OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

lunes, 21 de enero de 2013

SUSANA SZWARC



Georgia O´Keefe, red poppy, 1927

                  

 OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS * 

       

        Horas



Esa niña flaca, decimal con su flor
roja al ladito del borde: mira claramente al que
levanta la pala
un pie va a hundirse –con la pala– en el montón de barro.
Es la hora del entierro y la flor
por arte de magia será libro.
La niña –que no sabe–
lee “sobre el dolor inmensurable
los nietos no nacidos”.

Nos distraemos por el sonido de un saxo
que comienza a trepar –metálico–
hacia atrás y salen más niñitas de los ranchos.
Es la hora del pedido:
ejendú ché, omé é ché un pedacito de pan
–golpean, esos niños, sin padres
–otra vez, piden pan
–¿no les dan?

Ordenemos la historia ¿Evita había muerto?
¿Perón había caído? ¿Su estatua destruida en
la placita Sarmiento? ¿Yo tenía el sarampión?
¿Cantaba Ramona Galarza? ¿Tu perro
aquella noche era un lobisón? ¡Oh!, sí, tal vez tu perro
aquella noche, era. Lame la sal del cuerpo y
las tan estrellas caen, por mí.
El lobisón desvanece de cercanía. Apenas
alcanzamos los breteles. Maldito gallo, que se
calle. Y que nadie sepa nunca.

Otra hora: tu siesta, los mosquiteros hacen
marchas hexagonales sobre mi morena
piel más vieja que el sulki
verás la polvareda y en ella el surco
¿dónde aún me harías caer?
(la longitud del muro hace a la partida
de los perros)
Recordemos: la niñita –la de la flor roja–
detenida como en un recital infinito y el saxo:
único movimiento acompañado por el taburete
donde una madre oye:
–¿quién no ha leído a Nietzsche a los 17 años?
dirá él, ágil sus dedos arman cigarrillos
sus ojos alucinan patios y potras.
Dirá, es la hora de jugar: serás Yocasta
y juegan al día más perfecto de la historia.
Guardan azúcares aceites en el jarrón de lo indecible
juegan a encontrar los fierros para disparar: a los gatos
las alarmas al hueco del jarrón y a sacar al muerto
de su torpeza: su obstinación de muerto.
Arrancan flores hasta la niña decimal
jadean:
ningún patio es completo
ni siquiera el de la madre.

Recordemos: el saxo, las horas,
la niña que dice es la hora
y vuelve a leer.


Cerrado




Alcanzan las manos ese género y

lo vemos –nosotras–

rodar (sentadas sobre el mostrador

las piernitas flacas golpean

su madera y creemos que habrá

siempre  así) hasta que se detiene.



Tienda y tela llenas de flores.



Disfruta de su espesor

y mide.



Con la memoria

cubre

de vestido

otro cuerpo.



Alcanza para ello.



Se ve

porque tranca la puerta. 




Intervalo




Vacilante

dejó de leer porque decía:

se ha quedado.



Alguien que amara

esa fotografía:

materna tierra de nieve

los torpes crímenes / derroches /

espacio incierto de orín

en los vagones / humo



De este lado del paisaje

-sin importar lo que apetece-

el aire daría vuelta la página del libro.




         Más lejos


¿Nos bastarán los ojos? ¿Sí?,

¿para decir: hacia dónde (dónde)

va la historia?

Una ventana, sí, un ojo, sí,

para mi pura protesta o tu demanda:

querer más

y el espacio ampliado del libro

la fruta en las bocas.



¿Recordás?, diremos: juntas

hemos visto –y eso es seguro–,

moverse las piernas

de las paralíticas

del malecón.

Milagro de una revolución, dije.

País donde hasta el mudo ( )

mientras me acusan: chiste

histórico, dije.

Y hablaba de otra grandeza.



(Sin embargo, el agua está quieta

y mis muertos miran tu pregunta preferida)



Hacia la piedad mis ojos,

allí donde injusticias

ya no abundaran,

ellos, pobrecitos, daltónicos,

no dejan de avisar.

 

     El tiempo regresa




En el prolongarse de las vías

alguien lanza piedras

con pasión.



Allá detrás

de los árboles también

hay durazneros.

Insistencia del ojo

en tránsito: ver

sus flores (rosadas-rosadas)

mientras el guardatrenes nos obliga

a no mirar.



¿Cerrar las persianas

evitaría el golpe

a la mirada en flor?



Es cuestión de tiempo esperar

el fruto (de la estación

más bella

de la flor que cae

pedrada-rosada).



¿O escuchar a otro

pasajero

dormir sin saber

si –ahora– sueña?

Como si mordiera el durazno (sus flores)

por distraer incesante

lo que doliera.



(*) Susana Szwarc, 1954, Quitilipi (Chaco), Argentina. Publicó:El artista del sueño (Tres tiempos, 1981), En lo separado (Poesía, Ultimo Reino, 1988), Trenzas (Novela, Legasa,
1991), Bailen las estepas (Poesía, De la Flor, 1999), Bárbara dice (Poesía, Alción, 2004,2005), El azar cruje (Cuentos, Catálogos, 2006), Una Felicidad liviana (Cuentos, Ed. Fundación Ross, 2007) Aves de paso (poesía, Cilc, 2009). En literatura infantil: Había una vez una gota, Había una vez un circo, Salirse del camino y otros cuentos (el Quirquincho), y Tres gatos locos (Dirección Letras, Chaco). Su obra teatral fue representada en teatros porteños, así como el kamishibai (teatro de papel) en diversas provincias del país. Primer Premio Nacional —Iniciación— de Poesía, PremioAntorchas a la Creación Artística, Premio único de poesía inédita de la Municipalidad de la ciudad de Bs. As., premio internacional de cuentos Julio Cortázar,
entre otros. Cuentos y poemas suyos fueron traducidos al alemán, inglés, catalán y chino-mandarín.
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2 comentarios:

Unknown dijo...

La poesía de Susana siempre nos lleva de viaje, atravesando estepas y ghetos y campos de exterminio de la Polonia natal de sus padres, de las calles del Quititilipi de su infancia, de su balcón sobre calle Aguirre, en vagones, en flores, en niñas decimales que duran lo que las flores no. Exhumamos cuerpos poéticos, revoluciones interiores y la historia, siempre la historia como otro futuro...

Anónimo dijo...

si, me bastaron los ojos y la emoción para internalizar estos poemas, esa niña de piernas flacas que no deja que se olvide. susana zazzetti.