son nada: no son piernas de nena ni de mujer. Pero,
miren,¡miren qué cambio! De ahora en adelante andaré en monopatín por el patio;
si lo hago por la calle la gente se reirá viendo a una mujer grande que anda
en monopatín. Pero no importa. Esto es cosa mía. Es cosa mía y nadie me la
quita.
Pero, ¿por qué está mal?
Bueno, ya he pasado mucho tiempo en la cama, en
estas horas después del mediodía. No me permiten mucho ocio. Debo ponerme ya
mismo a hacer algo útil. Los deberes, ordenar ni cuarto, lustrar mis zapatos,
cualquier cosa. De lo de mis piernas ni una palabra. Me pongo los zoquetes y
los zapatos guillermina, y antes de salir del cuarto echo una mirada de reojo
a mis pantorrillas en el espejo, tanto como para corroborar mis observaciones.
Sí, es cierto.
Salgo al patio. En las baldosas hay una franja de
sol, y otra de sombra que proyecta la galería. Qué extraña modorra. ¿Modorra,
yo? De veras es raro, porque soy incansable. Pero con gusto volvería a la cama,
a leer, a no leer, a mirar mis piernas desde un ángulo y desde otro, en
distintas posiciones. Pero eso es ocio, y el ocio está mal. ¿Por qué está mal?
Atravieso el patio y el vestíbulo y entro en la
habitación más atractiva de la casa: el escritorio. En el escritorio está la
colección de los Diccionarios Enciclopédicos Hispanoamericanos, en veintiocho
tomos, edición de 1912. Hasta hace poco todo lo que hacía era abrir un tomo al
azar y buscar las páginas ilustradas: flores, frutos, peces, banderas de todos
los países. Pero hace algún tiempo he encontrado en ellos una veta mucho más
interesante: la de las palabras prohibidas. No sé cuál fue la primera; probablemente,
"prostitución". Luego una palabra me llevó a la otra; en cada
artículo correspondiente a una palabra prohibida figuraban otras no menos
prohibidas que yo buscaría después en el tomo correspondiente del Diccionario,
y así me enteraría, aunque el material y el estilo estuvieran algo pasados de
época, del significado de la palabra "coito", de
"masturbación", "parto" (obsérvese que todas las palabras
prohibidas no tienen contenido erótico): "ninfomanía",
"satiriasis", "polución" (aún ahora no deja de darme cierto
escozor que la gente hable con tanta libertad de la "polución del
ambiente", en aquel entonces los habría tomado por deslenguados).
Pubertad. La sola palabra era pecaminosa, con reminiscencias
de otras palabras prohibidas. Un día Nélida faltó al colegio, y cuando volvió
traía un justificativo escrito por su papá, que era médico. Decía: "Mi
hija Nélida estuvo ausente el día... por padecer molestias vinculadas con el
desarrollo de su pubertad". Insólito. Claro que el padre de Nélida era médico,
y los médicos están autorizados a decir cualquier palabra... Miré a Nélida con
admiración y envidia, pero sin entender.
No me había faltado la información mínima necesaria
sobre el advenimiento de la menstruación. Me fue comunicada en términos
estrictamente técnicos y formales, y no me sorprendió porque ya conocía el
hecho por conversaciones con compañeras de colegio. Así supe también que en
otros hogares se hablaba con más libertad de ese acontecimiento fisiológico,
a pesar de que se trataba de hogares religiosos donde el pecado era pecado y no
había vuelta que darle.
El tiempo, inexorable, siguió cambiando mi cuerpo. La ropa infantil,
los zoquetes y los zapatos guillermina lucharon denodadamente por disimular los
cambios, por aplastarlos, por conservar la loca ilusión de una niñez que se iba
para siempre. Pero finalmente venció mi cuerpo. Y hubo quienes no me lo
perdonaron nunca.
(de… Músicos y relojeros (Edit. Planeta, Buenos Aires, 1993)
(*) Alicia Steimberg (Buenos Aires en 1933-2012). Estudió en
el Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas. Fue Directora del libro en la Secretaría de Cultura de la Nación
entre 1995 y 1997. Es traductora del inglés al español y
organiza talleres literarios y cursos de lectura de textos en inglés.
En 1971 publicó su primer libro, Músicos y
relojeros, en el Centro Editor de América Latina (Buenos Aires), que
también resultó finalista en los concursos de ese año de las editoriales
Seix Barral (Barcelona) y Monte Avila (Caracas). En 1998 fue traducido y publicado en los Estados Unidos por Latin American
Literary Review Press, con excelentes críticas de Publishers’ Weekly y
Kirkus. Siguieron La Loca 101
(Premio Satiricón de Oro de la revista Satiricón),
Su espíritu inocente (1973), y una
colección de cuentos de carácter intimista, Como
todas las mañanas (1983). Paralelamente ha ido publicando cuentos en
periódicos y revistas argentinas y latinoamericanas.
Su última novela, El árbol del placer
(1986) es además una crítica a ciertos métodos de
«salvación» de nuestros días, como el psicoanálisis o la homeopatía.
Aunque escribe para adultos también apela a
lectores juveniles como en sus obras El mundo no es de polenta,
publicado en 1990 y Una tarde de invierno un submarino en 2001.
En 1983 obtuvo la beca Fulbright y participó en el encuentro de escritores International Writing
program, en Iowa.
Ha recibido numerosas distinciones y fue traducida a varios idiomas.
jueves, 14 de junio de 2012
CARLOS PICCIONI (*), POETA INVITADO
Marc Chagall (Vitebsk, 1887 - Saint-Paul de Vence, 1985). Las tres y media (El poeta). (Trois heures et demie [Le poète]), 1911. Museo de Arte de Filadelfia: The Louise and Walter Arensberg Collection, 1950.
- POETAS DE ROSARIO XXVIApuntes, poetas“Quiero que la literaturame duela y me fascine”Herta MüllerOcupantes GOLOSOSde literaturaestos discípulosdel arte,andan flirteandoen sus aledañasmanerasdel ser-estar, etc.de la viñeta etruscadel esplendorque los ampara,para atenuarnuestras desgracias.(a Claudia Caisso)CalveyraArnaldo,como cuandoéramos chicos,hagámoslo asíyo te cambiolas ciruelas, que me ofrecióWilliam Carlos Williams,por el budínque compartiste con Rosaen el camino de Mansillaa Buenos Aires.(A Juan Carlos Coria y Griselda Calveyra)cruzamientos“abriendo el aire para queentrara tu visitación” /tu habitación van goghentendí del comentarioLXIII de gelmanentendí tu habitaciónvan gogh /entendí tu habitacióny la sillay la mesay el amarillo de tu habitacióny lo entendí a gelman – o traté - /como quiero entenderen los bisontes de Juan José Arreolaa esa “tempestad al ras del suelo”y a los dibujos de Altamiray que la definitivalocurapor las palabras y los coloresesté enloqueciendola inteligencia yel corazón de los poetascomo vos van gogh“que lo tocás con tu grandeza?”dice gelmandice dice gelmandice van gogh.(a Ramiro González)ElbaMe contaronCarla y Violetaque fuerona visitartea Ibarlucea.Había, yo, olvidadoque te habías mezcladocon la tierra y el aire.Me dijerontambiénque pudieroncompartircontigo,la brisa y el solde esa tarde,aun, con las estrellas apagadas.(a Elba, en memoria)La pensión de AngelitaDe lentejasy tardanzas,la pensión de Angelitaaun en la brevedadde los horarios,por decirlo asífestejábamos la cuadratura de la mesa,y renegábamos de la dictadura de Onganía,de la basuraancestral de las dictaduras.Nos reunía tambiénalgún poema de Aldo,que, seguramente, se dispararíaen el tiempo,el nuestro, el tiempo de todos,de rubén, juan carlos, alfredo, alberto.Como enharinados textos vallejianosnos correspondía esa mesa, esa pensión,ese énfasis.(para rubén oliden lópez, juan carlos coria, alberto tudurí, alfredo reinaldi, en memoria)Pizarnik“una tribu de palabras mutiladasbusca asilo en mi garganta”.alejandra pizarnikPizarnikno te conozcoen verdadno te conozcose dice / se dice de vos /se dicentantas cosaspero ese FUROR,la ocurrenciaque tuvistede arrimartea esa mierdade la muertete convierte,me parece,en heroína,QUIZÁSde la tristezapero, sí, CABALMENTEen la amante gozosade esasmalditas y preciosaspalabrasque nos reclama la poesía.hasta siempre,amiga.también “a la delicada urgencia del rocío”ofrezco este poema.(*) Carlos Piccioni (Tostado, Santa Fe, 1945). Estudió Historia en Rosario, UNR. Ejerció la docencia. Publicó (poesía): Las palabras de todos (1981), Paisaje (1983), y El sueño de las lluvias (1984). Este último obtuvo en 1987, el premio provincial José Pedroni. Desde el agua y el aire (2000) obtuvo el premio municipal de poesía Felipe Aldana.
martes, 12 de junio de 2012
Enrique Butti: Santos y desacrosantos.
link: http://www.letracosmos.com.ar/novedades/santos-y-desacrosantos-de-enrique-butti/
Santos y desacrosantos
por Enrique Butti
ˑ
Editorial: Editorial Fundación Ross
Colección: Narrativas Contemporáneas
Género: Cuento
Fotografías de tapa y contratapa: Cecilia Lenardón
El primer libro escrito en Santa Fe, escrito y dibujado, es la hagiografía “Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo”, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Ilustrado con magníficos treinta dibujos acuarelados, el texto abunda en virtuosismos estilísticos e imaginativos. El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones. Doscientos cincuenta años más tarde, en tiempos de inevitable incredulidad, cínicas befas del mal, prestigio absoluto de todas las transgresiones y minimalización de toda fantasía narrativa ¿quiénes se entronizarían santos y conjurarían desacrosantos? Enrique Butti, en su clausura santafesina, ensaya algunas nuevas canonizaciones, honrando virtudes heroicas y martirios acordes a una hégira de solapadas persecuciones y dopados sufrimientos.
Este volumen de cuentos incluye también seis textos de “Solfeo”, libro de relatos de Enrique Butti publicado en México, en 1993, y que no tuvo difusión en la Argentina.
Sobre “Narrativas Contemporáneas”
“Narrativas Contemporáneas” intenta la selección de una diversidad de voces, tanto las más destacables e instaladas, como las menos visibles y las emergentes. Para ello investiga la región relevando nuevos corpus narrativos, región que no duda en trascender cuando se advierte un paso necesario y enriquecedor. Persigue una actualización de las tendencias, formas y contenidos en permanente evolución.
Un prontuario admite catar, valorar más esto que esto otro; resaltar, sobre la materia que aquí se presta -la colección de Narrativas Contemporáneas-, algunos puntos:
la oferta del había una vez,
la diversidad de escrituras,
las ideas que se agregan y sus pretensiones,
el fenómeno de lo que va y viene,
su registro en el idioma.
La transgresión de lo cotidiano:
un libro para hoy y otro para mañana.
Gloria Lenardón – Marta Ortiz
(directoras)
Títulos publicados:
Mi madre sobre todo, AAVV
El río en catorce cuentos, AAVV
Tirabuzón, Angélica Gorodischer
Santos y desacrosantos, Enrique Butti
Póximos títulos:
Shopping, Gloria Lenardón
Colección de arena, Marta Ortiz
martes, 5 de junio de 2012
AMY CUTLER (New York, 1974)
Above the Fjord, 2010
Campsite, 2002
Futile fleet, 2003
Trial, 2003
sábado, 2 de junio de 2012
Entrevista para Letra Cosmos / Talleres literarios Ópera Prima

Letra Cosmos conversa con Marta Ortiz sobre los talleres de lectura y escritura
link:
http://www.letracosmos.com.ar/entrevistas/letra-cosmos-conversa-con-marta-ortiz-sobre-los-talleres-de-lectura-y-escritura/
Texto completo:
-Contanos la historia de Ópera Prima. ¿Cómo y cuándo surgió?
-Abrir un espacio de taller ya existía entre mis proyectos cuando
recibí (año 2003) la propuesta de la escritora Marcela Atienza –a cargo
entonces del Café de la Ópera, anexo al teatro El Círculo-, de coordinar
grupos en ese ámbito, lo que explica el nombre Ópera Prima,
elegido por los talleristas. Empezamos en abril y se ofrecieron dos
instancias: el taller de Lectura y Escritura y el taller de Lectura.
El 2004, marcado por la expectativa en Rosario del II Congreso
Internacional dela Lengua Española, reportó la primera mudanza. Los tres
grupos (dos de lectura y escritura y uno de lectura) alcanzábamos
nuestra mesa de trabajo eludiendo boquetes, escombros, zanjas; aferrados
a pasamanos, sobre tablones, seguíamos los carteles indicadores que
diariamente modificaban el ingreso al Café. Imposible olvidar el
polvillo invasor que respirábamos, pisábamos y tocábamos. Asistíamos a
la destrucción constructiva de una esquina emblemática de la ciudad
(Mendoza y Laprida) en tanto se desplegaba el cauce de la literatura.
Polvorienta o no, ella marcaba y defendía su territorio. La calle
asfaltada volvió a ser de tierra y se colocó el “nuevo” adoquinado; como
en un sueño, la calzada retrocedía cien años para renovarse… Y la
mutación urbana nos empujó a un nuevo hogar ad-hoc, a solo media cuadra
del Café de la Ópera, donde por un misterio atribuido a préstamos
temporarios, usamos las mismas sillas que usaron los miembros dela RAE,
José Saramago y Sábato y Jorge Edwards y Ernesto Cardenal y tantos otros
escritores durante las sesiones del Congreso habidas en el teatro.
En diez años de actividad hubo otros puntos de reunión, siempre
bares. Alguna vez la errancia nos desbordó: en 2007, por ejemplo,
cambiamos tres veces de domicilio. “No es buena para el hombre la vida
errante”, se lee en La Odisea, que paradójicamente cuenta las peripecias
de un destino errante. El modelo mítico ayudó: elegimos apropiamos de
las historias derivadas y minimizar la ausencia de hogar fijo. ¿Cuánta
experiencia hubiera pasado des-apercibida, des-preciada, des-vivida, si
algo hubiese frenado la estrella itinerante de Ópera Prima? Finalmente, y
desde 2011, el taller se reúne en librería Ross (¿Ítaca? Quién pudiera
leer el futuro…) ya no “en” el bar pero siempre a mano del
imprescindible café.
-¿Qué es para vos un taller de lectura?
-Un espacio pensado para lectores que no se sienten inclinados a
transformar en escrituras sus experiencias, aunque leer sea una
modalidad peculiar de la escritura. Lectores que buscan en el libro un
viaje que de un modo u otro desestabilice o trastorne su paisaje
interior. Se sabe que la lectura no es un acto pasivo, que el lector
interpreta, devela la línea oculta, asocia, se apropia de, agrega,
retiene, olvida, opina, asiente o disiente. En definitiva, un trabajo
intenso que construye. Somos en alguna medida y entre muchas otras
cosas, la suma de lo que hemos leído. “A veces creo que los buenos
lectores son cisnes aún más tenebrosos y singulares que los buenos
autores”, escribió Borges en el prólogo a su Historia Universal de la infamia; donde incluso afirma que leer es una actividad “más resignada, más civil, más intelectual”.
Los recorridos propuestos en el taller son a veces temáticos, otras
por elección de autor o género. Si la hay, incorporamos también la
versión cinematográfica. Hicimos incluso la riquísima experiencia de
leer clásicos universales (El Quijote, La divina comedia, Las mil y una noches, entre otros). La
lectura compartida recupera, además de la cadencia y la modulación de
la voz, una vieja práctica oral nunca desaparecida y siempre mágica.
-¿Y un taller de escritura?
-Una reunión de gente nada ortodoxa unida por la misma pasión,
locura, adicción, deseo, o como quieras llamarlo, cuyo único material de
trabajo es la palabra. Y la imaginación, que entreteje los hilos de la
fantasía con la experiencia vivida.
Lo asimilo a la posibilidad de aportar nuevas miradas. Los temas y
conflictos en la escritura de ficción se repiten, pero cada ojo registra
a su modo, cada subjetividad aporta lo suyo y sale de la galera el
texto flamante que siempre parecerá y en algún sentido “es” un nuevo
texto. Sí o sí partimos de la lectura –primer gran disparador de nuevas
escrituras‒, el texto busca y seduce a su lector. Luego la reflexión
sobre lo leído, el asombro renovado y el deseo inmediato de experimentar
qué giro adoptará mi propia voz, en qué inflexiones se distancia de lo
conocido, hasta qué límite voy a llegar con mi escrito, ni más ni menos
que una vía privilegiada de acceso al conocimiento, certeza que expresó
claramente Marguerite Duras en su bello texto Escribir: “La
escritura es lo desconocido. Antes de escribir no sabemos nada de lo que
vamos a escribir. […] Si se supiera algo de lo que se va a escribir,
antes de hacerlo, antes de escribir, nunca se escribiría. No valdría la
pena.”
Importa romper estereotipos, la búsqueda de la voz propia y el
aprendizaje constante de la corrección, este punto es tan importante
como partir de la lectura para despertar nuevas escrituras. Abelardo
Castillo habla de una ética de la forma, coincide con Paul Valéry (y yo
coincido con ambos) en considerar a la corrección de un texto no como a
una tarea retórica o estilística sino como una empresa espiritual de
rectificación de uno mismo.
-Ha sido muy compartida –aunque con los años se fue diluyendo
bastante-, una visión negativa, entre algunos escritores sobre
todo, sobre la utilidad de un taller. ¿Qué pensás vos que sos autora y
tallerista?
-Los talleres literarios son espacios de pertenencia y de resistencia
donde los grupos buscan reunirse con sus pares para compartir
experiencias. No creo en recetas ni en moldes, la creación literaria y
sus secretos son poco transmisibles, más allá de algunas consideraciones
formales y consejos expertos. No creo tampoco en espacios muy
estructurados ni demasiado light. Sí, se puede transmitir y
compartir una pasión creando el clima favorable a la reflexión en torno
al objeto o al deseo común que engloba por igual el trato con la
literatura y la idea de asumir un destino si visualizo que es el mío (el
del escritor/a), y para este objetivo sí es útil, o propicio, me gusta
más la palabra, un taller de escritura. De hecho participé en dos
espacios afines nada convencionales, por cierto: el de Imelda Ferrero y
los grupos de reflexión de Angélica Gorodischer, como también participé y
sigo haciéndolo, en múltiples grupos de trabajo. Siempre son
enriquecedores.
-¿Cuáles son las cosas que más te han gratificado como tallerista?
-La mística y el vínculo de amistad crecidos al calor de la palabra.
Sentir que aprendo en el intercambio tanto como compruebo la evolución
de los talleristas. La publicación en 2010 de Debe Haber Cuentos,
un libro que firmaron Marta Rodríguez y Oscar Tartabull (ambos miembros
de Ópera Prima), este último, un buen amigo y colega a quien siempre
extrañaremos. La edición de 6 números de la revista de cuentos Ópera
Prima. El libro en proceso de edición “Canon a nueve voces” concebido y
editado en su totalidad por un grupo de autoras del taller. Y muchas
pequeñas y grandes epifanías, derivas azarosas de la práctica,
imposibles de reproducir acá.
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