Repruduzco aquí la reseña de Landry-Wilfrid Miampika
(Universidad de Alcalá), publicada en “Revista Canadiense de Estudios Hispánicos”, volumen
37 nro 3, a “Culturas literarias del Caribe”
(Alción Editora-U.N.R. Editora, Córdoba 2013), coordinado por la Doctora en Letras Claudia Caisso (U.N.R).
Participan
en el volumen:
Florencia Bonfiglio,
Margarita Mateo Palmer
Emilia Deffis
Yolanda Wood Pujols
María del Carmen Sillato
Nancy Calomarde
Susana Cella
Claudia Caisso
Mariano Acosta
Mirian Pino
Yolanda Martínez-San Miguel
Alejandro De Oto
Keith Ellis
Culturas literarias del Caribe
Coord. Claudia Caisso. editorial Alción-UNR; Córdoba. 2013; 9789876463522; 275 pp.
LANDRY-WILFRID MIAMPIKA
(Universidad de Alcalá)
Más
allá de las diferencias, el Gran Caribe (suma de la parte continental y del
archipiélago) está
marcado, sobre todo, por la dialéctica unidad-diversidad
histórica,
política, cultural y literaria. Espacio de invención de estéticas como lo
real maravilloso
carpentariano, le réalisme merveilleux de Stephen Alexis, y de la
consolidación de
otras como el barroco y el neobarroco, el Caribe es,
igualmente, una de las
más productivas regiones del mundo al nivel cultural y
literario. Su
historia crítica incluye grandes nombres como Frantz Fanon, Aimé
Césaire, C.L.R. James, Édouard Glissant, Alejo
Carpentier, Dereck Walcott,
entre otros tantos,
cuya contribución a la teoría poscolonial y a la comprensión
de las mutaciones
identitarias que vive el mundo actualmente es indudable.
Teniendo en cuenta
las aportaciones de estos pensadores y escritores, Culturas
literarias del
Caribe recoge y legitima, a partir de varios estudios de reconocidos
especialistas,
algunos ejes esenciales del legado cultural y literario de la región.
Culturas literarias
del Caribe está divido en tres apartados. Desde
perspectivas
poéticas de integración de la región, el primero, “Imaginarios
caribeños:
integración y proyección,” aborda el estudio de obras de algunas voces
sobresalientes: Los
placeres del exilio de George Lamming, un ensayo esencial
sobre el Caribe que
rescata por primera vez la figura de Calibán como símbolo de
identidad y de insumisión
(Florencia Bonfiglio); El vasto mar de los sargazos de
Jean Rhys, novela
donde, desde el estudio de los entresijos del mito del espejo en
conjunción con la
identidad, se plantean los conflictos raciales y su contribución a
la constitución de
la identidad femenina en la plantación esclavista (Margarita
Mateo Palmer);
L’énigme du retour y Tout bouge autour de moi del haitiano Dany
Laferrière, libros
donde, respectivamente, continúa el viaje de Césaire en su
retorno al país
natal y emprende una sugerente crónica sobre Haití tras el
terremoto padecido
en enero de 2010. Ambos libros destacan por sus
mecanismos
narrativos de hibridación textual y de negociación de los intersticios
identitarios
(Emilia Deffis). Un ensayo de Yolanda Wood sobre las aportaciones
ancestrales de los
aruacos en el imaginario artístico caribeño cierra esta primera
parte.
El segundo apartado, “Memorias del
descentramiento,” gira en torno a dos
polos. El primero
lo constituye Cuba, al que se dedican tres ensayos. El análisis
de María del Carmen
Sillato recupera un libro de Nancy Morejón y de Carmen
Gonce, Lengua de
pájaro. Comentarios reales (1968), considerado de gran
riqueza testimonial
y oral, posterior a Biografía de un cimarrón (1966) de
Miguel Barnet: un
texto desconocido hasta ahora, sin embargo necesario para
entender la
historia cubana desde la voz de sus propios protagonistas. Nancy
Calomarde, por su
parte, reflexiona sobre la diseminación cubana y sus vínculos
con la perpetua
repetición caribeña, que invalida la relación directa entre
territorialidad y
literatura. El ensayo de Susana Cella representa un
acercamiento a la
relectura de Quevedo realizada por la poetisa cubana Fina
García Marruz. El
segundo polo de este apartado se centra, en primer lugar, en
el cruce de
elementos poéticos entre el poeta y filosofo martiniqueño Édouard
Glissant (fundador
del discurso geocultural de la antillanidad y gran teórico de
la criollización) y
el poeta de Santa Lucía Dereck Walcott (Claudia Caisso). Un
estudio de Omeros
de Walcott, como reescritura poética, épica, polifónica y
dialógica de la
Odisea completa este apartado (Mariano Acosta).
El tercer apartado,
“Teratología, decolonialidad, traducción,” intenta
acercar
preocupaciones cruzadas sobre ámbitos territoriales y lingüísticos. Así,
Mirian Pino examina
los puntos de contacto entre la obra de Los Boys de Juno
Díaz y
Autobiografía de mi madre de Jamaica Kincaid desde una teratología
femenina; Yolanda
Martínez-San Miguel, la adecuación o no de la perspectiva
decolonial, con una
propuesta teórica concreta, al estudio de Puerto Rico; y
Alejandro de Oto,
la exploración de las miradas mutuas (entre colonizador y
colonizado
enfrentados en la situación colonial) tanto en la obra de Frantz
Fanon como en la de
Jean-Paul Sartre. Finalmente, la publicación de la
antología Poetas
del Caribe anglófono (2009) en Venezuela y reeditado en Casa
de Las Américas,
constituye el punto de partida del nutrido ensayo de Keith
Ellis, donde, desde
básicos preceptos de la traducción, analiza las dificultades de
traducir poesía
escrita en inglés al español (en contextos donde el inglés
cohabita con otras
variedades) y aboga por la necesidad de estrechar vínculos
entre ambas lenguas
(español/inglés) utilizando la traducción como eje
vertebrador de la
interculturalidad caribeña.
Culturas literarias del Caribe aborda,
por tanto, temáticas comunes que
atraviesan la
región más allá de las lenguas de escritura: la violenta historia (de
la esclavitud a la
colonización); el lugar del migrante desnudo (esclavo); la
plantación
esclavista como eje fundador de la sociedad caribeña; la creación de
nuevas modalidades
culturales y religiosas entremezcladas; la intensa búsqueda
de la identidad; la
tensión entre memoria y desmemoria; la vigencia de la
oralidad; la
aparente dispersión literaria y lingüística (francés, inglés, español)
como consecuencia
de la colonización europea; las nuevas migraciones (hacia
Europa y Estados
Unidos) y sus reescrituras, pero también las poéticas de
resistencia.
Es cierto que las diferencias lingüísticas
han influido mucho en el
conocimiento
académico del Gran Caribe ya que la crítica ha tendido a estudiar
la región según la
tradición de pensamiento ligada a su propia lengua. Culturas
literarias del
Caribe logra, por una parte, el reto de representar y mostrar el
Gran Caribe como un
conjunto, reconstituyendo sus diferentes fragmentos en
su unidad y
diversidad, en su complejidad y sus contradicciones. Por ello, el
libro es una
valiosa contribución a esas interconexiones necesarias entre los
Caribes (reales e
imaginarios) de distintas lenguas. Por otra parte, su panorama
crítico sobre la
creación de los últimos años abre infinitas posibilidades sobre
futuros puentes
entre literaturas y culturas caribeñas y latinoamericanas. Los
placeres del exilio
(2007) de George Lamming y El discurso antillano (2010) de
Édouard Glissant,
dos ensayos centrales traducidos y publicados por Casa de las
Américas en Cuba,
constituyen indudables impulsos a la exploración y una
comprensión más
amplia del Caribe por parte de las academias
latinoamericanas y
caribeñas.
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