OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS

viernes, 6 de julio de 2012

NORA HALL (*), POETA INVITADA



















Bordando el manto terrestre, Remedios Varo, 1961


POETAS DE ROSARIO, XXVII

en un interno

donde estés
recibirás la orden

otras
elegirán los adornos para
que te sientes sola en la sala
los colores
para bordar ceremonias ajenas
o pintar lo que nunca vas a conocer

a estos sitios
se ingresa para no esperar
mirar
más allá de los muros


donde estés
podrás ver
la ciudad ideal
mientras la peste y la peste se balancean
frente a la sala de las superioras muertas
imantadas al púrpura de las fuentes
a los cántaros
a las vasijas
a los altares
al color de los geranios
a los patios azules
a los arcos magenta
al agua que una piedra desvía
y a la que estanca camalotes

donde estés
sabrás
que los conventos familiares
no tienen geografía


festival

tramoyas de Aída
en la arena
como si fuera Egipto
y se armara sólo para el amor
o para la muerte

al sol
la piedra del imperio es escenografía
por el rojo de las sillas
los artefactos mueven
frisos y columnas hasta encontrar su puesto
afuera un gladiador apura el helado
antes de la  próxima excursión
de la próxima foto
antes de que los mármoles rosados se la  lleven
a visitar otros amores
eternamente fijos
en la instantánea de sus muertes



fiesta patria

¿y si vieran pasar bandadas de petirrojos?

¿y si estuvieran en verdad clamando por una lluvia
que los ahogue con trompetas de caracol?

¿y si cien pericos volando gritaran a coro:

¡dejen estas pirámides!?

¿y si todos ellos, vestidos de blanco
echados sobre los escalones
para que la energía se les cuele
en los cuerpos
ya repletos
pudieran oír que las serpientes
vienen por las piedras?

No sería este domingo



fotografía

Bastan dos días para que se abra
 y se cierre
la flor de un cactus

Pasó tantos  años preparando

un perfume
-las frutas para la mente
las flores para el corazón
el almizcle para que dure-

un maquillaje maníaco
ricamente enjoyado por el sol que la mata



y vos te preparás para fijarla
para que ella pose
y pase
su último día


(del libro inédito que parezcan sirenas)



C. S

En casa ajena
¿podría protestar?
¿o sentirme agraviada?
¿exigir un abrigo?
¿litigar?

No puedo hacerme cargo de los actos domésticos
o cuidar de la huerta
ni voy a tener tiempo de apreciar sus maderas
a la hora en que el sol golpea las ventanas

¿Voy a ocupar
a medias
una casa?
¿Un cuerpo
que resbale
en el sueño
y no me toque?
¿Un mundo apenas
habitable
que no turbe
el secreto?

Voy a necesitar cierta delicadeza
para el balance
de aquellos votos
que limpiarían de cangrejos
el mar que me rodea
un gesto tenue que dilate la saliva
o acaso uno notable
como poner mi firma
en los libros sagrados


(de Manual de agua, 2007)

 

(*) Nora Hall nació en Alcorta (Santa. Fe)
Es profesora en Castellano, Literatura y Latín.
Desde 1986 coordina un taller literario en Rosario.
Pertenece al comité editor de Papeles de Boulevard.
Obra publicada: Hasta pulverizarse los ojos (Libros de Tierra Firme, Bs.As, l990); Todo mal (Edit. Libros de Tierra Firme, Bs. As.,1996) por la que obtuvo  el Premio Povincial de Poesía “José Pedroni” (obra édita); Manual del Agua (Editorial Papeles de Boulevard, Rosario, 2007)

lunes, 2 de julio de 2012

Lecturas en Santa Fe y Paraná, 29 y 30 de junio

Salón Auditorio Hotel Los Silos
Dique I Puerto de Santa Fe
29/06/2012
Norma Segades Manias
Marta Ortiz, Verónica Capellino y Norma Segades Manias 

proa a Paraná 
El Coleguilla 
bar
Avda Ramírez2236
Paraná, Entre Ríos
30 /06/2012
Lectura en la isla

momentos

jueves, 21 de junio de 2012

Wallace Stevens (*)




La casa estaba en silencio y el mundo en calma

La casa estaba en silencio y el mundo en calma.
El lector convirtióse en el libro; y la noche estival

era como el ser consciente del libro.
La casa estaba en silencio y el mundo en calma.

Las palabras fueron dichas como si no hubiera libro,
fuera de que el lector inclinado sobre la página

deseaba inclinarse, deseaba ser
el erudito para el cual su libro es real, para el cual

la noche estival es como una perfección del pensamiento.
La casa estaba en silencio porque debía estarlo.

La quietud era parte del significado, parte de la mente:
el acceso de la perfección a la página.

Y el mundo estaba en calma. La verdad en un mundo en calma,
donde no existe otro significado, él mismo

es calma, él mismo es verano y noche, él mismo
es el lector inclinándose hasta tarde y leyendo allí.

 
El hombre de la guitarra azul, fragmento

I

El hombre inclinado sobre su guitarra,
un sastre de mala muerte. El día era verde.

Le dijeron: «Tienes una guitarra azul;
tú no ejecutas las cosas como son».

El hombre replicó: «Las cosas como son
en la guitarra sufren un cambio".

Y entonces le dijeron: «Pero toca, debes hacerlo,
un aire que nos trascienda y que a la vez sea nosotros,

un aire en la guitarra azul
de las cosas exactamente como son».
 
IV
¿Es esto la vida, pues, las cosas como son?
En la guitarra escoge su camino.

¿Un millón de personas en una
Sola cuerda, y en ella todo su ademán,

Y todo su ademán, incierto y cierto,
Y todo su ademán, violento y delicado?

Los sentidos invocan loca y astutamente,
Como un zumbar de insectos en el aire de otoño,

Y eso es la vida, pues, las cosas como son,
Este zumbar de la guitarra azul.

V
No nos hables de la grandeza de la poesía,
De antorchas alumbrando el subterráneo,

De la estructura de las bóvedas en un punto de luz.
En nuestro sol no hay sombras,

El día es deseo y la noche es sueño.
En ningún lado hay sombras.

En nosotros la tierra es lisa y simple.
No hay sombras. La poesía,

Excediendo la música, tomará su lugar,
Su vacío firmamento y sus himnos,

Con poesía nosotros su lugar tomaremos,
Y aún con el rasgueo de tu guitarra.

XXII

La poesía es el tema del poema.
De esto nace el poema y a esto

Vuelve. Entre ambos,
Nacimiento y retorno,

Hay una ausencia de realidad,
Las cosas como son. O así lo decimos.

¿Pero están separados? Es una ausencia
Para el poema, que recibe

Así su verdadera faz, verde de sol,
Rojo de nube, tierra que siente, cielo que piensa.

De éstos toma. Tal vez da
En reciprocidad universal.

Las traducciones pertenecen a Alberto Girri ( en: W. Stevens"Domingo a la mañana y otros poemas",fascículo 33, Centro Editor de América Latina,1988)

(*)Wallace Stevens (1879, Readiing, Pennsylvania / Hartford, Connecticut, 1955)


miércoles, 20 de junio de 2012

SANTOS Y DESACROSANTOS (Enrique Butti)

 Reseña a Santos y desacrosantos cuentos de Enrique Butti (colección Narrativas Contemporáneas, dirigida por Gloria Lenardón y Marta Ortiz, para Editorial Fundación Ross)

 
 
LITERATURA. 
NUEVA PUBLICACION DE EDITORIAL FUNDACION ROSS

Gesto estético posmodernista

Santos y desacrosantos es el nuevo libro de cuentos del escritor santafesino Enrique Butti, que cifra la genealogía de su obra en el primer libro escrito en Santa Fe, una hagiografía fechada en 1775 por el ermitaño Francisco de la Rosa.

Por Beatriz Vignoli
 
Personajes escurridizos, inasibles, con destinos tan singulares como anónimos; locos y fantasmas, monstruos híbridos, solterones, raros entre la vida y la muerte; viajeras en trance, solitarios y ermitaños, chivos expiatorios: tal la corte de los milagros que desfila en los arrabales extraños de Santos y desacrosantos, el nuevo libro de cuentos del escritor santafesino Enrique Butti (Santa Fe, 1949; autor de novelas como Aiaiay e Indí) que la colección Narrativas Contemporáneas de la Editorial Fundación Ross publicó en Rosario.
Sin fecha de presentación a la vista, Santos y desacrosantos reúne doce cuentos en dos grupos de seis; la primera sección lleva el título del volumen y está compuesta de relatos inéditos, mientras que la segunda sección, titulada "Solfeo", es la primera reedición en Argentina de un libro de cuentos publicado en México en 1993.
Soledades de la vida y retiro penitente por amor a la virtud y menosprecio del mundo, es el título del primer libro escrito en Santa Fe: una hagiografía, ilustrada con treinta dibujos a la acuarela, que el ermitaño Francisco Javier de la Rosa fechó en el año 1775. Una reseña inédita sin firma que Butti "desde su clausura santafesina" envió a sus editoras rosarinas consigna este dato como antecedente de su obra y enumera los temas de Javier de la Rosa: "El desierto, la penitencia, la cueva, la oración, los rayos celestiales, las aureolas, y por el otro lado, el demonio, las bestias, las tentaciones".
Cifrar la genealogía de la propia obra en un incunable dieciochesco es un gesto estético posmodernista digno de Butti, quien rescató algunas perlas de la época colonial como ilustraciones del suplemento Cultural de El Litoral que él editaba a fines del siglo pasado: un siglo que desde el expresionismo y otras vanguardias exploró los cruces literarios entre la realidad y las pesadillas, entre el hombre y la máquina. Al abrir Santos y desacrosantos (o aún antes, al toparse con la cita del libro que constituye toda la contratapa) viene a la mente Odradek, aquel personaje arrinconado que describe Kafka en "Preocupaciones de un padre de familia" y que no pertenece (¿animal, duende, cosa?) a ningún reino clasificable. Como ambos, los seres de Butti habitan en las grietas. "Se trata de una criatura que trepa como una lagartija o como una cucaracha cualquier altura y que como gato o rata se introduce por cualquier rendija y agujero". Así comienza "Senderito de piedras", revelando pocas líneas más abajo la utilidad de esto que además es un niño, Adolfo, un chico de la villa: "Es capaz de introducirse en cualquier edificio, desactivar alarmas, buscar lo que se quiera o facilitar el acceso a los encargados del saqueo".
También la elusiva Gorda de "Claroscuro", la bella viuda histérica de "Su nombre dorado" o el linyera y los huérfanos de "Paso a nivel" existen en un territorio furtivo de agenciamientos a la intemperie, viven como intrusos aun en la propia casa. "Ramón, santo patrono de los vendedores al pie de la ruta" es un mercachifle nómade ya desde el título, y una especie de Santa María Goretti al revés: un mártir de la pasión carnal honesta que renuncia a las materialidades más elevadas con que lo tienta su diabólico hermano. Pertenece al mismo santoral con "La Santa de la Cocina": el más barroco de todos los cuentos del libro, acerca de una cocinera loca que salva las almas de los animales y los vegetales con una serie de rituales inventados. "Imaginaba... su representación hagiográfica: el torso exuberante surgiendo de una montaña de vajilla y electrodomésticos, alardeando en una mano sartenes y cuchillos, y en las cinco yemas de los dedos restantes toda la flora y fauna, doméstica y comestible, en minúsculos brotes y piadosos engendros". En clave más intimista y autobiográfica, el antihéroe de "Inmensa et innumerabilia", un peregrino que retorna a Roma para fracasar en la búsqueda de quien hubiera sido, parece una versión ítalo latinoamericana del Crack Up de Scott Fitzgerald. En resumen, parece decir con humor grotesco, el extraño es uno mismo.

link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-34315-2012-06-20.html

domingo, 17 de junio de 2012

Alicia Steimberg (1933-2012)

 
Mi pequeño homenaje a una gran narradora y MAESTRA de escritores.

Dos fragmentos de Músicos y relojeros:

  Mi abuela conocía el secreto de la vida eterna. Consistía en un conjunto de reglas tan simples, que era increíble que nadie más que ella las conociera y las practicara. A veces nosotros participábamos del ritual, asegurándonos así, si no una inmortalidad completa, por lo menos una buena dosis de inmortalidad.
   Una de las ceremonias de ese culto consistía en hervir acelgas y comerlas inmediatamente, chorreando el jugo de la cocción, y rociadas con el jugo de dos limones grandes. En la forma más perfecta de esta práctica las acelgas se hervían debajo de un limonero. Una vez listas, se hacía una incisión en dos limones que colgaran del árbol sobre la olla, para que el jugo que cayera sobre las acelgas conservara intactas sus vitaminas. Así se evitaba "comer cadáveres".
   Decía mi abuela que el noventa por ciento de los males del hombre provenían del estreñimiento. En casa lo padecían todos, y había un continuo ir y venir de recetas para combatirlo. A pesar de su sabiduría al respecto, mi abuela lo padecía más que nadie. Cuando lograba mover el vientre, andaba un rato con una gran sonrisa, se lo contaba a todo el mundo, y hasta era capaz de hacer algún chiste, o acordarse de la primavera en Kiev.
   Esas eran primaveras, después de unos inviernos que también eran verdaderos inviernos. Cuando ya parecía que el frío y la nieve iban a ser eternos, una mañana cualquiera ella corría las cortinas y veía pasar torrentes por su ventana. No bien se escurría el agua, bajo un sol repentino, todo estallaba en flores y los bosques se llenaban de cerezas. Cerezas dulces, no como las de aquí. Y así era al día siguiente, y al otro, y al otro. No como aquí, en estas primaveras que no se sabe lo que son.
   Así hablaba mi abuela de su país natal, cuando la marcha de sus intestinos la ponía de buen humor.
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Mi pierna. Recostada en la cama a la hora de la siesta, con un libro abierto sobre la almohada, he de­jado de leer para observar mi pierna con curiosidad, casi con fascinación. No sólo ha crecido, sino que ha cambiado notablemente. Está más torneada, con la pantorrilla llena, el tobillo más fino por comparación. Veamos las dos piernas juntas. Ahora estoy sentada en la cama con las piernas recogidas, las plantas de los pies bien apoyadas en la sábana. Estas que hasta ayer eran piernas de nena, no muy diferen­tes de las de un varón, aptas para el triciclo y el monopatín, para la mancha y la rayuela, ahora están adquiriendo esas sinuosidades típicas de las piernas de mujer. Esto es algo que me sucede, claro, yo no he hecho nada en especial para que ocurra. Sin em­bargo esta tarde de otoño, en el silencio de la casa, bajo el rayo de sol que entra por la puerta de la pieza y baña mi cama, me asombro y me fascino ante estas piernas que no parecen mías. Las miro de frente, de costado, me paro de espaldas al espejo del ropero y tuerzo el cuello para ver la parte de atrás: es cierto que ahora las pantorrillas se han redondeado. ¿Qué hago? Tengo once años, once años en el otoño de 1944. Es posible que haya algo malo, monstruoso, pecaminoso en la forma en que han cambiado mis piernas. Si no, ¿qué me impediría ir corriendo a comunicar mi gozoso descubrimiento? ¡Miren, miren mis piernas! ¡Ya no tengo piernas de nena! ¡Estas son piernas de mujer! Todavía seguirán cambiando, claro. Dentro de unos años, si puedo evocar mis piernas tal como las descubro ahora, me reiré, por­que en realidad aún no son nada: no son piernas de nena ni de mujer. Pero, miren,¡miren qué cambio! De ahora en adelante andaré en monopatín por el patio; si lo hago por la calle la gente se reirá vien­do a una mujer grande que anda en monopatín. Pero no importa. Esto es cosa mía. Es cosa mía y nadie me la quita.
Pero, ¿por qué está mal?
Bueno, ya he pasado mucho tiempo en la cama, en estas horas después del mediodía. No me permiten mucho ocio. Debo ponerme ya mismo a hacer algo útil. Los deberes, ordenar ni cuarto, lustrar mis za­patos, cualquier cosa. De lo de mis piernas ni una palabra. Me pongo los zoquetes y los zapatos guiller­mina, y antes de salir del cuarto echo una mirada de reojo a mis pantorrillas en el espejo, tanto como pa­ra corroborar mis observaciones. Sí, es cierto.
Salgo al patio. En las baldosas hay una franja de sol, y otra de sombra que proyecta la galería. Qué extraña modorra. ¿Modorra, yo? De veras es raro, porque soy incansable. Pero con gusto volvería a la cama, a leer, a no leer, a mirar mis piernas desde un ángulo y desde otro, en distintas posiciones. Pero eso es ocio, y el ocio está mal. ¿Por qué está mal?
Atravieso el patio y el vestíbulo y entro en la habi­tación más atractiva de la casa: el escritorio. En el escritorio está la colección de los Diccionarios En­ciclopédicos Hispanoamericanos, en veintiocho to­mos, edición de 1912. Hasta hace poco todo lo que hacía era abrir un tomo al azar y buscar las páginas ilustradas: flores, frutos, peces, banderas de todos los países. Pero hace algún tiempo he encontrado en ellos una veta mucho más interesante: la de las pa­labras prohibidas. No sé cuál fue la primera; pro­bablemente, "prostitución". Luego una palabra me llevó a la otra; en cada artículo correspondiente a una palabra prohibida figuraban otras no menos prohibidas que yo buscaría después en el tomo correspondiente del Diccionario, y así me enteraría, aunque el material y el estilo estuvieran algo pasados de época, del significado de la palabra "coito", de "masturbación", "parto" (obsérvese que todas las palabras prohibidas no tienen contenido erótico): "ninfomanía", "satiriasis", "polución" (aún ahora no deja de darme cierto escozor que la gente hable con tanta libertad de la "polución del ambiente", en aquel entonces los habría tomado por deslen­guados).
Pubertad. La sola palabra era pecaminosa, con re­miniscencias de otras palabras prohibidas. Un día Nélida faltó al colegio, y cuando volvió traía un jus­tificativo escrito por su papá, que era médico. Decía: "Mi hija Nélida estuvo ausente el día... por padecer molestias vinculadas con el desarrollo de su puber­tad". Insólito. Claro que el padre de Nélida era mé­dico, y los médicos están autorizados a decir cual­quier palabra... Miré a Nélida con admiración y en­vidia, pero sin entender.
No me había faltado la información mínima nece­saria sobre el advenimiento de la menstruación. Me fue comunicada en términos estrictamente técnicos y formales, y no me sorprendió porque ya conocía el hecho por conversaciones con compañeras de cole­gio. Así supe también que en otros hogares se habla­ba con más libertad de ese acontecimiento fisiológi­co, a pesar de que se trataba de hogares religiosos donde el pecado era pecado y no había vuelta que darle.
El tiempo, inexorable, siguió cambiando mi cuer­po. La ropa infantil, los zoquetes y los zapatos guillermina lucharon denodadamente por disimular los cambios, por aplastarlos, por conservar la loca ilusión de una niñez que se iba para siempre. Pero fi­nalmente venció mi cuerpo. Y hubo quienes no me lo perdonaron nunca.

(de… Músicos y relojeros (Edit. Planeta, Buenos Aires, 1993)


(*) Alicia Steimberg (Buenos Aires en 1933-2012). Estudió en el Instituto Nacional del Profesorado en Lenguas Vivas. Fue Directora del libro en la Secretaría de Cultura de la Nación entre 1995 y 1997. Es traductora del inglés al español y organiza talleres literarios y cursos de lectura de textos en inglés.
En 1971 publicó su primer libro, Músicos y relojeros, en el Centro Editor de América Latina (Buenos Aires), que también resultó finalista en los concursos de ese año de las editoriales Seix Barral (Barcelona) y Monte Avila (Caracas). En 1998 fue traducido y publicado en los Estados Unidos por Latin American Literary Review Press, con excelentes críticas de Publishers’ Weekly y Kirkus. Siguieron La Loca 101 (Premio Satiricón de Oro de la revista Satiricón), Su espíritu inocente (1973), y una colección de cuentos de carácter intimista, Como todas las mañanas (1983). Paralelamente ha ido publicando cuentos en periódicos y revistas argentinas y latinoamericanas. Su última novela, El árbol del placer (1986) es además una crítica a ciertos métodos de «salvación» de nuestros días, como el psicoanálisis o la homeopatía.
Aunque escribe para adultos también apela a lectores juveniles como en sus obras El mundo no es de polenta, publicado en 1990 y Una tarde de invierno un submarino en 2001.
En 1983 obtuvo la beca Fulbright y participó en el encuentro de escritores International Writing program, en Iowa.
Ha recibido numerosas distinciones y fue traducida a varios idiomas.

jueves, 14 de junio de 2012

CARLOS PICCIONI (*), POETA INVITADO

Marc Chagall (Vitebsk, 1887 - Saint-Paul de Vence, 1985). Las tres y media (El poeta). (Trois heures et demie [Le poète]), 1911. Museo de Arte de Filadelfia: The Louise and Walter Arensberg Collection, 1950.

POETAS DE ROSARIO XXVI
 
Apuntes, poetas
                                      “Quiero que la literatura
                                                                me duela y me fascine”
                                                                           Herta Müller

Ocupantes GOLOSOS
de literatura

estos discípulos
del arte,
andan flirteando
en sus aledañas
maneras
del ser-estar, etc.

de la viñeta etrusca
del esplendor
que los ampara,
para atenuar
nuestras desgracias.

(a Claudia Caisso)


Calveyra

Arnaldo,
como cuando
éramos chicos,

hagámoslo así

yo te cambio
las ciruelas, que me ofreció
William Carlos Williams,

por el budín
que compartiste con Rosa

en el camino de Mansilla
a  Buenos Aires.

(A Juan Carlos Coria y Griselda Calveyra)


cruzamientos

“abriendo el aire para que
entrara tu visitación” /
tu habitación van gogh
entendí del comentario
LXIII de gelman

entendí tu habitación
van gogh  / 
entendí tu habitación
y la silla
y la mesa
y el amarillo de tu habitación    
y lo entendí a gelman – o traté  - /
      como quiero entender
en los bisontes de Juan José Arreola
a esa “tempestad al ras del suelo”
y a los dibujos de Altamira

y que la definitiva
locura
por las palabras y los colores
esté enloqueciendo
la inteligencia y
el corazón de los poetas

como vos van gogh
“que lo tocás con tu grandeza?”
dice gelman
dice dice gelman
dice van gogh.
           
(a Ramiro González)


Elba

Me contaron
Carla y Violeta
que fueron
a visitarte
a Ibarlucea.

Había, yo, olvidado
que te habías mezclado
con la tierra y el aire.

Me dijeron
también
que pudieron
compartir
        contigo,
la brisa y el sol
de esa tarde,
aun, con las estrellas apagadas.


(a Elba, en memoria)


La pensión de Angelita

             De lentejas
             y tardanzas,
la pensión de Angelita

              aun en la brevedad
de los horarios,
por decirlo así
festejábamos la cuadratura de la mesa,
             y renegábamos de la dictadura de Onganía,
             de la basura
             ancestral de las dictaduras.

             Nos reunía también
             algún poema de Aldo, 
que, seguramente, se dispararía
en el tiempo,
             el nuestro, el tiempo de todos,
       de rubén, juan carlos, alfredo, alberto.
          
 
             Como enharinados textos vallejianos
             nos correspondía esa mesa, esa pensión,
             ese énfasis.


(para rubén oliden lópez, juan carlos coria, alberto tudurí, alfredo reinaldi, en memoria)     

      
Pizarnik
“una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta”.
alejandra pizarnik

Pizarnik
no te conozco
en verdad
no te conozco

se dice / se dice de vos /
se dicen
tantas cosas

pero ese FUROR,
la ocurrencia
que tuviste
de arrimarte
a esa mierda
de la muerte

te convierte,
me parece,
en heroína,
QUIZÁS 
de la tristeza

pero, sí, CABALMENTE
en la amante gozosa
de esas
malditas y preciosas
palabras
que nos reclama la poesía.

hasta siempre,
amiga.
 

                                                también “a la delicada urgencia del rocío”
                                                            ofrezco este poema.


(*) Carlos Piccioni (Tostado, Santa Fe, 1945). Estudió Historia en Rosario, UNR. Ejerció la docencia. Publicó (poesía): Las palabras de todos (1981), Paisaje (1983), y El sueño de las lluvias (1984). Este último obtuvo en 1987, el premio provincial José Pedroni. Desde el agua y el aire (2000) obtuvo el premio municipal de poesía Felipe Aldana.